Los Yey¨¦s se doctoran ante el mal¨¦fico HH
El Madrid super¨® el cerrojazo del Inter en la semifinal de la Copa de Europa de 1966 y Helenio, de natural tan locuaz, se march¨® por una vez a casa sin decir palabra
Las semifinales de la XI Copa de Europa enfrentaron al Madrid con el Inter, campe¨®n de las dos ediciones precedentes. La primera de ellas, ganada al Madrid, signific¨® la salida de Di St¨¦fano y el fin de un ciclo.
El Madrid llegaba sin m¨¢s superviviente de los a?os de gloria que Gento, rodeado de chicos j¨®venes. Un equipo alegre bautizado espont¨¢neamente como el Madrid ye-y¨¦, acorde con los tiempos. Ye-y¨¦s se llamaba entonces a los j¨®venes adictos a la m¨²sica inglesa y a la rebeld¨ªa capilar.
El Inter era el mismo, s¨®lo que m¨¢s cuajado. Un grupo de celebridades entre los que destacaba Luis Su¨¢rez, a¨²n hoy nuestro ¨²nico Bal¨®n de Oro. Lo entrenaba Helenio Herrera, n¨¦mesis del madridismo desde que entren¨® pocos a?os antes al Bar?a. Para muchos un mago, para otros, un bocazas.
Contra lo que hab¨ªa hecho en el Bar?a, muy goleador, en el Inter estableci¨® un cerrojo legendario. El suyo era un f¨²tbol discutido y misterioso. Por primera vez vi en un peri¨®dico (Pueblo) un esquema gr¨¢fico sobre movimientos t¨¢cticos con flechas. La de Facchetti, ocupando toda la banda izquierda, impresionaba.
Se enfrentaron en el Bernab¨¦u, un mar de pancartas caseras, la noche del 13 de abril de 1966. Aqu¨ª los equipos modestos sal¨ªan a cerrarse en los campos de los grandes, pero lo de ese d¨ªa no se hab¨ªa visto nunca. Bedin, medio de cierre, sali¨® con el 11 del extremo Corso, y su 4 lo llev¨® Landini, un central. Cinco defensas, protegidos por Mazzola, Bedin y Su¨¢rez. Arriba s¨®lo quedaban Jair y Peir¨®.
El Madrid sali¨® arrebatado y en el 12¡ä lleg¨® un gol de Pirri, que produjo el doble efecto de redoblar la ofensiva y acentuar el cerrojo. Los ye-y¨¦s rebotaban una y otra vez en aquel front¨®n pintado de azul y negro.
Betancort lleg¨® al descanso renqueante, con un amago de tir¨®n tras salida arriesgada en una rar¨ªsima escapada del Inter. En el 47¡ä, en jugada similar, queda definitivamente cojo. No hab¨ªa sustituci¨®n. El ¨¢rbitro, el holand¨¦s Wlachojanis, permite que se le masajee durante siete minutos. Por fin se levanta, con una gran muslera y a la pata coja. As¨ª aguant¨® el segundo tiempo entero, mientras el Madrid atacaba y atacaba furioso en busca de m¨¢s goles y el p¨²blico se indignaba por la forma en que el Inter perd¨ªa tiempo, y con el ¨¢rbitro, por los empujones en el ¨¢rea y por un penalti a Gento.
En cualquier escapada el Inter ten¨ªa el gol a mano, pero s¨®lo se aproxim¨® en un tiro lejano, que Betancort despej¨® como pudo con el pie, en una galopada de Peir¨®, al que Sanchis alcanz¨® in extremis, y una tercera, ya al final, traducida en tres c¨®rners consecutivos, que provocaron angustia ante la invalidez del meta. Justo tras el tercero lleg¨® el final. El ¨¢rbitro solo descont¨® 4 minutos, para indignaci¨®n del Bernab¨¦u. ?l explicar¨ªa que favoreci¨® al Madrid al permitir tan larga atenci¨®n a Betancort, y que as¨ª compens¨®.
Las declaraciones de Miguel Mu?oz fueron tremendas: ¡°Eso que han visto ustedes es el Inter. Su mejor t¨¢ctica es comprar a los jueces¡±.
Para la vuelta, HH prepara un ambiente infernal. Le preguntan si el nuevo Madrid es m¨¢s fuerte t¨¢cticamente o t¨¦cnicamente, y responde: ¡°Qu¨ªmicamente¡±. Y a?ade: ¡°Hace dos a?os retiramos a Di St¨¦fano. Ahora clausuraremos el Madrid¡±. Viaja Puskas, ya en su ¨²ltimo a?o, utilizable s¨®lo para amistosos y partidos f¨¢ciles de Copa. Helenio Herrera dice que viaja para trabajarse al ¨¢rbitro, el h¨²ngaro Vadas.
Ambiente desconocido en Espa?a, con bengalas y banderas gigantes. Mu?oz cambia los n¨²meros de Pirri y Vel¨¢zquez, habitualmente el 4 y el 10, porque Vel¨¢zquez marcar¨¢ a Corso y Pirri ir¨¢ m¨¢s adelante, sobre Su¨¢rez. Tan nuevos eran todav¨ªa aquellos jugadores que Mat¨ªas Prats dio sus nombres confundidos hasta que en el descanso alguien le avis¨®.
El Madrid espera, pero el Inter no se vuelca. En el 20¡ä, un pase de Vel¨¢zquez llega a Amancio, que se quita al l¨ªbero Picchi y bate a Sarti con serenidad. Las banderas se aquietan. El Inter necesita atacar, pero claramente no es lo suyo. El Madrid se despliega con cautela y crea sus ocasiones. En el ¨¢rea propia, Araquistain se limita a alguna buena parada y a resolver trabajo residual. S¨®lo en el 80¡ä, cuando ya parte del p¨²blico desfilaba, llega el gol local, obra de Facchetti, por una vez descuidado por Serena. Eso redobla la emoci¨®n del partido y provoca angustia en los televidentes en Madrid, pero qued¨® claro que el ataque no era lo del Inter. No hubo m¨¢s movimiento.
Y Helenio Herrera, de natural tan locuaz, se march¨® por una vez a casa sin decir palabra. Y los felices ye-y¨¦s ganar¨ªan unas semanas m¨¢s tarde la final al Partiz¨¢n.
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