La fantas¨ªa de Perafita
El teletrabajo ha mitificado la vida de pueblo en oposici¨®n a la de la ciudad, como si se pudiera vivir a la carta
Perafita ya no es Perafita. No es que sea distinta sino que me la miro diferente; igual me pasa con el Llu?an¨¨s. Yo pensaba que en la vejez me encontrar¨ªa con el mismo pueblo que abandon¨¦ siendo joven y, aunque nunca he dejado de ir y venir mientras crec¨ªa, ahora ya no me siento igual de entusiasmado que cuando llegaba deprisa a casa para disfrutar de un descanso reparador despu¨¦s del sinvivir de Barcelona.
Toda mi vida pens¨¦ que la jubilaci¨®n ser¨ªa una recreaci¨®n de la infancia y hoy dudo a veces si me conviene vivir en el sitio en que nac¨ª cuando cumpla los 65 porque ya no es el lugar que idealic¨¦ cuando todav¨ªa no se hablaba del pa¨ªs vac¨ªo, tal que fuera la tierra prometida que no advirtieron nuestros padres cuando nos mandaron en busca de un t¨ªtulo universitario que nos diferenciara de los que se quedaban a cursar Formaci¨®n Profesional.
La FP significaba trabajar, que no era lo mismo que estudiar, una diferencia capital para apreciar c¨®mo ha cambiado la vida desde que los oficios manuales tienen m¨¢s salida que muchos grados y ser pay¨¦s ya no penaliza sino que hasta distingue si se presenta como signo de una actividad sana, alternativa y combativa, nada que ver con el tiempo en que las reivindicaciones se vehiculaban a trav¨¦s de Uni¨® de Pagesos. No es lo mismo descubrir Perafita que regresar a Perafita. Hay un cruce de caminos entre los que van y los que vuelven sin que se sepa si se encontrar¨¢n y convivir¨¢n a partir de necesidades comunes como son una banda ancha fiable para laborar o entretenerse y una mejor calidad de vida que pasa por disponer de una vivienda, ya sea propia o heredada, o de una oferta inmobiliaria m¨¢s asequible que la de Barcelona.
Ya me acostumbr¨¦ a teletrabajar despu¨¦s de leer los peri¨®dicos que compro en Olost desde que cerr¨® la tienda de Perafita. Hay rutinas que cambian a la fuerza con el tiempo y se imponen soluciones impensables en ¨¦pocas de rivalidad entre pueblos de comarcas como la del Llu?an¨¨s. No me cuesta conectar con el diario y estar horas con el ordenador y el m¨®vil porque el trabajo de campo period¨ªstico se complic¨® con la covid-19. Act¨²o como un reci¨¦n llegado de la ciudad agradecido por el marco laboral que me permite pausas para descansar y pasear sin necesidad de ponerme una mascarilla que empieza a tener el mismo efecto que un bozal, feliz hasta que recupero mi condici¨®n de censado en Perafita.
A partir de entonces me siento un forastero en casa porque no reconozco a mucha de la gente con la que me encuentro y confundo donde vive; no me apetece tanto acercarme cuando me dejan al bar porque no s¨¦ con qui¨¦n echar una partida de butifarra y ya no se juega ni al domin¨® sino que se bebe y se come cuando no les obligan a cerrar; y las plazas ya no me resultan lugares de encuentro sino de observaci¨®n.
As¨ª que me recojo relativamente pronto y ocupo los ratos de ocio con la misma programaci¨®n que si estuviera en Barcelona. Las series se imponen a la televisi¨®n y muy de vez en cuando cae una cena con alg¨²n amigo que no viva m¨¢s lejos de Vic. La diferencia m¨¢s significativa es que duermo mejor, seguramente por el clima y la calma, y me relajo m¨¢s, a pesar de que empleo las mismas horas de faena o m¨¢s que si estuviera en la capital de Catalu?a. No es extra?o que tenga encendida la llama del Llu?an¨¨s. Me atrae desde que fui un interno de La Salle de Manlleu. La adrenalina del viaje de ida hacia Perafita nada tiene que ver ahora con la pereza de la vuelta a Barcelona.
Hubo un tiempo en que divagaba en mis caminatas por la ciudad sobre c¨®mo ser¨ªa mi vida de pueblo cuando ya no dependiera de un horario laboral y pudiera dedicarme a contemplar el Pedraforca. Tan iluso era entonces que estaba convencido de que Perafita continuar¨ªa siendo Perafita, la misma postal que recordaba de ni?o, como si me esperara desde que part¨ª, y tendr¨ªa a los mismos vecinos y amigos, disfrutar¨ªa de las fuentes ya sabidas, presumir¨ªa de la mejor colecci¨®n de p¨¢jaros cantores, recorrer¨ªa el mismo bosque en busca de las hierbas curanderas de mi abuela y me escapar¨ªa hasta el r¨ªo para pescar barbos o carpas en el pantano.
Hoy, todav¨ªa sin fecha para el regreso, tengo dificultades para distinguir a los ¨¢rboles, est¨¢n prohibidas las jaulas y se me han olvidado las rutas que cre¨ªa haber memorizado porque las referencias son los cercados de ganado y las casas de turismo rural; solo resisten ¡ª-cuesti¨®n de fe¡ª las ermitas de Santa Margarita y del Remei. El ruido de las motos y el zumbido de las bicicletas alterna con el relinchar de los caballos por los senderos del Llu?an¨¨s.
Me di cuenta de que yo tampoco era el mismo el d¨ªa en que la picada de un t¨¢bano me doli¨® m¨¢s que la de una abeja, sin que todav¨ªa sepa si obedece al cambio clim¨¢tico, a mi sistema inmunol¨®gico o a que los insectos son cada vez m¨¢s fuertes y yo m¨¢s d¨¦bil. Nada que ver con aquel joven que ayudaba a su padre a repartir el esti¨¦rcol por el campo al tiempo que abat¨ªa a los dichosos t¨¢banos con una palmada de pay¨¦s. El pueblo ha mutado y perdido figuras que le daban personalidad como Ramon Matavera, el exalcalde y juez de paz fallecido hace poco, conversador inagotable con una vocaci¨®n de servicio ¨²nica, m¨¢s pendiente incluso de los vecinos que de su casa, hombre de bien, ocupado siempre por la evoluci¨®n de Perafita. La ¨²ltima vez que nos vimos debatimos sobre el movimiento de gente en la comarca y la necesidad de organizar el territorio del Llu?an¨¨s.
No tuvimos tiempo para comentar que el teletrabajo ha generado una ¡°fantas¨ªa campestre¡± ¡ªexpresi¨®n acu?ada por la periodista Laura Serra en El 9 Nou¡ª, una marcada tendencia a mitificar el modus vivendi de los pueblos en oposici¨®n al de la ciudad sin reparar en los inconvenientes, ni siquiera el de renunciar al anonimato que concede Barcelona, como si se pudiera vivir a la carta, sin lo que molesta. No es lo mismo el descubrimiento y la llegada que la estancia, despertar con el canto del gallo cada d¨ªa o el fin de semana, comer carne u oler mierda, descansar que trabajar. Tanto boato ha aumentado mi inquietud sobre la conveniencia de ir sin demora al reencuentro con Perafita, porque no me hab¨ªa enterado hasta ahora de lo que me estaba perdiendo, o por contra es preferible aguardar todav¨ªa un tiempo para agrandar el sue?o del pueblo que me gustar¨ªa encontrar cuando deje de estar a sueldo. Ahora me vale la alternancia, unos d¨ªas en el pueblo y otros en la ciudad, sin querer ser un teletrabajador ni un retirado, hasta que escampe la epidemia. Aunque no s¨¦ qu¨¦ pueblo me encontrar¨¦ con los a?os, ni si sabr¨¦ estar, mi deseo permanece inalterable: siempre quiero ir a Perafita.
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