Los grandes amores suelen terminar mal
Pel¨¦ y la gente del Santos no dejaron de quererse. Lo m¨¢s frecuente, sin embargo, es una ruptura cargada de reproches, como el caso de Alfredo di St¨¦fano, Maradona o Cruyff
No siempre es el caso. La relaci¨®n sentimental entre Pel¨¦ y el Santos fue tan larga y feliz que no concluy¨® nunca. O Rei jug¨® casi 15 a?os en el club de su vida, tuvo una despedida interminable (con gira mundial incluida) cuando las piernas no le daban para m¨¢s, rechaz¨® ofertas de instituciones europeas como el Real Madrid y la Juventus y acab¨® refugi¨¢ndose en el Cosmos neoyorquino para engrosar su cuenta corriente. Pel¨¦ y la gente del Santos no dejaron de quererse.
Lo m¨¢s frecuente, sin embargo, es una ruptura cargada de reproches. Ah¨ª est¨¢ el caso de Alfredo di St¨¦fano, la m¨¢s asombrosa m¨¢quina de fabricar f¨²tbol que han visto las gradas de Chamart¨ªn. Di St¨¦fano fue el principal responsable de que el Real Madrid obtuviera las primeras cinco ediciones de la entonces llamada Copa de Europa e inocul¨® en el madridismo el virus de la victoria: desde Di St¨¦fano, la afici¨®n merengue da por supuesto que lo normal es ganar.
En 1964, despu¨¦s de sumar otro t¨ªtulo de Liga espa?ola y de perder la final de la Copa de Europa ante el gran Inter de Helenio Herrera, el Real Madrid decidi¨® prescindir de su mayor h¨¦roe. Ten¨ªa ya 38 a?os, se hab¨ªa peleado con el t¨¦cnico Miguel Mu?oz y no hab¨ªa comprendido las indirectas de Raimundo Saporta, mano derecha del presidente Santiago Bernab¨¦u. El club ya no le quer¨ªa. Le ofrecieron quedarse en un despachito sin tarea concreta (lo cont¨® muy bien el periodista Alfredo Rela?o), pero Di St¨¦fano era demasiado orgulloso como para dejar que otros decidieran por ¨¦l cu¨¢ndo pod¨ªa abandonar la pr¨¢ctica del f¨²tbol. En agosto de 1964 fich¨® por el Espanyol, donde entrenaba su amigo Ladislao Kubala. Y le envi¨® a Bernab¨¦u un telegrama sangrante, que inclu¨ªa la frase ¡°usted como padre me ha fallado¡±.
Bernab¨¦u, dolido, borr¨® el nombre de la barquita que ten¨ªa en Santa Pola. Su bote de pesca dej¨® de llamarse La Saeta Rubia. El presidente y el futbolista nunca volvieron a dirigirse la palabra. La afici¨®n no lleg¨® a darse mucha cuenta de la trascendencia de aquella despedida, porque en 1966 lleg¨® otra Copa de Europa, la ¨²ltima de Gento, la de los yey¨¦s. Tardaron m¨¢s de 30 a?os en volver a ganarla. Di St¨¦fano volvi¨®, como t¨¦cnico y finalmente como presidente de honor. Eran ya otros tiempos.
La ruptura entre Maradona y el N¨¢poles fue tan especial (un torbellino de drogas y suspensiones) que no vale como ejemplo. S¨ª vale, en cambio, la de Johan Cruyff y el Barcelona. Ahora parece incre¨ªble, porque se recuerda el gran regreso de Cruyff como t¨¦cnico, pero en 1978 el mejor futbolista europeo y la afici¨®n azulgrana se despidieron de una forma g¨¦lida. Cruyff parec¨ªa haber perdido el gusto por el juego. La afici¨®n se sent¨ªa chuleada por un tipo que cada a?o ganaba m¨¢s y hac¨ªa menos. El fervor de 1974, la temporada gloriosa, se hab¨ªa disipado por completo. Hubo pitos, un insulso partido de homenaje y un adi¨®s que, pese a lo ocurrido despu¨¦s, no tuvo nada de ¡°hasta luego¡±. Cruyff sigui¨® siendo un genio, pr¨¢cticamente cuarent¨®n todav¨ªa gan¨® una Liga holandesa con el Feyenoord y se permiti¨® inventar la frivolidad del penalti indirecto. Hicieron falta a?os para que el despecho mutuo entre afici¨®n culer y futbolista se convirtiera en a?oranza.
Leo Messi se ir¨¢ alg¨²n d¨ªa del Barcelona. El futbolista m¨¢s grande de la actualidad subi¨® desde la cantera, pero nunca dej¨® de amar a Newell?s ni de sentirse rosarino. ?C¨®mo ser¨¢ su ¨²ltimo d¨ªa? Quiz¨¢ como el de Pel¨¦ y el Santos. Lo m¨¢s probable, sin embargo, es que las cosas resulten m¨¢s ¨¢speras, porque los grandes amores futbol¨ªsticos suelen terminar mal.
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