La soledad de Riqui Puig
Su penalti, impecable, lo salv¨® de la guillotina, pero todos los abrazos de la excitaci¨®n final se los llev¨® Ter Stegen, el rey de la noche
La mancha
De la competitividad del Atl¨¦tico de Madrid habla la tabla de clasificaci¨®n. De su estilo, basta con decir que es el de Simeone. El Atl¨¦tico-Sevilla fue una buena muestra. Un Atl¨¦tico desatado llegaba con mucha gente a posiciones de ataque hasta que lleg¨® el gol de Correa y el Cholo mand¨® a parar. A partir de entonces, los extremos doblaron a los laterales y un impecable mecanismo de relojer¨ªa defensivo se dedic¨® a aguantar el resultado. El Sevilla intentaba cavar por todos los medios, pero una y otra vez la pala se encontraba con la roca y, como la desesperaci¨®n regala espacios, termin¨® recibiendo el segundo gol. Otra v¨ªctima del Atl¨¦tico de siempre, ese que hiere m¨¢s con el escudo que con la lanza y que este a?o parece m¨¢s fiable que nunca. Un pragmatismo l¨ªcito hasta que desaparecen los recogepelotas y uno apaga el televisor pregunt¨¢ndose: ?es necesario manchar tanto esfuerzo?
Supercopa: primera semifinal
Bar?a y Real Sociedad convirtieron el campo en un latifundio y protagonizaron un partido de apasionante ida y vuelta. No hubo m¨¢s goles porque de la ambici¨®n tambi¨¦n participaron los porteros en una noche inspirad¨ªsima. Hasta que el latifundio se redujo a once pasos en una tanda de penaltis. El ¨²ltimo penalti le correspondi¨® a Riqui Puig, que decidi¨® jugar con fuego: ¡°Lo tiro yo¡±. Poner a un jugador ninguneado y joven ante esa responsabilidad no pareci¨® una apuesta razonable de Koeman. En el camino desde el centro del campo hasta el punto de penalti, Riqui habr¨¢ sentido lo que en la armada se conoce como la soledad del comando. En ese paseo se hizo mayor. El lanzamiento, impecable, lo salv¨® de la guillotina, pero todos los abrazos de la excitaci¨®n final se los llev¨® Ter Stegen, el rey de la noche. ?Y la recompensa de Riqui? La mejor: sentirse ¨ªntimamente orgulloso por asumir el riesgo de una aventura inolvidable.
Segunda semifinal
Como si la covid fuera un problema insuficiente, lleg¨® la nieve y comprobamos que el resistente y salvaje f¨²tbol de siempre se nos est¨¢ poniendo finolis. El Madrid jug¨® en Pamplona arrastrando los pies por el descontento con la Liga y la pol¨¦mica por el accidentado viaje acompa?¨® al equipo hasta M¨¢laga. Ese pre¨¢mbulo no fue el mejor para entrar al partido frente al Athletic con la determinaci¨®n necesaria. Un Madrid distra¨ªdo e indeciso perdi¨® balones, perdi¨® disputas y perdi¨® orden. El Athletic le cort¨® los circuitos de juego con una inesperada presi¨®n adelantada y una previsible actitud voraz. Cuando el Madrid lo entendi¨® hab¨ªan pasado 45 minutos y perd¨ªa 2 a 0. Hac¨ªa falta remontar, pero las gestas necesitan de inspiraci¨®n y hasta del empuje de una afici¨®n. Como faltaron las dos cosas, la reacci¨®n alcanz¨® para que el partido ganara en emoci¨®n, pero no para arruinarle la fiesta a un Athletic heroico.
Supercopa con mensaje
Al Athletic le espera la final despu¨¦s de eliminar al Madrid, y a la Real solo la par¨® Ter Stegen en su excepcional partido frente al Bar?a. Fue una semana que fortaleci¨® la tradici¨®n del f¨²tbol espa?ol y del orgulloso f¨²tbol vasco en particular. Que una comunidad de algo m¨¢s de dos millones de habitantes albergue a cuatro equipos de Primera Divisi¨®n es un triunfo de la gesti¨®n y del f¨²tbol como bien cultural. Frente a la imparable potencia de la globalizaci¨®n, que solo bendice proyectos grandiosos, y la amenaza de la Superliga, que solo beneficiar¨¢ a la aristocracia millonaria del f¨²tbol, persiste la fuerza de la identidad reclamando su rom¨¢ntico lugar de siempre dentro y fuera del campo. Eso celebraron esta semana Athletic y Real Sociedad, gritando que el f¨²tbol es un sentimiento mucho antes que un negocio.
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