El Leicester o c¨®mo dejar en calzoncillos a Lineker

Vista desde Londres, Leicester es una ciudad m¨¢s bien anodina en el centro geogr¨¢fico de Inglaterra, atravesada por las dos grandes l¨ªneas ferroviarias y automovil¨ªsticas que cruzan el pa¨ªs de Norte a Sur y de Este a Oeste. Para los locales, es la capital de las East Middlands, la regi¨®n que ha dado al mundo los fabulosos quesos azules de Stilton, la cuna de Thomas Cook (el hombre que invent¨® los paquetes tur¨ªsticos), una ciudad dos veces milenaria en la que el rey Ricardo III pas¨® su ¨²ltima noche antes de morir en la batalla de Bosworth en 1485 (sus restos fueron encontrados en 2012 durante unas obras en el centro de la ciudad).

Es tambi¨¦n la ciudad de las patatas fritas Walker, la que tiene m¨¢s sem¨¢foros de Inglaterra, cuna del movimiento a favor del derecho a voto de las mujeres, con una larga tradici¨®n de refugiar a disidentes y con tal diversidad racial que acoge el mayor festival hind¨² Diwali que se celebra fuera de la India.

Leicester prosper¨® en el siglo XIX de la mano del Grand Union Canal que la une con Londres al Sur y Birmingham (1,1 millones de habitantes) al Oeste y supo tejer una econom¨ªa diversificada aunque basada, sobre todo, en el textil, que le permiti¨® sortear la brusca decadencia de las ciudades mineras o de industrias pesadas del Norte de Inglaterra en la segunda mitad del siglo XX.

A pesar de esas virtudes, figur¨® en el puesto 101 en un listado de calidad de vida en 138 ciudades brit¨¢nicas elaborado en el ya un poco lejano 2015. Hay desgracias m¨¢s recientes, como las p¨¦simas condiciones de trabajo de sus talleres textiles, considerados el foco que dio paso a un cierre total de la ciudad el verano pasado por la covid-19.

Pero nada de eso puede oscurecer el hecho de que, por encima de todo, Leicester tiene su lugar en la historia por ser la cuna de la lengua inglesa. Fue all¨ª, hace ya m¨¢s de 1.000 a?os, donde los guerreros vikingos y anglosajones superaron sus diferencias y empezaron a convivir, unificando sus costumbres y tambi¨¦n sus lenguas, dando paso al ingl¨¦s moderno.

Algo parecido ocurre en el mundo del f¨²tbol. El Leicester City FC es tambi¨¦n anodino, pero feliz: siempre en primera o en segunda divisi¨®n (salvo en la reciente temporada 2008-09, cuando jug¨® en el tercer nivel), ha sido siete veces campe¨®n de Segunda. Pero, al igual que la ciudad, puede presumir de una gesta monumental: su inesperado triunfo en la Premier de la temporada 2015-16, con Claudio Ranieri en el banquillo y jugadores hasta entonces desconocidos como Riyad Mahrez (ahora en el Manchester City), Jamie Vardy (fiel al Leicester) o N¡¯Golo Kant¨¦ (que se fue pitando al Chelsea).

Ese triunfo del Leicester City es solo comparable a la gesta anterior de su gran rival, el Nottingham Forest, que gan¨® la liga de la temporada 1977-78 al a?o siguiente de ascender de Segunda (y luego la Copa de Europa dos veces seguidas). Hay dos formas de medir ese cataclismo futbol¨ªstico. Una, el ataque de nervios en las casas de apuestas que a principios de la temporada hab¨ªan prometido pagos de 5.000 libras a 1 si el Leicester ganaba la Premier. Otra, ver a Gary Lineker cumplir su promesa de presentar en calzoncillos su programa de la BBC. Hijo de Leicester, Lineker trabajaba en el puesto de frutas de sus padres en el mercado de la ciudad antes de triunfar como futbolista en el Leicester, el Bar?a, el Tottenham e Inglaterra.

Contra el pron¨®stico de muchos, el Leicester City sigue en la parte alta de la tabla. El a?o pasado perdi¨® en las ¨²ltimas jornadas un puesto en la Champions. Este a?o, ese vuelve a ser su objetivo. El Manchester City le dio el s¨¢bado un aviso (gan¨® 0-2 en el King Power Stadium), pero con Brendan Rodgers en el banquillo y Vardy todav¨ªa en el campo, los Zorros aspiran a codearse de nuevo con la ¨¦lite europea.

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