La Superliga consagra un tiempo lamentable
Es la ¨¦poca que bendice el poder de unos pocos y convierte al resto en s¨²bditos
La nueva Superliga europea, organizada por una asociaci¨®n de 12 clubes, entre los cuales figuran Real Madrid, FC Barcelona y Atl¨¦tico de Madrid, cambia de un plumazo la escala del f¨²tbol, que adquiere la estructura vertical y clasista del absolutismo aristocr¨¢tico y abandona la pulsi¨®n transversal y hasta cierto punto solidaria que lo presidi¨® desde su fundaci¨®n en el siglo XIX.
Es un abandono trist¨ªsimo, pero inevitable. Sin la menor consideraci¨®n, no ya ¨¦tica, sino est¨¦tica, el anuncio de la creaci¨®n de este exclusivo club de fumadores se ha producido en el horror de una pandemia. Se corresponde con unos tiempos salvajes, definidos por la codicia y la desigualdad. Es la ¨¦poca que bendice el poder de unos pocos y convierte al resto en s¨²bditos, obligados a doblar el espinazo y expresar el agradecimiento por su lamentable realidad.
Presidida por Florentino P¨¦rez, estratega y principal impulsor de la idea, la Superliga es el lujoso juguete de un peque?o grupo de oligarcas, banqueros, jeques y prebostes del dinero, la mayor¨ªa de ellos procedentes de lugares sin apenas tradici¨®n en el f¨²tbol, respaldados con toda probabilidad por los gigantes de la comunicaci¨®n que han surgido del boom tecnol¨®gico y por los ubicuos fondos de inversi¨®n, que han detectado en el f¨²tbol sus inmensas posibilidades de negocio.
El resultado es una embestida a la esencia del f¨²tbol, construido sobre el meritoriaje, la diversidad competitiva y las clasificaciones sin fondo plano. Ser¨¢ devastador para las competiciones nacionales, la formaci¨®n de jugadores y la malla que este juego construye a todos los niveles. Sometidos a un tajo brutal en el dinero procedente de la televisi¨®n y sin vuelo en las expectativas, los clubes se abocan a la invisibilidad.
El mayor cisma
Con la vanidad que caracteriza a las ¨¦lites, los dirigentes de la nueva Superliga no tienen problema alguno en atribuirse un papel ejemplarizante. Los mismos due?os que han disparado la inflaci¨®n en el f¨²tbol, han elevado al mundillo de intermediarios a la categor¨ªa de industria y han endeudado a sus clubes hasta las cejas, pretenden aparecer como magos de la gesti¨®n. Clubes que presumen de ser m¨¢s que un club, de caminar con su gente hasta el fin del mundo, de proclamarse portadores de valores eternos, no tienen problema alguno en convertirse en una simple unidad corporativa, al modo Wall Street.
Clubes que presumen de ser m¨¢s que un club, de proclamarse portadores de valores eternos, no tienen problema en convertirse en una simple unidad corporativa
Atr¨¢s dejan el mundo que les hizo relevantes, a los equipos que les ayudaron con su rivalidad a edificar su prestigio, a los que un d¨ªa fueron tan grandes como ellos y ahora son anecd¨®ticos ¡ªel Real Madrid estableci¨® su mito europeo ganando finales al Stade de Reims, Fiorentina, Eintracht de Frankfurt o Partiz¨¢n de Belgrado; el Bar?a logr¨® su primera Copa de Europa contra el Sampdoria¡ª, a los que pagan la peque?ez de sus mercados, caso del Ajax, Oporto o Benfica, colosos que s¨®lo podr¨¢n ingresar por invitaci¨®n en la nueva cofrad¨ªa, a pesar de que algunos de sus integrantes no hayan ganado jam¨¢s la Copa de Europa o no registren un t¨ªtulo de Liga desde hace 60 a?os (Tottenham Hotspur).
En el mayor cisma de la historia del f¨²tbol, se anticipa un combate sin tregua, con amenazas de sanci¨®n, calvario jur¨ªdico, incertidumbres profesionales y fatiga de los aficionados. Voces importantes se han elevado contra la Superliga ¡ªBoris Johnson en el Reino Unido, Macron en Francia, el Bayern y el Borussia Dortmund, las ligas inglesa, espa?ola, francesa, italiana y alemana¡ª, pero otros actores hablan con la boca peque?a, especulan su posici¨®n, consideran su estrategia o directamente se callan. Probablemente sospechan que no hay vuelta atr¨¢s: estos tiempos favorecen el exclusivismo y detestan la armon¨ªa.
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