El ciclismo salda su deuda con Egan Bernal
El l¨ªder del Giro de Italia luce la maglia rosa en todo su esplendor al ganar en solitario la etapa recortada de los Dolomitas
Cuando a¨²n las monta?as p¨¢lidas son, en el horizonte, una masa de nubes bajas que dejan ver, espectrales, algunos abetos picudos, manchas de hielo, algo de piedra, el Giro pasa junto al Nevegal de Alberto Contador y llega a Belluno, el pueblo de Dino Buzzati, el desierto de los t¨¢rtaros del escritor que cuando hac¨ªa cr¨®nicas del Giro hablaba del ciclismo como la ilusi¨®n de los corazones sencillos. Y al cronista que mejor narr¨® la lucha y la victoria de Fausto Coppi, Aquiles, contra Gino Bartali, H¨¦ctor, le habr¨ªa gustado la mirada clara tras las gafas transparentes, los ojos so?adores, de Antonio Pedrero, y su coraz¨®n se anima en los Dolomitas. Pedrero ama la lluvia como Charly Gaul, y el fr¨ªo, y las monta?as que se ocultan este d¨ªa de finales de mayo detr¨¢s de unas nubes pegadas a la tierra, enrolladas en los montes como bufandas de lana y est¨¢ en la fuga porque tambi¨¦n ama sus subidas. Le habr¨ªa gustado que no borraran del men¨² las subidas a la Marmolada por la Malga Ciapela y al Pordoi que engrandeci¨® Coppi, pero pedalea tan duro como cuando mantuvo a raya a Nibali en el Mortirolo helador hace un par de a?os o cuando tiraba del pelot¨®n de su Carapaz de rosa en el paso Rolle y los abetos abatidos de Stradivarius.
Pedrero marcha delante de todos, sin tirar de nadie ya, libre, en las primeras rampas del Giau, la cima Coppi, el puerto m¨¢s alto del Giro (2.233 metros), el ¨²nico gigante dolom¨ªtico que resisti¨® la tala de la etapa decretada por la organizaci¨®n. Lo hizo, cercen¨® la etapa reina oficialmente para proteger a los corredores en los peligrosos descensos del fr¨ªo y la lluvia, pero, en realidad, y as¨ª lo reconoce Mauro Vegni, el director de la carrera, solo se pliega al chantaje de algunos jerarcas del pelot¨®n que le amenazan con plantar la carrera en la cima de la Marmolada si no la eliminaba, y tambi¨¦n el Pordoi. ¡°Y no tiene sentido hablar con los equipos¡±, dice Vegni en la RAI. ¡°Todos me dicen que est¨¢n de acuerdo con hacer la etapa completa, pero despu¨¦s llegan sus corredores y hacen lo contrario¡±. Y Vegni dice, resignado, que qu¨¦ le vamos a hacer, ¡°as¨ª es el nuevo ciclismo¡±.
Pedrero se cree con derecho a la victoria ¨Ctotal, solo tiene que subir 10 kil¨®metros y bajar 18¡ªporque es de los antiguos, del viejo ciclismo, pero no tan antiguo, seguramente, como Egan Bernal, con quien el ciclismo tiene una deuda de gratitud que el ni?o maravilla de Zipaquir¨¢ se cobra, y su tez y su mirada est¨¢n m¨¢s vivas, m¨¢s j¨®venes que nunca, la alegr¨ªa, empieza a cobrarse en cuanto se empina el Giau. Despu¨¦s de que los EF de Hugh Carthy hayan hecho el trabajo m¨¢s dif¨ªcil, descremar al pelot¨®n, hacer sufrir a Simon Yates, desembarazarse del desafortunado Vlasov (al irse a poner el chubasquero, al ruso se le engancha la prenda en el cambio, y le hace un destrozo), dejar el ring casi limpio para el mano a mano final, Egan le pide a su fiel Dani Mart¨ªnez un aceler¨®n, y de ¨¦l salta. Solo Carthy intenta seguirle. Se pega a su rueda y aguanta, aguanta.
Cuando Buzzati, el Giro no era televisi¨®n sino radio, palabra e imaginaci¨®n, y as¨ª es el Giro cuando el ataque de Egan a seis kil¨®metros de la cima del Giau. Con nubes tan bajas los helic¨®pteros no tienen permiso para volar. No hay im¨¢genes. Solo las voces de periodistas a moto que van cantando los segundos de diferencia, que cuentan que Egan ya est¨¢ solo, que ha superado a Pedrero, que detr¨¢s, uno a uno, sobreviven como pueden Caruso, el siciliano que se ha afeitado el bigote rojo; el franc¨¦s Bardet, y m¨¢s atr¨¢s Ciccone, Carthy, Vlasov¡ Yates¡ Todos los grandes del Giro, rendidos. En la general, el segundo, Caruso, est¨¢ a 2m 24s; Carthy, a 3m 40s; Vlasov, a 4m 18s, y 2s m¨¢s lejos, Yates. ¡°Esta ventaja me deja en una situaci¨®n ¨®ptima¡±, dice el l¨ªder. ¡°Aunque tenga un d¨ªa malo creo que podr¨¦ gestionarla¡±.
La anulaci¨®n, tras una tormenta, de la subida final a Tignes en el Tour priv¨® a Bernal, quiz¨¢s, del derecho a ganar la etapa el d¨ªa de su coronaci¨®n. La casi anulaci¨®n de la etapa reina del Giro habr¨ªa privado a Egan de otro privilegio de campe¨®n, el de ganar una gran etapa solo y luciendo el maillot de l¨ªder, la maglia rosa que lleva oculta durante su ataque debajo de un fino chubasquero negro que le protege de la poca lluvia que a¨²n cae. Las im¨¢genes han vuelto cuando Egan entra en Cortina d¡¯Ampezzo. Quedan 500 metros para la meta. Se oye que el segundo, Caruso, marcha a 30s con Bardet. Egan tiene tiempo para hacer lo que hay que hacer, lo que nadie ha hecho antes, el gesto que marca el d¨ªa y, quiz¨¢s, su Giro. Levanta las manos del manillar y sin dejar de pedalear se deshace ceremoniosamente del chubasquero, que arrebuja y se lo mete por la espalda entre la maglia y el culotte. Y de rosa pleno levanta luego los brazos y grita feliz, s¨ª¨ª¨ª¨ª¨ª, y lanza el pu?o derecho al aire, el golpe de gracia, la mayor demostraci¨®n de alegr¨ªa. ¡°Deb¨ªa hacerlo. Era mi deber aunque me costara algunos segundos¡±, dice. ¡°No se gana todos los d¨ªas, ni todos los d¨ªas se gana con la maglia rosa. Quer¨ªa que se viera¡±.
A Egan le preguntan despu¨¦s por Pantani, la obsesi¨®n italiana, y Egan responde que le emocion¨® que la gente en las cunetas le llamara Pantani. ¡°Y¡±, dice. ¡°No tengo nada ciclista en mi casa, ni siquiera una foto m¨ªa en bicicleta, pero s¨ª que tengo una caricatura de Pantani¡¡± Y quiz¨¢s al Pirata le acompa?ar¨¢ la foto que m¨¢s amar¨¢ el colombiano que naci¨® tambi¨¦n un 13 de enero, la foto de su victoria de rosa a cinco etapas del final de su Giro. ¡°Quer¨ªa dar espect¨¢culo¡±, admite. ¡°Homenajear al Giro y a los Dolomitas con una etapa dura, al ataque, sin calcular. Era un riesgo, pero hab¨ªa que hacerlo¡±.
¡°Me habr¨ªa gustado la etapa entera¡±
¡°Estaba preparado para todo, pero me habr¨ªa gustado m¨¢s para el espect¨¢culo que se hubiera desarrollado completa, tal como estaba prevista, y porque pensaba que siendo m¨¢s corta ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de controlar¡±, dice Egan Bernal sobre el recorte por malas condiciones meteorol¨®gicas en las monta?as de 60 kil¨®metros y dos puertos, Marmolada y Pordoi, de la etapa dolom¨ªtica. ¡°Pero hab¨ªa otros ciclistas con otras ideas y no quer¨ªa ser yo el que impusiera sus ideas¡±.
Tambi¨¦n el ingl¨¦s Hugh Carthy, el ciclista que puso a su equipo a tope para atacar, y fue atacado, defend¨ªa la integridad de una etapa que, a las nueve de la ma?ana, fue recortada por la organizaci¨®n. El director del Tour, Mauro Vegni, precis¨® que lo peligroso eran los descensos y que hab¨ªa que pensar en la seguridad de los ciclistas.
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