Como Dios, Tadej Pogacar tambi¨¦n se cansa
Acalorado y sediento, el esloveno, que ganar¨¢ el domingo en Par¨ªs su segundo Tour de Francia a los 22 a?os, no le pelea a Van Aert la victoria en la contrarreloj
Quien razona siempre dice que la ¨²ltima contrarreloj de un Tour de Francia no sirve sino para pasar revista al cansancio con el que acaban los protagonistas, y exhibe la imagen de Wout van Aert, fresco como una lechuga en Saint ?milion, donde el belga ha ganado, manguita corta de veraneante en terraza al atardecer y un blanco bien fr¨ªo en la copa, y la contrapone a la de Tadej Pogacar, acalorado como un plant¨®n de la gendarmer¨ªa condenado a vigilar un cruce al sol hora tras hora, devorando botellas de agua en la meta, manga larga, guantes de esquiador, maillot amarillo en relieve, y pasa tanta sed que hasta prefiere perder unos segundos durante la contrarreloj, sacar del cuadro escondida la m¨ªnima botellita de agua y beber y beber, y refrescar la boca seca, y dejar de pedalear unos metros, antes que perecer.
Para quien sue?a y no admite que el final del Tour deje ya todo escrito, y que no haya un cap¨ªtulo m¨¢s, please, la ¨²ltima contrarreloj es siempre un amuse bouche, un aperitivo, un pr¨®logo del Tour siguiente, del ciclismo que viene, y del cansancio insolado de Pogacar entre los vi?edos de Pomerol, N¨¦ac, Lussac y el Grand Ch?teau de Corbin Despagne, y la brisa que quema y molesta, su cara tan blanca invadida por el rojo gamba de los turistas ingleses que no saben lo que es el sol y solo beben pintas en las terrazas sin sombrilla, solo pueden concluir que el esloveno demoledor es humano porque se cansa, como Dios, quien tambi¨¦n se tom¨® un d¨ªa de descanso durante su creaci¨®n. Cuando la naturaleza se mezcla, se rebela y delata que nadie, ni Pogacar, es un robot, aunque lo parezca, ni los datos, los vatios, la posici¨®n y el sentido del relieve de los tejidos no vale m¨¢s que para consolarse, para pensar que podr¨ªa haber ido peor.
El esloveno, que suele clavar sus vatios sobre los de su compa?ero de habitaci¨®n Mikkel Bjerg con un peque?o tanto por ciento de mejora, no solo no gan¨® ni termin¨® entre los tres primeros tras los 30,8 kil¨®metros de saturaci¨®n de majuelos, sino que acab¨® octavo, 5s m¨¢s lento que su referencia Bjerg. ¡°As¨ª de cansado acab¨¦¡±, dice, ¡°de un Tour en el que desde la primera etapa se ha corrido a tope todos los d¨ªas¡±. Y ni siquiera su m¨ªtica flexibilidad de pelvis que le permite doblarse y no forzar los isquios en los momentos de m¨¢xima velocidad, marca la diferencia. Hay una generaci¨®n de especialistas en el doblez de su cuerpo, modelo Castroviejo, que, desde detr¨¢s de las altas vallas, muchas veces solo se ve pasar un casco aplanado contra el suelo, reptando como platijas en el fondo arenoso del mar.
Hay partido, sue?an los so?adores, como se quer¨ªa so?ar anta?o que el Abraham Olano ganador en Disneylandia de la contrarreloj del Tour del 97 era un anuncio de una grandeza que no lleg¨® en el 98; como se supo que Miguel Indurain ganar¨ªa el oro en los Juegos de Atlanta 96 por c¨®mo qued¨® segundo en la ¨²ltima contrarreloj de su ¨²ltimo Tour, el sexto que no gan¨®. No importan nada las referencias del pasado para quien desea que el deporte solo sea ilusi¨®n y sentimientos. Solo lo que viene vale. Y no solo le complicar¨¢ la obra Van Aert, el ciclista total, ganador en el Ventoux, ganador de la contrarreloj, ganador, los pasados Tours de tres etapas de abanicos y sprint, sino tambi¨¦n su compa?ero de Jumbo Jonas Vingegaard, al que tan bien ha guiado, un l¨ªder de repuesto tras el abandono de Primoz Roglic con un gregario fabuloso.
En Vingegaard todo parece un trampantojo de ligereza, poca cosa, como sus bracitos enga?osamente flacos pues se fortalecieron a?os manejando hachas y sierras para despedazar pescados en la factor¨ªa de pasta de pescado del norte de Jutlandia a la que entraba a trabajar de madrugada como Vittorio Adorni, un grande del pasado, madrugaba para moler trigo duro en la f¨¢brica de espaguetis Barilla en Parma. ¡°Y como madrugaba tanto, lo ¨²nico que me apetec¨ªa al salir era coger la bicicleta e irme a entrenar cuatro, cinco horas todos los d¨ªas¡±, dice Vingegaard, de 24 a?os, mientras, entre frase y frase se llena la boca voraz de pasta fr¨ªa, la comida del d¨ªa, un par de horas despu¨¦s de calentar en un ambiente ¨¢rtico de pescader¨ªa destartalada, heladora, con su chaleco de hielo, mientras, a su lado, Pogacar se come el sol sin protecci¨®n. ¡°Y con el trabajo duro y el entrenamiento me hice tan fuerte, tan resistente¡±.
Despu¨¦s de Pogacar, Van Aert ha sido el ciclista m¨¢s impresionante del Tour (Van der Poel no cuenta, se retir¨® a la semana), y se ilusiona como los so?adores con llegar un d¨ªa a disputar la victoria final del Tour. ¡°Ser¨¢ muy dif¨ªcil esa pelea, pero antes de emprenderla quiero alcanzar todos mis objetivos, ganar las grandes cl¨¢sicas flamencas y otras¡±, dice, y todo el mundo sabe, que m¨¢s que llenar el palmar¨¦s le motivan sus pulsos con Van der Poel. ¡°Y cuando me canse de cl¨¢sicas ya emprender¨¦ la transformaci¨®n del cuerpo que me haga mejor escalador¡±.
Despu¨¦s de Pogacar, Vingegaard fue el m¨¢s duro en la monta?a y en la contrarreloj, pero termin¨® el Tour a m¨¢s de cinco minutos del esloveno, ¨¢ngel exterminador los d¨ªas de lluvia en los Alpes. ¡°No me enga?o¡±, dice el dan¨¦s. ¡°S¨¦ que Pogacar no ha disputado a tope la contrarreloj porque ya ten¨ªa el Tour ganado, pero he terminado tan fuerte que este d¨ªa me hace ganar fe de cara al futuro. Me puedo decir que no es imbatible¡±.
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