Los h¨¦roes del alpinismo moderno
Terray, Lachenal y R¨¦buffat, nacidos hace 100 a?os, conquistaron el primer ochomil con una filosof¨ªa hoy vigente
En 1921 se celebr¨® el primer siglo de existencia de la Compa?¨ªa de Gu¨ªas de Chamonix, pero si cabe recordar ese a?o no es tanto por dicha efem¨¦ride sino por el nacimiento de tres figuras (que luego se convertir¨ªan en gu¨ªas) que marcar¨ªan el alpinismo tras la Segunda Guerra Mundial: los franceses Lionel Terray, Louis Lachenal y Gaston R¨¦buffat. No puede ser casualidad que los tres iconos naciesen en 1921. En 2021, Chamonix sigue celebrando estos d¨ªas dos siglos de existencia de su c¨¦lebre compa?¨ªa, momento id¨®neo para recordar que tambi¨¦n se cumplen 100 a?os del nacimiento de estas tres figuras clave para entender el alpinismo tal y como se lee hoy en d¨ªa. Terray representa el visionario, el cerebro, el ide¨®logo; Lachenal, el genio y la velocidad; R¨¦buffat, la elegancia y la reflexi¨®n. Terray figura en el v¨¦rtice superior de un tri¨¢ngulo m¨¢gico, primero tirando del lado de R¨¦buffat y, m¨¢s tarde, formando una cordada de ensue?o con Lachenal.
La famosa expedici¨®n al Annapurna de 1950, de la que los tres formaron parte, deriv¨® en la conquista de la primera monta?a de m¨¢s de 8.000 metros, pero dinamit¨® sus existencias y los acab¨® separando para siempre. Los libros escritos por los tres forjaron un modelo: no hab¨ªa aspirante a alpinista que no desease poseer su pasi¨®n, su gusto por la aventura o la conquista, su sentido profundo y aut¨¦ntico de la amistad. De haberlos conocido, John Ford hubiera filmado un western legendario.
En 1941, Terray y R¨¦buffat se conocen en Juventud y Monta?a, instituci¨®n de corte militar, donde el primero sorprende al segundo con una concepci¨®n del alpinismo adelantada a su ¨¦poca. Amigos, comparten el trabajo en la granja de Terray en Les Houches: esa vida no les entusiasma, pero est¨¢n en el lugar perfecto para escalar y juntos descubren el terreno de juego alpino. Terray es adem¨¢s un esquiador excepcional, da clases en invierno y, como R¨¦buffat, quiere vivir por y para la monta?a. En 1946, Terray conoce a Louis Lachenal. Nunca dejar¨¢n de ser amigos. De la mano, baten r¨¦cords de velocidad en las caras norte alpinas y firman la segunda ascensi¨®n de la terrible cara norte del Eiger. Es la cordada so?ada, la que revigoriza el ritmo del alpinismo con un impulso diferente.
Terray defin¨ªa as¨ª a Lachenal: ¡°Fue el alpinista con m¨¢s talento que jam¨¢s conoc¨ª, un virtuoso, un genio. Los tiempos que era capaz de completar eran sencillamente incre¨ªbles: la s¨¦ptima ascensi¨®n de la cara noreste del Badile en siete horas y media, ?cuando las seis cordadas precedentes hab¨ªan tardado 20! Podr¨ªa rellenar p¨¢ginas y p¨¢ginas con las v¨ªas que repiti¨® rebajando el mejor tiempo a la mitad o incluso m¨¢s. No realiz¨®, ni intent¨® primeras ascensiones [salvo la del Annapurna] porque en su concepci¨®n del alpinismo no persegu¨ªa las escaladas de gran dificultad sino los grandes recorridos alpinos donde buscaba la perfecci¨®n est¨¦tica y t¨¦cnica, ir m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo¡±.
Cuando lleg¨® la fiebre nacionalista por conquistar los ochomiles del planeta, Francia organiz¨® una gran expedici¨®n escogiendo a sus ¨¦lites. Terray, Lachenal y R¨¦buffat no pod¨ªan faltar. Maurice Herzog y Louis Lachenal firmar¨ªan la primera ascensi¨®n a un ochomil, el Annapurna, pero solo sobrevivieron gracias a la ayuda de R¨¦buffat y Terray. Herzog se llev¨® la fama, un puesto en el Gobierno y la amputaci¨®n de los dedos de las manos. Sin apenas reconocimiento p¨²blico, Lachenal perdi¨® todos los dedos de los pies y entreg¨® su vida de alpinista. ¡°La monta?a no era mi pasatiempo dominical: era la vida que me pertenec¨ªa¡±, dir¨ªa entre operaci¨®n y operaci¨®n. Necesitaba comprensi¨®n, al menos. El sufrimiento tiene una imagen: Lachenal, apenas un saco de huesos incapaz de caminar y con los pies vendados y congelados, en brazos de Terray tras bajarse del avi¨®n en Par¨ªs. Entre quir¨®fano y rehabilitaci¨®n, Lachenal descubri¨® la velocidad y los coches. En 1955 se rompi¨® el cuello cuando descend¨ªa esquiando el valle blanco de Chamonix y empezaba a so?ar con recuperar cierta vida de alpinista.
El Annapurna catapult¨®, en cambio, a Lionel Terray. Logr¨® dejar su huella en casi todas las grandes monta?as del planeta: entre 1952 y 1964 logra las primeras ascensiones del Fitz Roy (Patagonia), del Chomo Lonzo, del Makalu, del Jannu (Himalaya), del Chacraraju y del Taulliraju (Andes de Per¨²) y del Mount Huntington (Alaska). En el Jannu, logr¨® filmar por vez primera a m¨¢s de 7.000 metros, regalando para la posteridad unas im¨¢genes alucinantes en la afilad¨ªsima arista final. De car¨¢cter severo y a menudo inflexible, impuso la presencia en la expedici¨®n de Jean Ravier, despreciado por el ala financiera y gestora de la expedici¨®n por su procedencia pirenaica (durante a?os, en Chamonix se ningune¨® a todo aquel que no fuese del valle) y se asegur¨® de que los dos sherpas de la expedici¨®n tambi¨¦n conociesen el ¨¦xito de pisar la cima. Terray sol¨ªa decir de s¨ª mismo que con sus 80 kilos, y sus brazos anormalmente cortos, combat¨ªa la roca en vez de escalarla: ¡°Estoy morfol¨®gicamente mal hecho para escaladas extremas¡±.
Cuando regres¨® del Huntington, en 1964, su mujer, Mariane, fue entrevistada en televisi¨®n e inevitablemente se le pregunt¨® si tem¨ªa por la vida de su marido: ¡°S¨¦ en qu¨¦ momento ha de regresar a casa, y mientras no se demore, no me preocupo. Evidentemente, cada vez que se retrasa me digo: ?ser¨¢ hoy, quiz¨¢?¡±. Un a?o m¨¢s tarde, su cuerpo y el de su joven amigo gu¨ªa Marc Martinetti fueron hallados a los pies de una pared de 300 metros, no muy lejos de donde Terray creci¨®: no se sabe qu¨¦ pudo ocurrir, pero s¨ª que ambos estaban a punto de acabar su escalada y que murieron a las 18.30, hora fijada en sus relojes rotos. Su obra Los conquistadores de lo in¨²til se convirti¨® en una pieza de culto, el manual humano para abrazar el alpinismo. En su funeral, Maurice Herzog dijo: ¡°Ning¨²n conquistador result¨® m¨¢s ¨²til: sin ¨¦l, seguir¨ªa en el fondo de una grieta en el Annapurna. Hab¨ªa aceptado envejecer y le dije a un amigo com¨²n: he aqu¨ª un gran alpinista que va a sobrevivir¡¡±. Terray hab¨ªa renunciado, a sus 44 a?os, a las grandes expediciones, pero no a la vida vertical, y su muerte tard¨® en asumirse: lleg¨® a parecer mucho m¨¢s fuerte que la monta?a.
Gaston R¨¦buffat regres¨® asqueado del Annapurna en 1950. Las largas esperas le aburrieron y el alpinismo nacionalista y de conquista le satur¨® as¨ª como el deseo de gloria de algunos (Herzog). A su vuelta decidi¨® no participar en m¨¢s expediciones, y consagrarse a difundir su pasi¨®n por las monta?as a trav¨¦s de su oficio de gu¨ªa, de sus numerosos libros, fotograf¨ªas, pel¨ªculas y charlas. De los tres, fue de lejos el que vivi¨® de forma m¨¢s intensa la profesi¨®n de guiar. Hab¨ªa logrado el t¨ªtulo a los 21 a?os, cuando la edad m¨ªnima requerida hasta entonces era de 23. ¡°Al entrar en la compa?¨ªa de gu¨ªas de Chamonix me convert¨ª en el capit¨¢n de mi existencia¡±, escribir¨ªa a?os despu¨¦s. Dotado de una t¨¦cnica exquisita y de una elegancia admirable, R¨¦buffat apenas escribe de gestas y sus l¨ªneas son graves o po¨¦ticas: no era alguien dicharachero o divertido, m¨¢s bien un tipo solemne, de principios inquebrantables, determinado, disciplinado y, sobre todo, apasionado. A diferencia de la mayor¨ªa, su tema no era su persona, sino el alpinismo como ¡°alimento del alma¡±.
La monta?a no lo mat¨®, como a tantos otros, sino un tumor en 1985. Fran?oise Darde, mujer de R¨¦buffat, relatar¨ªa as¨ª el d¨ªa m¨¢s duro que compartieron: ¡°Gaston llevaba cinco a?os tratando de vencer el c¨¢ncer que lo devoraba y al que, sab¨ªa, no vencer¨ªa. Una ma?ana entend¨ª que acababa de dar el paso m¨¢s dif¨ªcil de su existencia: fue a la Compa?¨ªa de Gu¨ªas y solicit¨® que lo borrasen de la lista de gu¨ªas activos. ?Cu¨¢nto tiempo llevaba pensando en ello? Hacerlo significaba morir antes de morir. Cuando regres¨® a casa ni siquiera nos miramos: la intensidad emocional de su gesto nos impuso el silencio¡±.
Para saber qu¨¦ es el alpinismo, sirve esta definici¨®n de Lionel Terray : ¡°Es un juego, un deporte que se desempe?a en un cuadro majestuoso, dando al ser humano un sentido de belleza y grandeza. Tambi¨¦n aporta una aventura al encuentro con la naturaleza, al encuentro con elementos simples que el ser humano lleva dentro desde los or¨ªgenes y que algunos pocos necesitan recuperar en esta ¨¦poca de maquinarias y materialismo. Tambi¨¦n concede el placer de ser due?o de s¨ª mismo. Claro est¨¢, todo esto puede parecer muy ego¨ªsta, pero si algunos encuentran as¨ª su felicidad, ?por qu¨¦ imped¨ªrselo?¡±.
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