Sobre gladiadores humanizados
Siguen conmovi¨¦ndome las l¨¢grimas de Roger y la compasi¨®n de Rafael en 2009, el brazo acogedor del suizo en 2017 o la comprensi¨®n de Novak en 2012
Trece a?os despu¨¦s de su victoria en 2009, Rafael vuelve a tener la oportunidad de disputar la final del Open de Australia. De las seis veces que ha llegado a ella, sin ning¨²n tipo de duda, la de hoy es la que me ha sorprendido o la que, quiz¨¢s, me ha causado m¨¢s admiraci¨®n.
Yo tuve la suerte de vivir con ¨¦l cuatro de esas seis ocasiones. En la primera, como dec¨ªa, sali¨® victorioso y en las otras tres perdi¨®. De cada una de ellas guardo recuerdos muy v¨ªvidos y especiales. Los de su triunfo, como ya relat¨¦ aqu¨ª mismo cuando se cumplieron 10 a?os de ese Grand Slam, constituyen una de esas vivencias que marcaron nuestra trayectoria juntos.
Fue un d¨ªa especialmente dif¨ªcil por el estado f¨ªsico extremadamente castigado con el que debi¨® enfrentarse a Roger Federer. Mi sobrino llegaba de una semifinal extenuante contra Fernando Verdasco y cuando nos dispusimos a calentar tres horas antes del partido, ni su cuerpo ni su mente eran capaces de afrontarlo. Sin relatar de nuevo esas duras horas previas, la cuesti¨®n fue que cuatro horas despu¨¦s de que se iniciara el esperado encuentro, quien lleg¨® al l¨ªmite de sus fuerzas y quien cay¨® derrotado fue el suizo. Ese d¨ªa dieron la vuelta al mundo las im¨¢genes de Roger sin poder contener las l¨¢grimas en la ceremonia de entrega del trofeo.
La siguiente ocasi¨®n fue en 2012, contra Novak Djokovic en un ag¨®nico partido que les dej¨® a ambos al borde de la extenuaci¨®n. La final dur¨® casi seis horas y nos dej¨® con el sobrehumano esfuerzo de los dos jugadores por no desfallecer cuando recib¨ªan sendos trofeos. Esa derrota iba a ser especialmente dolorosa para cualquiera de ellos dos que la hubiera encajado, ya que sus fuerzas estuvieron medidas milim¨¦tricamente en un duelo de tintes realmente ¨¦picos. La decepci¨®n, por supuesto, nos mantuvo algo apesadumbrados hasta que nada m¨¢s llegar a Manacor, nos dispusimos a trabajar en vistas al pr¨®ximo reto.
La lesi¨®n de espalda que le sobrevino a Rafael, ya en el primer set de la final que disput¨® en 2014, contra Stanislas Wawrinka, nos sent¨® como un jarro de agua fr¨ªa. La frustraci¨®n de no poder luchar cuando llega el momento crucial de un torneo tan importante es un sentimiento muy desalentador que se supera, tambi¨¦n, poniendo la mirada y la renovada ilusi¨®n en los torneos que asoman en el horizonte.
Y, finalmente, la que viv¨ª con ¨¦l en 2017, de nuevo contra Federer, me evoca esos sentimientos dolorosos por la oportunidad que se te escurre cuando pierdes un encuentro de tal magnitud a cinco sets. Ni el uno ni el otro eran firmes favoritos a aquella final en un momento en que se especulaba con el br¨ªo de Andy Murray y Djokovic y que pareciera que los iba a apartar. No fue as¨ª. El jugador suizo venci¨® a Rafael despu¨¦s de haber salido derrotado en sus tres ¨²ltimas finales y, por primera vez, en un grande fuera de la hierba de Wimbledon.
Yo estoy en casa, por supuesto, e imagino esas horas previas en Australia de las que ya no participo, aunque sienta esa misma inquietud e ilusi¨®n de todas las dem¨¢s ocasiones. Al final, lo m¨¢s valioso que nos llevamos los que hemos tenido la suerte de vivir momentos deportivos exitosos o decepcionantes es la parte m¨¢s humana de esos gladiadores del siglo XX y XXI. Me siguen conmoviendo las im¨¢genes de Rafael compasivo ante las l¨¢grimas de Roger en 2009, o el brazo acogedor de ¨¦ste hacia ¨¦l en 2017, como tambi¨¦n la actitud comprensiva hacia ¨¦l de Djokovic en 2012.
Quiz¨¢s hoy pueda ver c¨®mo Rafael cierra ese c¨ªrculo y a?ade nuevas emociones al inmenso repertorio que he tenido la fortuna de sentir con ¨¦l.
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