Muere a los 87 a?os Julio Jim¨¦nez, ¡®El relojero de ?vila¡¯, el ciclista que siempre estaba all¨ª
El corredor espa?ol fue tres veces rey de la monta?a y segundo en la general del Tour de 1967, ¨ªntimo amigo de Jacques Anquetil e iniciador de la gran escuela de ciclismo de ?vila
Julio Jim¨¦nez mantiene la mirada, los ojos vivos, p¨ªcaros e inocentes extra?amente a la vez, el reflejo de su vida, y su memoria, que ya empieza a adentrarse en los terrenos brumosos en que podr¨ªa empezar a confundirse con la fabulaci¨®n. Pero no, a¨²n es n¨ªtida, precisa, de contornos tan claros como la cierta inconsciencia que guio sus a?os de ciclista, el optimismo. Como el encanto que hizo de ¨¦l un ciclista, una persona, al que todos quisimos y al que hoy lloramos cuando nos enteramos de que ha muerto v¨ªctima de un accidente de coche a las puertas del gran lavadero de coches de ?vila de su amigo ?ngel Arroyo, ciclista por ¨¦l, y gran ciclista como ¨¦l, y tambi¨¦n segundo en un Tour y primero en el Puy de D?me. Y por Arroyo se hicieron ciclistas Chava Jim¨¦nez, escalador ¨²nico que muri¨® joven, Carlos Sastre, que s¨ª que gan¨® el Tour, Lastras, Mancebo, Navas¡
Entonces se pasaba el d¨ªa ordenando recuerdos, fotograf¨ªas, cacharros de su ¨¦poca, maillots, camisetas, sus trofeos. Viv¨ªa entre ellos, y contestaba diariamente varias cartas de aficionados que le ped¨ªan aut¨®grafos y fotograf¨ªas dedicadas, y que le enviaban revistas y libros, y ¨¦l solo echaba de menos la maglia rosa que visti¨® varios d¨ªas del Giro de 1966, y una bicicleta, y otras cosas que le hab¨ªa prestado a Luis Berlanga para atrezo de su pel¨ªcula Par¨ªs-Tombuct¨², y que nunca le devolvieron. Y ten¨ªa una pena en el alma por eso. Era un hombre apegado a su memoria, tan plena, a los objetos que la despertaban, las cabezas de rebeco que le entregaban como mejor escalador en las etapas de los Alpes de sus Tours, el Galibier, el T¨¦l¨¦graphe, Granier, Sestriere. Y, siempre, delante, la sombra de Bahamontes, que, este s¨ª, hab¨ªa ganado el Tour, y sus envidias y celos por el desparpajo del jovencito que tambi¨¦n fue tres veces rey de la monta?a, el trono favorito del ?guila de Toledo, 93 a?os ya, y se apaga. Y las carreras de rallies con su BMW por Gredos, y el d¨ªa que aparece entre ellos un chavalillo de cerca del Tiemblo y les ridiculiza a todos, y as¨ª lo contaba Julio, siempre admirador del gran talento de todos los dem¨¢s, nunca envidioso. ¡°Y por la Plataforma de Gredos se pas¨® un d¨ªa Carlitos Sainz con su pandita, y nos dej¨® con la boca abierta¡¡±
As¨ª era a¨²n, hace unos meses, Julio Jim¨¦nez, ciclista, conocido por los aficionados de aquella Espa?a de los a?os 60 como El relojero de ?vila, porque, antes de hacerse amigo, y rival en el Tour, de Anquetil, de Simpson, de Poulidor, de Federico, antes de ganar en el Puy de D?me, en el Mont Ventoux, hab¨ªa trabajado unos a?os como aprendiz, y luego oficial, en la relojer¨ªa de un primo en ?vila. En el taller, para anticipar la alegr¨ªa y la libertad de su excursiones en bici a Villacast¨ªn, mov¨ªa incansablemente las piernas, r¨ªtmicamente, como si pedalearas, arriba y abajo, por debajo de la mesa. Era su primer entrenamiento consciente. Luego trabaj¨® de electricista en unos talleres del ej¨¦rcito en el barrio del Pac¨ªfico, unas grandes naves en las que las mujeres pedaleaban duro y r¨¢pido las m¨¢quinas de coser para confeccionar uniformes para los soldados, y gui?a un ojo p¨ªcaro cuando lo cuenta, y delata su alma de soltero de toda la vida, de mujeriego impenitente, all¨ª, en el taller, los ¨²nicos momentos de alegr¨ªa los viv¨ªa cuando le tocaba engrasar los pedales de las m¨¢quinas, y se permit¨ªa echar una ojeada a los tobillos de las mujeres, y eso ya le llenaba. Espa?a, a?os 50, siglo XX. Un ciclista del que se podr¨ªa decir que siempre estuvo all¨ª, en los momentos m¨¢s recordados del Tour en los a?os 60, pero del que no mucha gente ha o¨ªdo, con el que se comprende que no siempre la vejez es abandono y que las mujeres son siempre la sal de la vida. Julito fue un mujeriego que nunca se cas¨® porque, dice, su madre, Goya, con la que vivi¨® hasta que ella muri¨®, a los 90 a?os, nunca habr¨ªa aprobado las mujeres con las que le gustaba pasar las noches.
¡°El comienzo fue con un equipo de Madrid con Rogelio Hern¨¢ndez, un equipo que se llamaba la Guardia de Franco, maillot azul oscuro con el ¨¢guila. Y un tal Crespo, que ser¨ªa del Frente de Juventudes, nos gestionaba. La Vuelta a Andaluc¨ªa, la Bicicleta Eibarresa. Daba un telefonazo a la organizaci¨®n y unas ¨®rdenes. Un coche para las ruedas de los chavales. Iba con nosotros Luis Pinel, uno que hac¨ªa de director, un chico que era practicante y pon¨ªa inyecciones. Fuimos a una Vuelta a Andaluc¨ªa, y por poco la ganamos con Antonio Jim¨¦nez Pareja, que viv¨ªa en el Puente de Vallecas y se dedicaba a hacer los maillots con m¨¢quina de tricotar. Todos contra nosotros y no pod¨ªan quitarnos el maillot¡¡±, cuenta Julito, porque Julio Jim¨¦nez, tan querido, siempre fue Julito. ¡°As¨ª empezamos a hacer nuestras cosillas. Y una Vuelta al Sureste, que sal¨ªa de Murcia y acababa en el Retiro de Madrid. Tengo de aquel d¨ªa una foto con Bernardo Ruiz, que gan¨® esa carrera y se retir¨®. Y al a?o siguiente fue director. Lo mismo me pas¨® con Miguel Poblet, que gan¨® una Volta y se retir¨®. No ten¨ªamos equipo y nos cog¨ªa sueltos la organizaci¨®n. Fuimos Catigene, y con la publicidad se crecieron. Y para el 62 eleg¨ª, y me equivoqu¨¦ pensando que era m¨¢s internacional, el Faema. Debut¨¦ en Tour del 64, con 29 a?os, cumpliendo 30 en octubre. Perd¨ª mis mejores a?os. Tendr¨ªa m¨¢s fuerzas para atacar, aunque me faltar¨ªa fondo para las etapas de m¨¢s de 300 kil¨®metros que hab¨ªa entonces. El equipo en el que m¨¢s a gusto me encontr¨¦ fue en el Bic. Si voy dos a?os antes all¨ª, a m¨ª me hacen el mejor. Era el Bic de Anquetil, de Geminiani¡¡±
El ciclismo de los a?os 60, de antes de Merckx, era solo el Tour y era Anquetil, y la d¨¦cada se resume en dos grandes historias, la del gran duelo Anquetil-Poulidor en el Tour del 64, el p¨¢nico amarillo de Anquetil en el descenso del Envalira desde Andorra, el mano a mano de los dos ¨ªdolos franceses en el volc¨¢n del Puy de D?me, y la de la muerte de Tom Simpson en el Ventoux de 1967. Y en ambas historias, Julio Jim¨¦nez, actor y testigo, estaba all¨ª. Gan¨® la etapa del Envalira del p¨¢lido Anquetil; gan¨® la etapa del Puy de D?me, por delante de Bahamontes, y se llev¨® la bonificaci¨®n que habr¨ªa dado a Poulidor un maillot amarillo que nunca visti¨®. Y antes de que se derrumbara y muriera all¨ª, sobre el asfalto caliente del Ventoux, junto a las piedras lunares, desoladoras, Tom Simpson, Julio Jim¨¦nez hab¨ªa pasado por all¨ª, silbando, para ganar la etapa.
Pero m¨¢s que a las mujeres, que a su madre, que a la bicicleta, Julito am¨® a Jacques Anquetil, que le ense?¨® a vivir. ¡°De entrada nos ca¨ªmos bien, sobre todo porque Janine, su mujer, me apreciaba mucho. Ella reservaba el hotel y yo iba siempre con ellos. Encargaba comidas, cenas. Eso fue en el 67 y en el 68. Con Bic habr¨ªa ganado fijo el Tour del 67, que tuve que correr con la selecci¨®n espa?ola, un caos de ego¨ªstas¡±, cuenta Julito. ¡°Ni loco le habr¨ªan dejado coger siete minutos a Pingeon¡ La prensa francesa le atac¨® mucho a Geminiani porque hac¨ªa tirar a Aimar a veces para ayudarme. Llevaba el Francia B, y ve¨ªa a Saura, el seleccionador espa?ol, y le dec¨ªa que hab¨ªa que tirar, que se iba Pingeon. Y al franc¨¦s que me gan¨® el Tour le ayudaba como un loco Gin¨¦s Garc¨ªa, de Murcia. Tir¨® a morir, y luego le pillamos medio muerto, y, digo, joer, haces una escapada para luego quedarte Y tambi¨¦n me hizo la putada Manzaneque¡ Si Fernando me espera en los Pirineos, en Luchon, le quitamos el maillot a Pingeon. En la reuni¨®n de la noche anterior quedamos en que arrancar¨ªa pronto Fernando y como ten¨ªa media hora perdida le dejar¨ªan los franceses sin problemas. Y como era una yegua que tira, empez¨® a sacar tiempo y tiempo, maillot virtual, de la etapa, 20m, y cuando pasa Serra y le dice que ya viene Julio solo --yo hab¨ªa atacado en el segundo puerto, y quedamos en que me esperar¨ªa Manzaneque para los ¨²ltimos 50-60 kil¨®metros--, este dijo: Los cojones, yo, a ganar la etapa¡ Y nos llev¨¢bamos bien¡ No eran envidias, cada uno iba a hacer su carrera para quedar bien y ser el h¨¦roe de su pueblo y ganarse sus crit¨¦rium. Eso es lo que yo vi. Yo no me llevaba mal con nadie, pero ninguno me ech¨® una mano. Si Fernando, ese d¨ªa, me espera, en el llano antes del Portilhon, con el equipo franc¨¦s tirando a muerte detr¨¢s, saco m¨¢s, y aun y as¨ª saqu¨¦ tres minutos y llegu¨¦ al Puy de D?me con dos minutos de retraso solo. El que m¨¢s me ayud¨® fue Gimondi, m¨¢s que los espa?oles¡±.
Anquetil, Jeanine, y Annie, la hija de Janine con su primer marido, hac¨ªan el tri¨¢ngulo de los crit¨¦rium, ostras y champagne, y Julio con los tres descubre en Francia la libertad que en Espa?a se les niega a todos, la alegr¨ªa, el sexo. ¡°Solo bajaba a Espa?a cuando ten¨ªa un mes seguido parado. Como el equipo de Geminiani fue luego Ford, yo compr¨¦ un Ford, porque ten¨ªa un 1.500. Me hicieron un descuento. Era un Taunus grande, el 20, de seis cilindros. Yo quer¨ªa el Mustang, como Anquetil, pero Geminiani me dijo que no, que en el Mustang ibas en el suelo incomod¨ªsimo. Y en los crit¨¦rium Anquetil iba en el Mustang y yo llevaba a Annie conmigo en el Ford, a la hijastra. Eso hice mucho¡±, recordaba Julito en una de las ¨²ltimas conversaciones. ¡°Luego pasamos a ser Bic y vend¨ª el Taunus y compr¨¦ un BMW en Clermont Ferrand. Ya me tocaba disfrutar, porque nos d¨¢bamos unas palizas de 800 kil¨®metros al d¨ªa. Y no hab¨ªa autopistas¡¡±
Lejos de las autopistas, al salir de lavar el coche, en un despiste del conductor, Julio Jim¨¦nez, el coraz¨®n un poco cansado, el ¨¢nimo siempre alegre, muri¨® una noche calurosa de ?vila, cuando el Tour se acerca.
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