Vingegaard derrota a Pogacar en la primera gran etapa del Tour de Francia
El dan¨¦s culmina la estrategia y el trabajo del Jumbo atacando en los ¨²ltimos kil¨®metros del Granon, donde el esloveno pierde tres minutos en los ¨²ltimos cinco kil¨®metros
Jonas Vingegaard mira hacia adelante. Busca una se?al. Una curva. Un cambio de pendiente. Un ¨¢rbol. Un aficionado loco a su nivel. Algo que le diga que la cuesta en la que lleva minutos pedaleando, solo al comando, como dicen los italianos, hacia el amarillo, ¨²nico, tiene fin.
No aguanta m¨¢s.
Le quedan a¨²n tres kil¨®metros y, dice luego, su coraz¨®n botaba de alegr¨ªa mientras mentalmente repasaba los ¨²ltimos minutos de su existencia, el ataque a 4.700 metros de la cima, el avance, la informaci¨®n de que Tadej Pogacar se queda, se queda, y nunca antes se hab¨ªa quedado el esloveno, nunca hab¨ªa doblado la espalda y sentado el culo ante un ataque, y Nairo, una silueta a la que se acerca y a la que desborda, la plenitud del ¨¦xtasis, y, mientras el coraz¨®n se exaltaba, al mismo tiempo, sus piernas le gritaban, para, bruto, deja de machacarme, pon fin a este tormento. ¡°Deseaba que terminara y, a la vez, deseaba que siguiera eternamente, que nunca se acabara¡±, dice. Por la radio le llegan informaciones importantes. Un minuto diez, uno 45, dos 20, dos 40¡
Referencias que le hacen olvidar el dolor. ¡°Energ¨ªa¡±, resume ¨¦l luego, vestido de amarillo, vencedor de la gran etapa del Tour a 2.413 metros de altitud. Ni una sombra. Prados abiertos al viento. Ni un segundo de descanso. Ni un refugio. Est¨¢ cayendo el imbatible. El ganador de los dos ¨²ltimos Tours. El mejor ciclista de la ¨¦poca, Pogacar, el que machaca. En la meta cede 2m 50s. En la general est¨¢ a 2m 22s de Vingegaard. Y es tercero tras Bardet.
Pogacar, cada vez m¨¢s lejos, sombra que se desvanece. Y, entre los dos, los supervivientes del Tour. Nairo, que se siente en su Tunja, en sus p¨¢ramos a m¨¢s de 2.500 metros, que encuentra ox¨ªgeno donde otros solo hallan la nada, que sediento pedalea decidido; Bardet, que cumple el sue?o de todos los franceses en la v¨ªspera del 14 de julio, que toca el podio; Geraint Thomas, mister regularity and experience, aprovechando toda la energ¨ªa de todas las ruedas que encuentra por su camino, Gaudu y hasta Adam Yates. Solo falta Enric Mas, que sufre en el Galibier y se agarra a sus pocas fuerzas y a su mucha esperanza, y sucumbe, pierde m¨¢s de ocho minutos.
El dan¨¦s, que se hizo escalador peleando contra el viento en un paisaje similar, tundra pelada de su Dinamarca abierta al mar del Norte, no conoce el final de la subida interminable. El Granon. Los tres kil¨®metros en los que, dice Eduardo Chozas, el madrile?o ganador en 1986, la ¨²nica vez que se ascendi¨® el puerto inhumano, uno cree que va p¨¢jara, tan mal lo pasa, pero, en realidad, el problema no es el az¨²car de su sangre sino la dureza del final de la subida. ¡°Estuve reconoci¨¦ndolo en primavera con el equipo¡±, confiesa Vingegaard, el l¨ªder que coloc¨® el ¨²ltimo ladrillo de la gigantesca estrategia colectiva de su Jumbo. ¡°Pero, lo digo ahora, lo pas¨¦ tan mal que los ¨²ltimos kil¨®metros me sub¨ª al coche del equipo¡±. El triunfo de la ¨¦pica, claro, la del hombre enfrentado a un destino que teme y odia, porque significa dolor; la del hombre que lo obedece y lo trasciende. Y se siente otro. Y tambi¨¦n el triunfo de la planificaci¨®n. Del cuidado del ¨²ltimo detalle. De la estrategia empresarial. La derrota de la desmesura. Del instinto. De la osad¨ªa.
Antes del Granon, fueron el Galibier y su T¨¦l¨¦graphe. Y antes, diez etapas del Tour en las que volaba Pogacar, con el amarillo pegado a la piel, y ante cada exhibici¨®n, cada derroche, cada sprint del despreocupado esloveno, el hombre que no conoce ni el estr¨¦s ni la presi¨®n, los Jumbos se frotaban las manos. El plan trazado meses antes, un ordenador en invierno, ideas claras, estrategia, se iba cumpliendo al mil¨ªmetro. ¡°Ya desde hace meses hab¨ªamos marcado c¨®mo har¨ªamos los dos d¨ªas de los Alpes¡±, dice el dan¨¦s.
Es tan previsible Pogacar, el corredor que solo sabe correr a tope, a tope¡ El Jumbo no le deja respirar ning¨²n d¨ªa, le encela contra su Wout van Aert que convierte los primeros d¨ªas del Tour en un duelo, un mano a mano, en el que Pogacar se emplea con frenes¨ª, le esprinta, le ataca, se desgasta. Un juego de peones, de conquista de territorio, que encierra, que a¨ªsla al l¨ªder. Vingegaard, el rey del tablero. El belga, la reina, y Primoz Roglic el esloveno reverso de Pogacar, el alfil, que en la cima del T¨¦l¨¦graphe, antes de emprender el corto descenso hasta Valloire, donde empieza el padre Galibier, ataca por su diagonal. Pogacar responde. Y los ataques contin¨²an. Aislados ya los mejores en la subida del Galibier, los ataques contin¨²an, primero Roglic, luego Vingegaard, y as¨ª, una, dos, tres, cuatro, veces, seis, siete. En la zona m¨¢s tendida, y en el Plan Lachat, antes del t¨²nel, la cuesta de los campeones, de Merckx, de Oca?a, de Indurain, en lo m¨¢s duro. Y Pogacar responde a todos. No sabe decir no a una invitaci¨®n. No cree siquiera que la vida merecer¨ªa la pena si no se la pedalea a fondo siempre.
La banana mec¨¢nica del Jumbo cree m¨¢s en el movimiento de piezas, en las celadas, en la tecnolog¨ªa, en los engranajes, en Van Aert, campe¨®n que se arremanga un d¨ªa m¨¢s. Ha estado en la fuga de la ma?ana y en la cima del Galibier, a 2.642 metros, cambia su bici de subir por la verde aeroroad, la del llano, y espera a Roglic descolgado y lo baja a su rueda, y le conduce en el llano, y reagrupa a todos los Jumbos bajando el Lautaret. Gira a la izquierda. Una ¨²ltima aceleraci¨®n al pie del Granon, y adi¨®s. Su ¨²ltimo servicio.
Pogacar cuenta con Majka y con su energ¨ªa, que cree inagotable. Vingegaard con el convencimiento. La decisi¨®n. ¡°No sab¨ªa si Pogacar, que iba a rueda de Majka, estaba bien o mal, pero ten¨ªa que atacar. Ten¨ªamos que atacar¡±, dice. ¡°Roglic y yo hemos quedado ya segundos del Tour y sab¨ªamos que si no arriesg¨¢bamos volver¨ªamos a quedar segundos¡±.
A 4,7 kil¨®metros de la cima, pasados seis kil¨®metros al 9%, Vingegaard ataca. Pogacar cede. Su energ¨ªa no es inagotable. No, no se hab¨ªa ca¨ªdo en la marmita de peque?o. Solo es un ni?o que disfruta corriendo en bicicleta. Que solo sabe correr para ganar. Que no calcula ni teme. Cae el tirano. El Tour vive.
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