Luis Le¨®n ataca, pero la etapa del Tour de Francia la gana Cort y Pogacar no suelta el amarillo
Una manifestaci¨®n por la renovaci¨®n energ¨¦tica perturba la etapa de Meg¨¨ve, a la sombra del Mont Blanc, en la comarca m¨¢s contaminada de Francia, donde el alem¨¢n K?mna se acerca a 11 segundos del esloveno
Magnus Cort Nielsen, el pr¨ªncipe de Dinamarca, es juguet¨®n y sabio. Recorre en fuga, solo entre su p¨²blico, las etapas danesas, recolectando puntos para la monta?a como las ardillas nueces alineadas en la carretera, y se gana el cari?o de todos. Su corte de pelo aerodin¨¢mico, su mostachito pelirrojo. Sus ojos. Llega al continente y se transforma. Se olvida de los lunares. Se convierte en un cazador de etapas. Entra en las fugas que le gustan, las multitudinarias, en las que aprovecha su experiencia para no moverse ni un cent¨ªmetro m¨¢s de lo necesario, y su velocidad, su instinto asesino, para clavar el cuchillo solo una vez, pero mortal.
As¨ª gana el dan¨¦s, con su golpe de ri?ones imbatible en los repechos, en la cima del altipuerto de Meg¨¨ve, donde los Rothschild aparcan sus avionetas, donde Luis Le¨®n, de 38 a?os, intenta volver a ser el Luisle que cuando arrancaba siempre dec¨ªa adi¨®s. Lo hace a seis kil¨®metros de la meta en la suave ascensi¨®n. Mantiene la planta y el estilo, el torso alto, inm¨®vil, el f¨ªsico de Chet Baker ante el piano. Le falta la energ¨ªa que antes le sobraba. Aun cazado, pelea en el sprint con Cort y el australiano Schultz. Queda tercero. ¡°Qu¨¦ dif¨ªcil es ganar en el Tour y m¨¢s a mi edad¡±, dice el murciano de Mula, que cuando era m¨¢s joven ya gan¨® cuatro veces en la grande boucle. Casi nueve minutos despu¨¦s llega el pelot¨®n. Lo acelera Enric Mas, que lanza a un Tadej Pogacar desencajado. Defiende el maillot amarillo, amenazado por el alem¨¢n K?mna, que estaba en la escapada. Lo salva por 11 segundos. Glotoner¨ªa, vocean algunos, qu¨¦ le habr¨ªa importado dejar un d¨ªa el maillot ahora que llegan los grandes Alpes. Orgullo de equipo, dice ¨¦l, una prenda que tanto le ha costado a mi equipo no se regala al primero que pasa. ¡°Como la ¨²ltima subida no era nada especial, bajamos el ritmo, pero no mucho¡±, dice, ¡°y mantengo el maillot, lo que me parece bien¡±. Pero su director, Joxean Matxin, le desautoriza. ¡°Quer¨ªamos soltarlo¡±, dice el t¨¦cnico del UAE. ¡°Pero calculamos mal y seguimos con ¨¦l¡±.
A Cort le ha preparado el terreno su compa?ero de equipo Bettiol, que cumple la tarea necesaria de romper la armon¨ªa en la fuga de 25 atacando de lejos. En su camino tropieza con un imprevisto.
Unos manifestantes cortan la carrera y la televisi¨®n francesa ofrece im¨¢genes del vecino Mont Blanc, la naturaleza en su apogeo, su pleno poder. No ofrecen, sin embargo, im¨¢genes del grupo de manifestantes, una decena de militantes ecologistas de Derni¨¨re Renovation que protestan en un rinc¨®n, el valle de l¡¯Arve, lleno de industrias qu¨ªmicas y de crematorios de residuos, y carretera de paso de grandes convoyes de camiones. Piden, de manera no violenta, como ya lo intentaron, sin ¨¦xito, en Roland Garros, la renovaci¨®n de fuentes energ¨¦ticas. Recuerdan que la regi¨®n, justamente, deber¨ªa formar parte del parque natural del Mont Blanc, del que tan orgullosamente hablan todos, y deber¨ªa gozar de protecci¨®n ambiental.
Se han sentado encadenados entre ellos en mitad de la carretera y se han envuelto en humo p¨²rpura cuando se acercaba Bettiol, que los esquiva. El peque?o pelot¨®n que le persigue a medio minuto, 24 ciclistas, no puede sino frenar y detenerse. Inmediatamente, la comisaria jefe, Francesca Mannori, detiene la carrera. El gran pelot¨®n, en el que marcha tranquilo, a m¨¢s de siete minutos, el l¨ªder, Tadej Pogacar, ralentiza su marcha. Los comisarios han tomado tiempo. 15 minutos despu¨¦s, resuelto el problema, desalojados los manifestantes, la carrera arranca de nuevo. Primero Bettiol, medio minuto despu¨¦s el grupo, siete m¨¢s tarde el pelot¨®n. Quedan 38 kil¨®metros para la meta de Meg¨¨ve. ¡°Ha sido un momento divertido¡±, dice Pogacar. ¡°Aunque no s¨¦ por qu¨¦ protestaban¡±.
La tele, escrupulosamente, ha evitado que los espectadores sepan por qu¨¦ protestaban los habitantes de un valle que solo hace unos 50 a?os sufrieron, en la ciudad de Passy, una de las mayores tragedias que se recuerdan en Francia. La noche del 15 al 16 de abril de 1970 una avalancha de rocas, barro y nieve sepult¨® la ciudad. Murieron 71 personas, la mayor¨ªa ni?os internados en un sanatorio antituberculoso. Debido al calor, una gruesa capa de nieve se hab¨ªa derretido y empapado la tierra sobre la que se asentaba, que perdi¨® su solidez. La roca sobre la que se sustentaba se convirti¨® en un tobog¨¢n por el que, empujada por la fuerza de la gravedad, se desliz¨® la cresta de la monta?a. El sanatorio se hab¨ªa construido all¨ª para que los ni?os respiraran el aire tan sano de la monta?a, ensuciado ahora, m¨¢s caliente que nunca.
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