¡®Gure Txetxu¡¯, nuestro Txetxu
Rojo se alimentaba de los ¨¢nimos de la grada de San Mam¨¦s, esa que tanto ayuda, esa que tanto exige, y nunca le vimos esconder un mal partido con una carrera innecesaria
El inicio de la Navidad nos trajo noticias tristes a los seguidores del Athletic. Se nos fue Txetxu Rojo, un extremo izquierdo, un 11 de los de antes que ser¨ªa crack en estos tiempos de sistemas m¨®viles y din¨¢micos por su comprensi¨®n del juego, por su polivalencia, empez¨® y acab¨® su carrera como un 10, estos tiempos en los que la profesi¨®n de futbolista incluye, alguno todav¨ªa no se ha enterado, el descanso y la alimentaci¨®n, asuntos ambos en los que Txetxu fue discreto pionero.
Los datos nos hablan del jugador de campo que m¨¢s veces ha vestido la camiseta del Athletic y el segundo, tras Iribar, en el global de todas las posiciones. Iribar y Rojo, dos One Club Men, dos formas de explicar lo que es el Athletic, desde el 1 al 11, cuando la camiseta era propiedad del club, de su historia y de la responsabilidad del legado.
Nos contaba Joseba Betzuen, tambi¨¦n jugador del Athletic, su amigo y confidente, que Txetxu se alimentaba de los ¨¢nimos de la grada de San Mam¨¦s, esa que tanto ayuda, esa que tanto exige. Tanto exige que, como dir¨ªa Iribar, tambi¨¦n sabe silbar a los suyos y a tope, porque ha visto mucho y muy bueno y porque te da su confianza a cambio de tu total entrega. Y ah¨ª es donde el punto de vista de Txetxu y el de algunos seguidores sol¨ªa discrepar. Nunca vimos a Txetxu esconder un mal partido con una carrera innecesaria, con ir a buscar un bal¨®n imposible y chocar contra la publicidad tras deslizarse en su San Mam¨¦s mojado.
Nunca se escondi¨® en el formato m¨¢s simple del f¨²tbol y siempre busc¨® sus soluciones en el juego, en el f¨²tbol, en la parte m¨¢s dif¨ªcil y esa que solo los privilegiados saben ver. Y nunca rehuy¨® una mirada directa, para algunos insolente, para muchos valiente, a esa grada que le pitaba, en la que en la corta distancia desde la l¨ªnea de banda hasta el seguidor pod¨ªa no solo o¨ªr, sino tambi¨¦n ver las caras de los que le mostraban su descontento. Y lejos de que eso le sacase del partido, esa era tambi¨¦n la energ¨ªa de la que se surt¨ªa en los siguientes minutos de juego, tantas veces milagrosos, tantas veces m¨¢gicos, tan m¨¢gicos que volv¨ªa a nutrir la leyenda de que solo jugaba cuando quer¨ªa o cuando le silbaban o las dos cosas a la vez para as¨ª poder salir y subir las escaleras hasta el vestuario con la sonrisa de la misi¨®n cumplida o de las misiones. Una, la de ganar; otra la de haber transformado los silbidos en aplausos, las protestas en elogios, la derrota en triunfo.
Porque no solo de la energ¨ªa de los aplausos vive el jugador, sino tambi¨¦n de la que producen las manifestaciones menos agradables y que hay que revertir cuando uno tiene en su alma el deseo de jugar siempre en tu club, en ese en el que seg¨²n Rojo no solo se gana cuando se levantan Copas.
En tiempos en los que al business del f¨²tbol le importa poco, o nada, el seguidor y menos el que va al campo en comparaci¨®n con eso que pasa en las redes sociales y en el metaverso, yo levanto mi copa y brindo por aquellos que como Txetxu han hecho del c¨¦sped de un estadio su jard¨ªn, su generador de ilusiones, desde el atrevimiento, desde su capacidad de retar a lo obvio, a lo simple, a vulgar.
Goian bego y que la tierra te sea leve Txetxu.
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