El N¨¢poles vibra 33 a?os despu¨¦s de Maradona
La ciudad, contenida todav¨ªa por cuesti¨®n de superstici¨®n, se prepara para celebrar un t¨ªtulo de Serie A m¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s de haberlo conseguido con el astro argentino
El cementerio de Poggioreale, el m¨¢s grande de N¨¢poles, amaneci¨® tras la hist¨®rica victoria contra el Brescia con una pancarta azul con letras blancas en el muro de la entrada: ¡°No sab¨¦is lo que os hab¨¦is perdido¡±. Sucedi¨® la ma?ana del 11 de mayo de 1987. Y lo que los venerables inquilinos del camposanto no hab¨ªan podido disfrutar era el primer scudetto que levantaba en su historia el N¨¢poles, un club sin apenas palmar¨¦s y una afici¨®n que val¨ªa por casi todos los t¨ªtulos posibles. Pero, sobre todo, no pudieron asistir a la proeza de un genio argentino que hab¨ªa devuelto el orgullo a todo un sur de Italia triturado ante la desigualdad y una cierta arrogancia del norte, representada n¨ªtidamente por la Juventus de Michel Platini. Tres temporadas despu¨¦s volvieron a levantar el t¨ªtulo. Pero han pasado 33 a?os. Y las rentas del recuerdo empezaban a agotarse.
Nadie quiere hablar abiertamente del tema. Nadie quiere ser gafe. Solo se permiten sonrisas, miradas c¨®mplices o comentar detalles de alg¨²n partido. Y recaudar. En muchas calles del centro de la ciudad, en los barrios de Forcella o Quartieri Spagnoli, los vecinos han colocado puestecitos con bufandas y parafernalia del N¨¢poles que ocultan una hucha. Cada uno, lo que puede: 5, 10, 20 euros. ¡°Es que va a explotar el Vesubio, amigo. No te puedes imaginar lo que ser¨¢¡±, dice Andrea, sentado en una sillita de pl¨¢stico delante de una cafeter¨ªa en Forcella.
La gesta es descomunal. A falta de 12 jornadas, el equipo que dirige Luciano Spalletti le saca 18 puntos al segundo clasificado: el Inter de Mil¨¢n. Este s¨¢bado, los azzurri volvieron a ganar contra el Atalanta (2-0) y allanaron todav¨ªa m¨¢s lo que parece ya un paseo triunfal hasta el t¨ªtulo de liga. El Napoli, un equipo que en 2004 estaba quebrado y hoy mete miedo en la Champions (esta semana defiende un 0-2 contra el Eintracht de Frankfurt para pasar a cuartos) , se encuentra a un paso de lograr su tercer scudetto. El ¨²ltimo lo logr¨® hace 33 a?os, cuando Diego Armando Maradona todav¨ªa jugaba en el equipo y comenzaba a pasearse ya por los callejones de Forcella. Algunas veces de la mano del clan Giuliano. ¡°Mira, este soy yo con Diego. Era el d¨ªa de mi bautizo¡±, dice Andrea ense?ando una foto en el m¨®vil donde aparece ¨¦l con dos a?os sujetado por el 10 argentino en un convite. ¡°Esta era como su segunda casa. Siempre corr¨ªa por aqu¨ª. Pero los de Quartieri se quieren ahora adue?ar de ¨¦l. Si ganamos el scudetto se enterar¨¢n¡±, anuncia subrayando la hist¨®rica pelea entre barrios por ver qui¨¦n es m¨¢s napolitano y m¨¢s del Napoli.
Los callejones est¨¢n ya engalanados. En la fachada de un edificio cuelgan reproducciones enormes de los cromos que conforman la alineaci¨®n actual. Como si fueran colada tendida. A dos pasos de la plaza donde luce el mural de Maradona en Quartieri Spagnoli, han colocado figuras a tama?o real de los jugadores. Suena el himno del Napoli a ca?¨®n, mientras los turistas se compran la m¨¢scara de Osimhen (el delantero, estrella del equipo, juega con una desde que se parti¨® el cr¨¢neo en un salto hace un a?o).
El nigeriano, que se disputa ahora media Europa, ha sido tambi¨¦n la inspiraci¨®n para la tarta m¨¢s vendida estos d¨ªas en la ciudad. Todo es euforia. Y en la via San Gregorio Armeno, la callejuela de los pesebres, las tiendas solo venden figuritas de jugadores. Incluso con el presidente, Aurelio De Laurentiis (ADL), a quien al principio de temporada todo el mundo criticaba por haber vendido a estrellas como Mertens y Koulibaly, y hoy reverencia toda la ciudad por haber construido un equipo demoledor con jugadores desconocidos como Osimhen, el defensa coreano Kim Min-Jae o Khvicha Kvaratskhelia, un georgiano de nombre impronunciable del que se ha enamorado todo el estadio. El camino hasta aqu¨ª ha sido duro. Y gran parte es m¨¦rito suyo.
El verano de 2004, ADL, un tipo bajito y con un car¨¢cter endiablado, desayunaba en su terraza de Capri cuando ley¨® en Il mattino que el Napoli estaba quebrado e iba a ser subastado. El hist¨®rico club, que hab¨ªa ganado dos scudetti y una UEFA liderado por Maradona poco m¨¢s de una d¨¦cada atr¨¢s, no era ya m¨¢s que un viejo estadio de hormig¨®n en el barrio de Fuorigrotta, una afici¨®n melanc¨®lica y un pu?ado de pagar¨¦s. De Laurentiis no ten¨ªa ni pajolera idea de f¨²tbol, le interesaba el baloncesto. Pero lo compr¨®, invirti¨® 120 millones y en tres a?os lo subi¨® a la Serie A. Quiso implantar un modelo de contratos como los que hac¨ªa firmar a sus actores y mantuvo siempre las finanzas a raya. Si el f¨²tbol era el mayor espect¨¢culo televisivo de Italia, por qu¨¦ no iba a aplicar los mismos m¨¦todos que le hab¨ªan dado tantos beneficios en el cine. El problema es que, tal y como le sucedi¨® en la familia, tuvo que competir con la leyenda gigantesca de Maradona en el estadio (que, adem¨¢s, hoy lleva su nombre).
Un scudetto derribar¨ªa ahora la frontera psicol¨®gica que ha representado siempre un recuerdo convertido en un pesado monumento. N¨¢poles se ha empe?ado siempre en competir contra s¨ª misma, en autodestruirse a la sombra del volc¨¢n que siempre quiso amenazarla. Incluso ahora, a las puertas de una victoria hist¨®rica, muchos se disputan la paternidad del ¨¦xito. O la simpat¨ªa de Maradona que, el mismo curso que Argentina volvi¨® a levantar un Mundial sin ¨¦l, podr¨¢ ver all¨¢ donde est¨¦, igual que los inquilinos de Poggioreale, c¨®mo lo celebra el otro equipo de su vida.
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