Kaden Groves, el hombre bala de la Volta

Ide Schelling, de Bora, miraba hacia atr¨¢s y reivindicaba a sus compa?eros que le hicieran de lanzadera, que de lo contrario no hab¨ªa tut¨ªa. Se enrabietaba y con raz¨®n el neerland¨¦s porque Cofidis y Alpecin le cog¨ªan el rebufo para lanzar el sprint de sus hombres r¨¢pidos. El primero que lo intent¨®, baile fiero sobre la bici, fue el franc¨¦s Coquard, que se las promet¨ªa felices. Parec¨ªa que suyo ser¨ªa el laurel. Pero habilidoso para encontrar su hueco, para arremeter y levantarse sobre su arma, Kaden Groves, de pedaleadas de fuego, dio un ¨²ltimo golpe de ri?¨®n y se llev¨® la etapa en la foto-finish, triunfo que le se?ala como el hombre bala de este pelot¨®n en el que escasean los sprinters porque en la Volta se mira hacia arriba, carreteras escarpadas y finales en alto.

Cortaron la carretera en Ll¨ªvia y los autocares se agolpaban donde pod¨ªan ante la falta de espacio para sacar las bicicletas y alg¨²n que otro rodillo, para que los corredores se presentaran en sociedad antes de afrontar una etapa llana, casi la ¨²nica durante la semana. ¡°Hoy es un d¨ªa tranquilo¡±, era el mantra que se escuchaba a todos los directores de equipo y a los ciclistas, pues apenas hay velocistas, acaso Groves y Coquard, adem¨¢s del belga Milan Menten (Lotto) y el brit¨¢nico Ethan Hyter (Ineos). ¡°La carrera est¨¢ siendo bastante dura, pero esta etapa es una oportunidad para que valga la pena¡±, resolv¨ªa Groves; ¡°esperemos que el pelot¨®n tenga una jornada f¨¢cil de controlar despu¨¦s de tres d¨ªas duros, que la escapada sea de pocos corredores¡±. Suya fue la gloria, pero no ser¨ªa sencillo.

Desde la Cerdanya a la Catalu?a central, desde el Pirineo y tierra de pastos y esqu¨ª hasta la ciudad obrera, el pelot¨®n pronto explic¨® que no era una jornada de ba?o y masaje. ¡°Nosotros tenemos que intentarlo siempre¡±, explicaban desde Euskaltel. ¡°Hay que mostrarse, hay que dejarse ver y tratar de dar la sorpresa¡±, a?ad¨ªan de Kern Pharma, que logr¨® meter a Roger Adri¨¤ en la escapada. Aunque no hab¨ªa ninguno m¨¢s motivado que David de la Cruz, que desde que comenz¨® la Volta ten¨ªa este d¨ªa se?alado con fluorescente. ¡°El final es en mi ciudad y ser¨¢ un momento inolvidable. Espero tener un buen d¨ªa y meterme en la escapada porque pasar por mi barrio, con los amigos de la pe?a ciclista anim¨¢ndome va a ser un recuerdo muy bonito¡±, conven¨ªa el ciclista del Astana con esa sonrisa p¨ªcara del que se sabe fuerte para, al menos, intentarlo. Y tras cuatro arrancadas para coger rueda o para abrir brecha, logr¨® meterse en el grupo de cabeza, cinco ciclistas que no pasaron de cuatro minutos y que a cada kil¨®metro que pasaba, por m¨¢s que fuera una carretera sinuosa la que llevaba a meta, miraban el retrovisor y el crono, la ventaja que menguaba porque Cofidis y Alpecin quer¨ªan decir la suya.

En fila de a uno porque el esfuerzo y el ritmo eran diab¨®licos, mordisco a mordisco, baldosa a baldosa para estirar el l¨¢tigo, el pelot¨®n recortaba segundos. Aunque se resist¨ªan los escapados a su sino, pedaleadas como si no hubiera un ma?ana, esfuerzo tit¨¢nico porque la etapa no era llana del todo, con escasos repechos y varios descensos, curvas reviradas hasta entrar en la ciudad. Apretaba las manetas y sacaba la lengua por el esfuerzo David de la Cruz, obcecado en su anhelo. Lo husmeaba y paladeaba. Pero no se dio porque, de repente, Quick-Step, para sorpresa de todos, decidi¨® tomar el relevo y tirar junto a Ineos. As¨ª, a falta de cuatro kil¨®metros la serpiente multicolor absorbi¨® a los fugados. Pena para Adri¨¤ y de la Cruz; jauja para los sprinters porque la partida comenzaba de nuevo. Y ya en la ¨²ltima recta, Cofidis y Alpecin, no as¨ª Bora para desgracia de Schelling, negaron la mayor a Evenepoel y Roglic, que tambi¨¦n ped¨ªan turno. Nada que no pudiera domar Coquard ni rematar Groves.

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