Fue Benzema
Nos hizo mejores a los madridistas, m¨¢s entendidos y menos enfadados, nos hizo m¨¢s felices, y convirti¨® unos a?os, los a?os de Benzema en el Madrid, en una ¨¦poca, la m¨¢s alegre que hayamos visto
El f¨²tbol es el deporte m¨¢s popular del mundo porque un ni?o t¨ªmido de ocho a?os, miembro de una familia numerosa de inmigrantes argelinos que vive en unas viviendas sociales en el extrarradio de Lyon y acaba de ser rechazado por el club de su barrio por ser bajo y gordito y torpe, necesita dos ¨¢rboles para ser Bal¨®n de Oro. Dos ¨¢rboles en un descampado, uno separado del otro a suficiente distancia como para ser considerados postes de una porter¨ªa. Dos amigos, uno centrando desde la derecha y otro desde la izquierda, bajo la lluvia y el fr¨ªo, bajo el calor extremo del verano. Y muchas horas, las suficientes como para olvidarse de comer, las necesarias como para escaparse por la ventana de casa con el bal¨®n debajo del brazo.
La memoria retiene aquello del pasado que le interesa para conservar el presente. En Benzema par Karim, un documental sobre el franc¨¦s en Madrid, la estrella se detiene con su deportivo frente a aquel descampado, donde todav¨ªa est¨¢n los ¨¢rboles, y dice que si hoy todav¨ªa marca goles es gracias a ellos. Es curioso que su carrera en el Real haya seguido los mismos pasos que su carrera desde ni?o: un jugador siempre de los mejores pero no el mejor, sospechoso, incomprendido, indolente, a ratos discreto y a otros desconectado, a veces incluso conflictivo, en el alambre hasta emerger en situaciones l¨ªmite para ¨¦l y provocar un Big Bang desparramando un juego escandaloso y feliz, plet¨®rico, que sacude a los rivales como a una estera.
No hay, sin embargo, tal cambio, o al menos cambio tan grotesco. Lo que ocurre es que cansado de que los dem¨¢s no traduzcan su f¨²tbol, lo traduce ¨¦l mismo para hac¨¦rselo f¨¢cil al hincha tribunero o a la prensa desesperada, y entonces gana por unaminidad lo que ya hab¨ªa ganado en privado a ojos de sus compa?eros, de sus entrenadores o del p¨²blico menos agitado; acerca su galaxia a la nuestra, la ense?a, pero el resultado siempre es el mismo: Benzema siempre ha marcado goles, siempre ha dado asistencias, nunca perdi¨® la elegancia ni la personalidad, siempre hizo mejor todo lo que toc¨® en el campo, empezando por el Real Madrid. Nos hizo mejores a los madridistas, m¨¢s entendidos y menos enfadados, nos hizo m¨¢s felices, y convirti¨® unos a?os, los a?os de Benzema en el Madrid, en una ¨¦poca, la m¨¢s alegre que hayamos visto.
Fue Zidane si Zidane hubiese jugado toda su vida en el Bernab¨¦u; fue Ronaldo si Ronaldo hubiese llegado con 21 a?os a Madrid. Deja para siempre jugadas y goles, obras de arte que no solapan su condici¨®n de delantero de otro siglo: r¨¢pido cuando parece que no avanza, violento disparando cuando parece que la coloca mansa, con el partido en la cabeza cuando mira al suelo desconectado, olisqueando al defensa m¨¢s d¨¦bil y al portero que mejor disfraza el miedo cuando est¨¢ de espaldas a ellos, letal en el ¨¢rea cuando se est¨¢ atando los cordones. Se va sin sentarse en el banquillo y s¨®lo un a?o despu¨¦s de la obra de su vida, la Champions de Benzema, un continente sujeto al fuego y la destrucci¨®n de un hombre que encuentra su destino al final de su carrera, cuando toda su generaci¨®n est¨¢ de vuelta o descansando en Arabia, Jap¨®n y Estados Unidos. Es entonces cuando Benzema pasa la cuenta y exige propina en lo m¨¢s alto de la ¨¦lite. Enchufado, desbordante, desatado.
Llevo 14 a?os vi¨¦ndole jugar y escribiendo sobre ¨¦l cuando tocaba, que toc¨® mucho. Y el mejor recuerdo que me llevo no es su juego, sino un gesto: la sonrisa en el Etihad Stadium que captan las c¨¢maras cuando el City le mete el cuarto al Madrid en semifinales de la Champions 2022. Esa sonrisa es una demostraci¨®n sentimental de madridismo. Es una sonrisa ir¨®nica que parece decir ¡°ya hemos metido dos, tendremos que meter otro¡±; es una sonrisa que enfada a los aficionados que la est¨¢n viendo y que han de esperar al panenka de unos pocos minutos despu¨¦s para entenderla, y los 120 minutos de la semana siguiente para admirarla, como siempre pasa con ¨¦l. Es la sonrisa de ¡°todo est¨¢ bien, el destino est¨¢ escrito, esta Copa de Europa la ganamos cuando fui a preguntarle a Donnarumma la hora¡±. Esa sonrisa fatal, puro veneno para el City, fue Benzema en el Madrid: un baile que no se acaba nunca, un recuerdo inalterable, una fiesta de etiqueta en la que quienes m¨¢s felices nos hacen son, siempre, los ni?os gordos y bajitos y torpes que nunca ser¨¢n le?adores, siempre ser¨¢n ¨¢rboles.
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