El franc¨¦s Victor Lafay sorprende a Van Aert y Pogacar en San Sebasti¨¢n
Adam Yates se mantiene como l¨ªder tras la segunda etapa del Tour de Francia
En la cima de Jaizkibel, San Sebasti¨¢n a sus pies, Pogacar y Vingegaard, las estrellas, abandonan el escenario. Las pasiones las reemplazan.
La rabia de Pello Bilbao, y su ataque en el descenso contra el viento de cara, su duelo in¨²til y bello contra la voracidad de los perseguidores, los mejores del Tour, una veintena, y con ellos, siempre, Mikel Landa, Carlos Rodr¨ªguez, la esperanza.
La locura de Victor Lafay, y su victoria.
La desaz¨®n permanente de Wout Van Aert, derrotado de nuevo, y su pu?o al aire, la paradoja insoportable que quien sabe que cuantos m¨¢s premios gane, cuanto m¨¢s grandes sean, m¨¢s perdedor se sentir¨¢, pues se ver¨¢n obligados todos los d¨ªas a demostrar que son ganadores. Las t¨¢cticas las construyen las cabezas, y las hacen grandes, ¨²nicas, las emociones. As¨ª tres semanas. La frustraci¨®n, el fracaso, la noche sin sue?o repasando la v¨ªspera, es el combustible m¨¢s potente.
Todo naci¨® el s¨¢bado.
?Relive the final km of Stage 2 of the #TDF2023, where @victorlafay won by attacking under the flamme rouge
— Tour de France? (@LeTour) July 2, 2023
?Revivez le dernier km de la 2¨¨me ¨¦tape du #TDF2023, o¨´ @victorlafay a gagn¨¦ en attaquant sous la flamme rouge! pic.twitter.com/xLryP6X00E
Bilbao pinch¨® el s¨¢bado, y por la tarde se machac¨® por no haberse atrevido a parar y cambiar de bici, y se machac¨® m¨¢s a¨²n porque, cuenta, su indecisi¨®n hab¨ªa echado a perder el d¨ªa m¨¢s especial que hab¨ªa vivido en una bicicleta, pedaleando con un dorsal del Tour por su pueblo, Gernika, bajo el mural que le pintaron sus amigos. ¡°Y me qued¨¦ con la rabia¡±, confiesa, ¡°de no haber sido el protagonista que la gente esperaba¡±. Y por la noche, en su cabeza de ingeniero, en su cuerpo de magn¨ªfico bajador, planific¨® su ataque, su desquite, su aceleraci¨®n en la parte m¨¢s t¨¦cnica del descenso de Jaizkibel, aun sabi¨¦ndolo condenado. Hizo un hueco, 10s, mantuvo la esperanza. Sucumbi¨®.
El s¨¢bado, en Pike, donde las multitudes solo juraban por Mikel Landa y el Tour comenzaba a pelearse, Pogacar y Vingegaard no llegaron solos a la cima. Con ellos, tapado, a su rueda, invisible a la c¨¢mara deslumbrada por la sonrisa espl¨¦ndida de Pogacar desinhibido, la palidez de Vingegaard, se adivina un maillot clarito y rojo, un Cofidis. ?Qui¨¦n es ese?, se oyen voces de franceses pegados a la tele en la sala de prensa. ?Qui¨¦n es? No lo reconocen. Solo han tenido ojos hasta entonces para su Julian Alaphilippe, que desaparece y se difumina; para su Thibaut Pinot, que envejece sin remedio, y su David Gaudu, que no llega. No reconocen a Lafay, al que siempre han cre¨ªdo un secundario, un caballo loco de Lyon, de 27 a?os, que gan¨® una etapa en los Abruzos el Giro de Egan Bernal. Y se emocionan porque Lafay quiere que los tres sigan solos hasta Bilbao, y se emocionan m¨¢s a¨²n el domingo, cuando, ya absorbido Bilbao, en una cuestecita antes de la ¨²ltima curva, bajo el tri¨¢ngulo rojo del ¨²ltimo kil¨®metro, salta convencido de que llegar¨¢ el primero, y deja plantado a Van Aert, tanto trabajo su equipo para nada, y se deja absorber, aturdido y veloc¨ªsimo, por el ruido y los colores de la calle enloquecida. La locura imposible del s¨¢bado fue realidad, carne y hueso el domingo, y Francia ya se puede olvidar de Alaphilippe, retrasado, y de Gaudu.
El Tour recorre sin pausa los territorios del landismo, los de la espera del gran d¨ªa, que son todos, Legutiano, tan cerca de su Murgia, y el rojo, verde y blanco de sus ikurri?as, junto a su nombre, ?Mikel Landa! con exclamaciones, junto a su fe landista, es c¨¢lido, llena el aire bajo las nubes oscuras, como si quien la invent¨® lo hizo un d¨ªa nublado, brit¨¢nico o irland¨¦s, y la lluvia fina, y la misma armon¨ªa tan Gestalt, tan sedante, brilla en la bruma en la bici rosa de Neilson Powless, en su maillot de lunares rojos y parches publicitarios rosas de su equipo, el EF. Hacia San Sebasti¨¢n, a trav¨¦s de los paisajes tan repetidos que a los colombianos les parece Boyac¨¢ y tambi¨¦n el oriente antioque?o y a los ecuatorianos el Carchi de su Richard Carapaz que les entristece con su abandono y su pierna rota, tan verde, tan h¨²medo, las nubes envolviendo los picachos, todo rueda suave y veloz hasta que el sol rompe en la subida a Jaizkibel, desde el mar de Hondarribia hasta 400 metros, y pica en la piel y en los ¨¢nimos de los UAE y los Jumbos, juventud alegre y combativa, que deciden romper el pelot¨®n, como el sol las nubes, para dejar solos a los suyos, a su Tadej Pogacar y a su Jonas Vingegaard, y compiten entre ellos, Majka y Van Baarle, para ver qui¨¦n sube m¨¢s r¨¢pido la colina desde la que se ve la vida, y, llegado el momento, despu¨¦s de que los gemelos Yates, again, lanzaran un ¨²ltimo fogonazo, y Adam Yates hasta pone en riesgo, con su esfuerzo, el maillot amarillo que mantiene, compiten entre ellos, Pogacar y Vingegaard, cada d¨ªa un cuerpo a cuerpo, un combate, y se quedan solos, y Pogacar esprinta salvaje, la ¨²nica manera que tiene de correr, derrochando, y Vingegaard se contagia. Se juegan 3s de bonificaci¨®n (8s para el primero, 5s para el segundo) y parece que se juegan todo el Tour, tanta energ¨ªa, tanto deseo. ?Viva el Tour! Gana Pogacar, y se vuelve y le pregunta a Vingegaard si le apetece continuar el duelo hasta el final, los 16 kil¨®metros que quedan hasta el Kursaal, junto a la playa de Zurriola, por el paseo que huele a pescado y que cruzan indolentes, los d¨ªas que no son de Tour, j¨®venes descalzos con tablas de surf bajo el brazo. Con la cabeza, Vingegaard, siempre paciente, siempre suspicaz, dice que no. Solo 20 minutos m¨¢s tarde, cuando gana Lafay y cuando Pogacar, en un segundo sprint absoluto que hace crujir de nuevo su mu?eca reci¨¦n reconstruida, solo pierde por cent¨ªmetros ante Van Aert abatido, pero suma 4s m¨¢s de bonificaci¨®n, y ya, en dos d¨ªas, lleva 16, al precio de un esfuerzo tremendo, y Vingegaard, que se esfuerza casi tanto como ¨¦l, 11s menos, todos gritan, ya en franc¨¦s, bien s?r, Vive le Tour!
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