Porfa, no te vayas
Las bajas futbol¨ªsticas nos siguen doliendo de adultos porque el f¨²tbol no deja de ser un retorno constante a la ni?ez
Un ni?o se acerc¨® al coche del ya exjugador del Celta, Gabri Veiga, se asom¨® a la ventanilla y con un hilito de voz entra?able expuls¨® una frase que le sali¨® de lo m¨¢s profundo del alma: ¡°Porfa, Gabri, no te vayas¡±. Si existe algo capaz de lograr que un jugador se quede en un equipo, no es la acci¨®n de un agente o presidente, es el chantaje emocional de un ni?o. Gabri Veiga sonri¨® desde el asiento. Le firm¨® un aut¨®grafo, que ese cr¨ªo conservar¨¢ como un trofeo. Arranc¨® el motor del coche y continu¨® su camino. Todo el celtismo vive con resignaci¨®n estos d¨ªas la salida de uno de los grandes jugadores de la cantera, pero para un ni?o se va mucho m¨¢s que eso: se va un ¨ªdolo de la infancia.
Nuestra ¨²ltima esperanza: este ni?o.
— Pablo? (@PabloVerdeal) August 18, 2023
¡°No te vayas, Gabri¡±. De momento, convocado con el Celta para el partido de Anoeta, Gabri Veiga abandona la CD Afouteza una hora y cuarto despu¨¦s de acabar el entrenamiento. ?Cosas que recoger? ?Despedidas?
Te lo cuenta @RadioMarcaVigo. pic.twitter.com/FpMjt5tjvV
Quiz¨¢ el f¨²tbol nos ense?a, antes que nada, que la vida est¨¢ llena de p¨¦rdidas. Porque durante la infancia la balanza est¨¢ descompensada y todo son ganancias todav¨ªa. Con el paso del tiempo la b¨¢scula se iguala, hasta inclinarse del lado contrario. Con el paso del tiempo comienzas a ser consciente de que tu felicidad, o tu mera supervivencia, consiste muchas veces en saber priorizar emocionalmente lo que se queda sobre lo que se ha ido. Es decir, en saber rellenar ausencias con lo que tienes a mano.
Recuerdo que en mi infancia tuve varias de esas p¨¦rdidas futbol¨ªsticas. Incluso arranqu¨¦ despechada alg¨²n p¨®ster de la pared de mi habitaci¨®n. A¨²n no entend¨ªa el componente econ¨®mico del f¨²tbol porque solo contaba con el sentimental. Los flechazos futbol¨ªsticos en la ni?ez son inexplicables y el m¨ªo lo fue con un jugador de la cantera llamado Carlos. No era especialmente portentoso ni sobresal¨ªa futbol¨ªsticamente sobre el resto de compa?eros. Me podr¨ªa haber quedado en la idolatr¨ªa con alg¨²n otro gran nombre del vestuario, como Patxi Salinas, Juan S¨¢nchez, Alejo o Berges, pero por alg¨²n motivo que ahora mismo se me escapa a m¨ª me encantaba ¨¦l y su forma de recoger y conducir los balones desde el centro del campo. En la temporada 1995-96 se fue al Almer¨ªa. Escribiendo esta columna he descubierto que se fue cedido, nada especialmente dram¨¢tico, pero por aquel entonces tampoco entend¨ªa la diferencia entre fichajes o cesiones. El caso es que Carlos se marchaba del Celta. Y cuando escuch¨¦ la noticia en la televisi¨®n me qued¨¦ aturdida durante minutos. ?C¨®mo que se va? ?Es eso siquiera posible?
En realidad, las bajas futbol¨ªsticas nos siguen doliendo de adultos porque el f¨²tbol no deja de ser un retorno constante a la ni?ez. Ver a uno de los tuyos con otra camiseta se siente como ver a tu ex pagando la entrada de un piso con otra persona de la mano. En Barcelona, por ejemplo, todav¨ªa se escuchan lamentos de Messi por las calles. En Madrid por Benzema. Y no pasa nada por no superarlo de inmediato, ni siquiera 15 a?os despu¨¦s. ¡°Sufrir por eso es completamente irracional¡±, dicen algunos mecenas de la racionalidad. Pues claro. Pero qu¨¦ fr¨ªo ser¨ªa el mundo si tuvi¨¦semos que exorcizar las p¨¦rdidas de manera razonada.
Lo vas aprendiendo desde ni?o y lo asumes como adulto: en el f¨²tbol, como en la vida, casi todo est¨¢ enredado. Hay caos y mermas. Personas llegan y otras que se van de manera ineludible. Nos re¨ªmos inc¨®modos ante la sugerencia de lo contrario, mientras reprimimos la idea de que tal vez llevemos tiempo regando una planta crujiente, mustia y marchita. Lo hacemos porque deseamos, m¨¢s que cualquier cosa en el mundo, que esa planta volviese de nuevo a brotar.
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