El juego del alpinismo acaba con la vida de la leyenda Dmitry Golovchenko
El ruso muere en el Gasherbrum IV en un final sin aclarar a¨²n por su compa?ero Sergey Nilov
El juego acaba as¨ª, de forma brutal: un hombre al l¨ªmite de su resistencia f¨ªsica y ps¨ªquica busca enloquecido los restos de su amigo en el glaciar al pie de una monta?a terrible: el Gasherbrum IV (7.925 m, Pakist¨¢n). Sergey Nilov lo encuentra, envuelve sus restos en la tela de su tienda de campa?a y sigue bajando, como un espectro, hacia su campo base. La soledad, insondable, se hace materia y le acompa?a como una sombra siniestra. La incomprensi¨®n se mezcla con la m¨¢s dolorosa de las tristezas. Puede que el cuerpo de Dmitry Golovchencko nunca sea rescatado y es casi seguro que Nilov jam¨¢s encontrar¨¢ un compa?ero de cordada como el que acaba de perder, un amigo con el que llevaba a?os perpetuando su infancia, jugando a escalar las monta?as m¨¢s intimidantes que existen. En 1976, tras escalar el Changabang, Peter Boardman afirm¨® que no existe monta?a insuperable si de verdad te empe?as, credo compartido por Nilov y Golovchenko, dos que no necesitaban mirar el parte meteorol¨®gico antes de adentrarse en una pared. Si esperas que llegue el buen tiempo, nunca ser¨¢s alpinista, opinaban. Por eso exhib¨ªan dos Piolets de Oro, el m¨¢ximo premio al que puede optar un alpinista: eran tiempos felices. Cada triunfo conduc¨ªa al ¨¦xtasis y retroalimentaba su voracidad, llev¨¢ndoles de un lugar a otro caminando cada vez m¨¢s sobre un filo invisible.
As¨ª, soportando viento, nevadas y sin apenas visibilidad llevaban en la virgen arista sureste del G IV desde el pasado 21 de agosto. Avanzando a tientas y a mordiscos. Lanzando v¨ªa sat¨¦lite escuetos mensajes para ahorrar bater¨ªa: ¡°Mal tiempo. Viento. Nieve. Pensamos en c¨®mo no comer¡±. De hecho, ambos sab¨ªan perfectamente c¨®mo no comer para que los v¨ªveres que portan durasen un m¨¢ximo. En 2019 permanecieron 18 d¨ªas en el Jannu, la ¨²ltima semana sin apenas ingerir nada, tras escalar la cara este y firmar un descenso ¨¦pico por la vertiente sur que les llev¨® a enviar un divertido mensaje: ¡°No estamos de broma: ?queremos bajar!¡±. Solo su inmensa experiencia les permiti¨® salir vivos y sonrientes. En la arista sureste del Gasherbrum IV nada fue rodado. Alcanzar el pie de la arista fue una peque?a aventura en s¨ª misma, un trayecto complicado por un glaciar laber¨ªntico y traicionero y, al fin, un poco de paz para plantar una tienda a 7.000 metros y encarar desde ese punto la parte m¨¢s t¨¦cnica de la ruta. Pero el mal tiempo azot¨® a la pareja rusa desde el principio. La p¨¢gina web de referencia en el mundo del alpinismo ruso, Mountain.ru, colaboradora de la expedici¨®n, colgaba a diario sus telegramas con la misma militancia con la que denunci¨® hace un a?o la invasi¨®n de Ucrania, coloc¨¢ndose de golpe en una complicada y amenazante situaci¨®n en su pa¨ªs. Mountain.ru explic¨® hace escasos d¨ªas que la pareja alcanz¨® una altitud de 7.580 metros en la monta?a, pero los detalles del accidente que acab¨® con la vida de Golovchencko siguen sin desvelarse, si bien al parecer se produjo mientras intentaban alcanzar la cima y no durante su retirada, como se presupon¨ªa inicialmente. Aunque Nilov ha pasado ya por un hospital en Islamabad (Pakist¨¢n) donde se recupera de una fatiga extrema y de serias congelaciones en ambos pies, el superviviente no se encuentra con fuerzas para explicar los detalles de la tragedia y su posterior descenso en solitario, una verdadera pesadilla. Solo un alpinista excepcional puede seguir en vida tras descender por s¨ª mismo de una ruta tan comprometida. De hecho, los planes originales de la pareja no pasaban por descender por la ruta de ascenso, sino por buscar un terreno m¨¢s amable al otro lado de la monta?a.
El Gasherbrum IV apenas cuenta 17 ascensos (en 2008, Alberto I?urrategi, Ferr¨¢n Latorre, Mikel Zabalza, Juan Vallejo y Jos¨¦ Carlos Tamayo alcanzaron la cima norte escalando la arista noroeste) y los que se enfrentan a esta monta?a se miden igualmente al peso de la historia, de sus grandes apellidos. En 1958, el incomparable Walter Bonatti y su compatriota italiano Carlo Mauri firmaron el primer ascenso, en este caso por la arista noreste, dentro de una expedici¨®n dirigida por el no menos legendario Ricardo Cassin. Si su escalada fue una haza?a notable, la epopeya del polaco Wojtek Kurtyka y del austriaco Robert Schauer en 1985 qued¨® rese?ada para siempre como la actividad m¨¢s salvaje, comprometida y visionaria jam¨¢s realizada: ambos superaron la cara oeste, conocida como el muro resplandeciente, en estricto y minimalista estilo alpino, soportando largos de escalada en los que una ca¨ªda los hubiera matado a ambos y pasando ocho noches en la pared. Decir, como es habitual, que fueron m¨¢s all¨¢ de cualquier l¨ªmite f¨ªsico y psicol¨®gico aceptable es no decir nada.
Nilov y Golovchenko pretend¨ªan, a su vez grabar su nombre en la historia de una monta?a que solo acepta apellidos con pedigr¨ª. S¨ª, iban a sufrir. Eso lo daban por descontado. No, el mal tiempo no les iba a obligar a renunciar. S¨ª, al juego del alpinismo no se juega si uno no tiene claras sus obligaciones o las reglas. En el juego del alpinismo, una renuncia no es una derrota. Solo la muerte lo es. Y entonces, el juego pierde toda traza de experiencia l¨²dica.
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