Kazuya Hiraide, el mejor alpinista del siglo XXI que tiene patrocinador vasco y es un desconocido en Occidente
El japon¨¦s, que va camino de su cuarto Piolet de Oro, anuncia que se medir¨¢ a la formidable y brutal cara oeste del K2
El alpinista m¨¢s especial del siglo XXI no ten¨ªa patrocinador. Y cuando lo encontr¨®, falleci¨® al poco tiempo. Marc Andr¨¦ Leclerc, ahora un h¨¦roe m¨ªstico y global cuya vida breve desfila por las plataformas de streaming (Netflix y Filmin) no ten¨ªa ingresos porque no ten¨ªa tel¨¦fono. Y porque no ten¨ªa ganas de entrar en el escaparate impostado de las redes sociales para venderse. Los grandes alpinistas del presente se dividen en dos grupos: los que cobran para seguir escalando y los que trabajan para escalar. O los que viven para alimentar su legi¨®n de seguidores frente a los que solo aceptan perseguir grandes sue?os. ¡°Es muy sorprendente ver con qu¨¦ facilidad abandonan las expediciones aquellos alpinistas que tienen el respaldo de grandes patrocinadores¡±, evocaba recientemente el catal¨¢n Marc Toralles. En un momento en el que la seguridad es la proclama del buenismo generalizado, matarse en una monta?a es la peor publicidad posible para un patrocinador, aunque este venda la aventura como forma de vida.
Si hubiese que se?alar un alpinista de referencia en el presente siglo, este podr¨ªa ser el japon¨¦s Kazuya Hiraide, casi un desconocido para el p¨²blico occidental. Resulta que Hiraide cuenta con tres piolets de oro, el m¨¢ximo premio al que aspira un alpinista, pero trabaja para una distribuidora de material deportivo. Hace escasas semanas regres¨® del Tirich Mir (7.708 metros, en Pakist¨¢n) con una nueva ruta en su desconocida cara norte, apertura que podr¨ªa valerle su cuarto Piolet de Oro, el tercero de la mano de su amigo Kenro Nakajima.
Hiraide no pertenece a ninguna de las grandes firmas globales de equipamiento de monta?a, de esas que tienen en n¨®mina a sus atletas para que estos solo se dediquen a entrenarse y completar gestas. El patrocinador de Hiraide es vasco, la firma guipuzcoana Ternua, que se frota los ojos: es como si Mbapp¨¦ jugase en la Real Sociedad por amor al arte. Ternua viste al japon¨¦s, pero no puede pagarle un sueldo. Otras firmas del mundo del outdoor s¨ª podr¨ªan, pero las estrategias de mercadotecnia de los fabricantes de material de monta?a son, a menudo, incomprensibles.
Muchos alpinistas, escaladores o corredores de monta?a a sueldo se pasan media vida cavilando c¨®mo mejorar su presencia en las redes, un trabajo tan esclavo como sospechoso: si siempre est¨¢s con la cara pegada al m¨®vil, dif¨ªcilmente llegar¨¢s donde llega Hiraide, un maestro en el arte de explorar monta?as, de buscar fuentes de inspiraci¨®n, de llegar donde nadie ha estado, de dibujar caminos impensados. Su ejemplo es el del explorador, es el recuerdo de Mallory buscando el Everest y una manera de conquistarlo en los a?os 20 del pasado siglo. Para escalar la norte del Tirich Mir, primero hac¨ªa falta encontrarla. ¡°Esa vertiente estaba protegida por una aut¨¦ntica fortaleza de picos, glaciares y murallas. Para dar con ella tuvimos que alcanzar un collado a 6.200 metros desde un valle perdido, comprobar que no ser¨ªa posible bajar al glaciar que se extend¨ªa a nuestros pies, regresar y dar con el inicio de la ruta tras un rodeo que nos ocup¨® durante dos d¨ªas. ?Me encanta la exploraci¨®n!¡±, declara Hiraide.
Toda la fortaleza mental que exhibe Hiraide, el deseo de exponerse al fracaso, la necesidad de vivir no una impostura exagerada despu¨¦s en las redes sino una aventura en letras capitales, no se traduce exactamente en cifras que hablen a las claras de su fortaleza f¨ªsica. ¡°De hecho¡±, explica el tambi¨¦n himalayista Alberto I?urrategi, ahora a cargo del equipo de alpinistas de Ternua, Kazuya escala muy, muy poco en roca. ¡°Sus dedos amputados de los pies apenas le permiten moverse con soltura en la roca. Pero a la hora de afrontar un terreno de hielo y mixto a gran altitud, pocos pueden rivalizar con ¨¦l¡±, explica. Como si todo lo que no fuese un compromiso sincero con la actividad a realizar careciese de importancia, incluso los piolets del japon¨¦s son de otra ¨¦poca. Como si Pogacar corriese con la bici de Indurain afirmando una realidad: lo que importa es apretar fuerte los pedales.
Cordada mixta
Hace escasos meses, de visita en Espa?a, Hiraide miraba al frente y recordaba que, poco a poco, se acercaba al medio siglo de vida, una frontera casi infranqueable para el alpinismo de alto nivel. ¡°S¨¦ que no me quedan muchos a?os antes de retirarme, pero tengo la esperanza de hacer algo grande¡±, susurraba. ?M¨¢s grande a¨²n de lo que ha hecho? ¡°S¨ª, tengo un sue?o, pero me parece pronto para hablar de ¨¦l, aunque puedo decir que ser¨¢ la cara oeste del K2¡å, avanzaba con la m¨¢s sincera de sus sonrisas. Hace escasos d¨ªas, el japon¨¦s reuni¨® a los medios especializados de su pa¨ªs, explic¨® los detalles de su expedici¨®n al Tirich Mir y desvel¨®, al fin, su pr¨®ximo (?y definitivo?) reto: la cara oeste del K2 (8.611 m) en estilo alpino, empresa que parece un desaf¨ªo de locos.
Hiraide sufri¨® enormemente la p¨¦rdida de su cordada habitual, la alpinista Kei Taniguchi, fallecida en 2015 en un accidente de monta?a. Junto a ella hab¨ªa logrado su primer Piolet de Oro, el primero (y ¨²nico) que ha logrado una mujer (en 2008, tras escalar la cara suroeste del Kamet, 7.756 m). Las cordadas mixtas de alto nivel en el Himalaya son casi inexistentes, una realidad que Hiraide no acierta a comprender: ¡°Nunca hab¨ªa conocido a nadie con esa capacidad de so?ar, con ese deseo de no rendirse jam¨¢s ante un reto. Kei era especial y me cost¨® mucho encontrar a un compa?ero de cuerda a su altura¡±, se?ala el alpinista japon¨¦s. Kenro Nakajima tiene 10 a?os menos que Hiraide, quien se declara como un mentor: ¡°Si logro ense?arle lo necesario para que no se mate, para que su juventud no le traicione, habr¨¦ hecho algo bueno¡±, explicaba hace unos meses.
El pr¨®ximo verano, la formidable cara oeste del K2, una muralla que encoge el alma, ver¨¢ dos hormigas acercarse con lo puesto, dos voluntades empe?adas en escalar como si su reto no fuese la segunda monta?a m¨¢s elevada del planeta, sino una cima cualquiera. No querr¨¢n escalarla, sin m¨¢s, sino hacerlo sin traicionarse, sin enga?ar a nadie, tan solo subir y bajar sin dejar huella alguna, o quiz¨¢ una huella permanente en sus recuerdos. Una de esas huellas que no se comparten en Instagram.
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