El rugby emocional de Argentina vale unas semifinales del Mundial
Los Pumas remontan a Gales (17-29) y buscar¨¢n ante Nueva Zelanda la primera final de su historia
Gales busca la remontada cuando Nicol¨¢s S¨¢nchez ve el pase a la espalda de Sam Costelow antes de que el apertura prepare las manos. El l¨ªder de la vieja guardia aprovecha sus escasos 10 minutos para el robo letal y corre bajo palos hacia el ensayo de la felicidad. Tras una primera parte oscura, el rugby emocional de Argentina, un tobog¨¢n de altos y bajos, sac¨® en Marsella su billete para las semifinales del Mundial, las terceras de su historia (nunca pas¨® a una final), en las que se medir¨¢ a Nueva Zelanda, que derrot¨® a Irlanda (24-28). Los Pumas se rebelaron ante su cartel de v¨ªctima por una err¨¢tica fase de grupos y rugieron a tiempo en el V¨¦lodrome (17-29).
Gales sali¨® como un rayo y Emiliano Boffelli tuvo que apagar el primer incendio, una patada a seguir de Louis Rees-Zammit, el gran anotador rojo, que embols¨® junto a la cal. Superado el compromiso, Argentina se fue convencida a campo rival para la primera incursi¨®n de su delantera, una sucesi¨®n de cargas r¨¢pidas que provoc¨® el primer golpe de castigo por fuera de juego de la defensa. Una patada propicia para tomar la delantera, la medicina perfecta para un equipo con dudas. Pero Boffelli no encontr¨® los palos.
La s¨®lida zaga galesa estaba ya en sus puestos y ganaba metros sin bal¨®n. Y llegaron los errores no forzados, la t¨®nica albiceleste. Su seleccionador, Michael Cheika, relev¨® a Gonzalo Bertranou, el medio mel¨¦ incapaz de exprimir a su delantera, pero mantuvo a Santiago Carreras como director de juego; el apertura de Argentina que juega como zaguero o ala en su club, Gloucester. No empez¨® bien, quit¨¢ndose de encima un bal¨®n que se perdi¨® por la banda. Tampoco Boffelli, que no pudo atrapar un pase demasiado bajo. La mel¨¦ consiguiente despert¨® la primera oleada galesa, tres disparos al mismo miembro. George North solt¨® raudo el bal¨®n tras el placaje para que Gareth Davies lo recogiera y, ya con ventaja, esquivara a Boffelli con un pase c¨®modo para Dan Biggar. El ensayo de la vieja guardia.
El alto ritmo dejaba v¨ªctimas, como los dorsales de los galeses -muchos se desprendieron de sus camisetas-, una responsabilidad que el ¨¢rbitro principal, el sudafricano Jaco Peyper, tuvo que delegar por lesi¨®n en el ingl¨¦s Karl Dickson. Un final aciago para el colegiado que pitaba un partido de Gales cuatro a?os despu¨¦s de una pol¨¦mica foto en la que pos¨® con sus aficionados simulando el codazo de un franc¨¦s expulsado que allan¨® su pase a semis. Los Pumas dieron motivos para testar el nuevo silbato porque su defensa fallaba placajes y necesitaba acumular piezas. Una cascada de faltas que no aprovech¨® Gales, que solo canje¨® una entre palos y vio c¨®mo su rival se levantaba del div¨¢n gracias a Carreras -menos organizador y m¨¢s percutor- y estrenaba su marcador con dos patadas antes del descanso (10-6).
Inercia psicol¨®gica
Un resultado corto para la superioridad galesa que los Pumas dejaron en la m¨ªnima expresi¨®n tras otra patada sencilla, el premio a los portes de Isa o Kremer, que avanzaba con un defensor encima. El desorden hab¨ªa dado paso a la pasi¨®n: su defensa era ahora la que hac¨ªa placajes ganadores y Boffelli completaba la improbable remontada con un misil desde campo propio: 55 metros. Los errores no forzados hab¨ªan dado paso a los golpes ganadores.
Para bien o para mal, Argentina dictaba. En su mejor momento, cedi¨® esa inercia psicol¨®gica. Primero, con un error en la liberaci¨®n del oval cuando percut¨ªan en campo gal¨¦s; despu¨¦s, con un barbecho defensivo que aprovech¨® Tomos Williams, el medio-mel¨¦, que en lugar de suministrar a sus delanteros cogi¨® la pelota y entr¨® como un embajador por el centro de la zaga americana para ensayar y devolver a los suyos el bast¨®n de mando.
Acostumbrados a fallar, los argentinos mantuvieron la compostura con la f¨®rmula de la delantera gracias a sus suplentes frescos y pusieron a prueba la solidez defensiva galesa, sus placajes certeros sin ayudas. Tras un sinf¨ªn de embestidas, una secuencia larga en la que los Pumas se negaron a conformarse con tres puntos, Joel Sclavy elev¨® sus 135 kilos sobre la zona de marca y devolvi¨® la ventaja a los suyos, exultantes. Y concentrados. Porque la renta era exigua y Gales tuvo la victoria en una internada de Rio Dyer, que no solt¨® el bal¨®n a tiempo para traducir su clara superioridad en una ruta sencilla hacia el ensayo y permiti¨® a Mat¨ªas Morini firmar un placaje salvador sobre Rees-Zammit. Porque la pasi¨®n tambi¨¦n defiende.
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