Remco Evenepoel se redime en la monta?a navarra
El belga, en fuga al d¨ªa siguiente de su hundimiento en el Aubisque, se impone en la cima de Belagua mientras el Jumbo controla al pelot¨®n en la etapa de la Vuelta a Espa?a
?Qui¨¦n ganar¨¢ la Vuelta? Un Jumbo. ?Qu¨¦ Jumbo? ?Qui¨¦n de los tres que son los tres primeros en la general y van de la mano siempre, juntitos, y cuando uno acelera los otros esperan un poco y van a buscarle? ?Qui¨¦n? ?El yanqui, el esloveno, el dan¨¦s? El equipo neerland¨¦s sondea al p¨²blico, a los medios, como si un casting de simpat¨ªa de sus tres chicos deber¨ªa resolver. ?Qui¨¦n cae mejor?, preguntan, ?a qui¨¦n prefiere la afici¨®n? Kuss habla espa?ol y vive entre Catalu?a y Andorra, y es muy majo y gracioso; a Roglic en Espa?a le adoran, y ha ganado ya tres Vueltas; Vingegaard tampoco cae mal¡ Algunas indiscreciones se?alan tambi¨¦n que desde el primer d¨ªa, desde antes de que el chaval de Colorado ense?ara la patita en la ascensi¨®n de Javalambre, la direcci¨®n del Jumbo hab¨ªa decidido, estrategia de la generosidad, que fuera su gregario m¨¢s se?alado y aplaudido, el Sepp Kuss de todas las salsas, el l¨ªder oculto, el corredor para el que sus figuras trabajar¨ªan, a quien ayudar¨ªan. El Jumbo ganar¨ªa as¨ª la tercera grande del a?o, tras el Giro de Roglic y el Tour de Vingegaard, con un tercer corredor, el triunfo de su estilo, de su juego, m¨¢s cooperativo que jer¨¢rquico. Todo estudiado. Todo es imagen. No quieren que se asocie su car¨¢cter dominante, marea arrasadora, y su resaca, a la del Sky tan antip¨¢tico y desazonador de los tiempos de Froome y su rodillo, o a otros equipos de otras d¨¦cadas que quedan en la memoria como el maligno. Hacen las etapas atractivas con ataques variados. Dejan jugar a otros. Y, en su bondad infinita, hasta permiten y aplauden que Remco Evenepoel recupere su ser el d¨ªa siguiente de haberlo enterrado en la m¨¢s profunda de sus miserias. Evenepoel est¨¢ en fuga. El Jumbo apacienta el reba?o, que llega a m¨¢s de ocho minutos del belga que gana, redimido y redentor, y su nuevo maillot de lunares azules, rey de la monta?a.
En Larrau, donde todos tiemblan, el puerto terrible de la frontera navarra, Remco Evenepoel se lanza de cabeza, los ojos bien abiertos, como quien se tira al mar furioso, y olvida.
Vuelve a ser Remco, el corredor que solo disfruta cuando ataca, el corredor al que nadie resiste ni en Lieja ni en Donosti ni en el Mundial de Australia, el ni?o maravilloso que quiere ser Eddy Merckx y hace cosas que solo el Can¨ªbal se atrev¨ªa a hacer. Sin miedo. El primer d¨ªa de gran monta?a de su vida, el viernes del Aubisque, Spandelles y Tourmalet, fue su primer d¨ªa de gran sufrimiento sobre la bicicleta. Perdi¨® 27 minutos. Perdi¨® la Vuelta que hab¨ªa ganado el d¨ªa anterior y perdi¨® el sue?o. Llorando, cuenta, se acost¨®. En la cama, pensamientos negativos. Una hora de sue?o inquieto, una hora de desvelo. Tiene 23 a?os. Todos sus ex¨¢menes de madurez los libra en p¨²blico, entre la expectaci¨®n, los deseos, la inquina. El examen de los grandes Pirineos lo suspendi¨®. Cuerpo sudoroso, cuenta, bloqueado en el Aubisque. Inexplicable. El examen para campe¨®n, para Merckx, lo resolvi¨® al d¨ªa siguiente con matr¨ªcula de honor en monta?as tambi¨¦n enormes, monta?as donde los campeones sufren y se construyen, en Murkuillako Lebua (Hourc¨¦re), donde escucha el consejo de su mujer que le devolvi¨® la motivaci¨®n so?¨¢ndolo mientras dorm¨ªa, ya el sol bien alto, en el autob¨²s camino de la salida ¨C¡±los campeones siempre responden¡±¨C y se lanza en su descenso hacia la aldea de Sainte Engrace y su cementerio, donde duerme el sue?o eterno Jean Cormier, y donde se le une en la aventura el franc¨¦s Romain Bardet.
Cuando la primera ense?anza que reciben los ciclistas es que antes de comer lo que tengan en su plato deben comerse lo del plato del vecino, Bardet, sensible y sabio, y nunca ser¨¢ un ganador, reparte su plato y se come solo las migajas, y en el calor abrasador de Larrau, un horno cuando se sale del hayedo fresco y se trepa por las laderas verticales desnudas, el lugar en el que Miguel Indurain, en el Tour del 96, sufri¨® como nunca hab¨ªa sufrido, y con la mayor dignidad, riega la cabeza ardiente de Remco con una botella de agua fresca. Despu¨¦s ruega por agua para ¨¦l al p¨²blico. Y aguanta a rueda del belga en la ¨²ltima subida, hacia la muga de la Hiru Errege Mahaia (Mesa de los Tres Reyes). A cuatro kil¨®metros, Bardet, que sabe del valor esc¨¦nico de la victoria en solitario, de la imagen de un ganador revivido, solo, aplaudido, todos los focos para ¨¦l, hace mutis por el foro. Se borra. Evenepoel llora al cruzar la meta. Bardet, un par de minutos despu¨¦s, le abraza. Kuss, tan simp¨¢tico, sigue l¨ªder. The end. La novela de los Pirineos ha terminado. A la de la Vuelta le quedan a¨²n cap¨ªtulos.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.