Remco Evenepoel incendia la Vuelta a Espa?a y Rui Costa gana la etapa en Lekunberri
Triunfo del portugu¨¦s, de 36 a?os, que convierte la victoria en un alegato contra la viejofobia del pelot¨®n: ¡°Algunos equipos miraban la edad y no me quer¨ªan contratar¡±
En la puerta del hotel de Pamplona en el que duermen el s¨¢bado el Movistar, el Lotto y el Soudal, Fernando Gaviria, brazo derecho en cabestrillo, clav¨ªcula rota dos d¨ªas antes en el Tour de Gran Breta?a, se para un momento a hablar con Enric Mas, Oier Lazkano, Imanol Erviti, Jorge Arcas, sus parces del Movistar, les pregunta c¨®mo va su Vuelta, Mas le dice que as¨ª as¨ª, que le gustar¨ªa tener mejores piernas, que quiz¨¢s su gran d¨ªa sea el de Guadarrama, el s¨¢bado pr¨®ximo llegando a Madrid. Los otros le responden con un resumen en pocas palabras: ¡°Se va tan r¨¢pido todos los d¨ªas que no da tiempo ni a hacer grupeta: la grupeta somos 100 o m¨¢s, la mayor¨ªa del pelot¨®n. No se hace grupeta, sino que se escapan los m¨¢s fuertes, que no son muchos¡±.
Los ni?os que pululan alrededor del hotel, la segunda casa del Movistar, solo preguntan por Remco Evenepoel, el ni?o valiente, que sale temprano y se para a recoger el desayuno en la food truck de su equipo aparcada a la puerta. Los auxiliares del Soudal trasportan colchones y maletas al cami¨®n, y un chaval, al ver el nombre de Remco en una maleta, se ofrece para llevarla ¨¦l, qu¨¦ honor.
Un par de horas despu¨¦s, en la batalla de Lizarraga, 20 kil¨®metros de cuesta suave y constante de la sierra de Urbasa entre Abarzuza, en Tierra Estella, donde Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri so?¨® el Reynolds de Irurtzun y Peluso, Perico, Arroyo e Indurain, y Extarri Aranaz, el pelot¨®n es una llama viva. Evenepoel enciende el fuego, los UAE, Soler y Almeida, lo animan, los Jumbo, perros pastor de concurso en los prados de Belagua, qu¨¦ viveza Vingegaard, calman al reba?o. Apagan las llamas. Evenepoel se fuga. Catorce se pegan a su rueda. Dos son capaces de escapar de su ritmo hipn¨®tico y devastador, siempre delante, nunca mirando atr¨¢s. Pasado Irurtzun, y las pe?as Dos Hermanas, el bogotano Buitrago ataca ascendiendo. Se va de todos, salvo de dos malos clientes, el veterano Rui Costa, que se pega a su rueda, le da conversaci¨®n, la hace dudar y le conduce al desaliento, y al desasosiego lleva al tercero, el germ¨¢nico alem¨¢n Lennard K?mna, tan prusiano y fuerte, que intenta huir en un descenso y se cae de miedo. Los tres unidos, uno seguro, dos temblorosos, llegan a la recta final. Gana Costa, portugu¨¦s de sabidur¨ªa, 36 a?os, campe¨®n del mundo hace 10 a?os, tres Vueltas a Suiza y un papel asumido de l¨ªder del segundo pelot¨®n, el de las grandes fugas organizadas, para cuyos derechos reclama siempre respeto al Jumbo, y activista contra la viejofobia de un pelot¨®n cada vez m¨¢s ni?o. ¡°La gente veterana todav¨ªa tiene mucho para dar¡±, proclama Costa, ya ganador de etapas en el Tour, nunca en la Vuelta hasta ahora. ¡°Los j¨®venes llegan ahora muy r¨¢pido, mejor preparados, y muy fuertes, y muchos equipos no me quer¨ªan contratar por mi edad, pensando que ya estaba acabado¡±.
En dos d¨ªas en los Pirineos, norte y sur, en las monta?as madres del gran ciclismo, la Vuelta ha dado a la luz dos etapas que alimentar¨¢n la memoria y la imaginaci¨®n largos a?os. En una, entre el Aubisque, Spandelles y el Tourmalet, el Jumbo de todas las figuras alcanz¨® la plenitud de mejor equipo del mundo, el triple triduo, pasi¨®n y tormento, tres mejores de la etapa, tres mejores de la general, tercera grande de a?o en el bolsillo, Giro, Tour y Vuelta, el primer equipo que lo consigue en la historia. Lo har¨¢, si el orgullo de campe¨®n que anima hasta m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites a los grandes Vingegaard y Roglic no les lleva al desatino fratricida, por medio de Sepp Kuss y su pulsera del Roc¨ªo que besa todas las ma?anas al salir, y seg¨²n avanza hacia Madrid cada d¨ªa volar¨¢n m¨¢s mariposas en su est¨®mago, en la tercera de las tres grandes que corre como las corr¨ªa Lejarreta.
En la segunda, el s¨¢bado por los prados altos y los hayedos de Hourc¨¨re, Larrau y Belagua, perdida la Vuelta el d¨ªa anterior v¨ªctima de su estr¨¦s, herido por el miedo, Evenepoel, la juventud conquistadora, el orgullo sobre ruedas, la gran clase, a?adi¨® m¨¢s calor a su leyenda, m¨¢s capas, sombras y profundidad a su personaje, boxeador que se levanta de la lona y acelerado sobre la bici golpea duro con sus pu?os, el¨¦ctrico, que el que le proporcion¨® incluso su victoria en la Vuelta pasada. Crece y gana en sabidur¨ªa y solo la impaciencia le frena. Quiz¨¢s por eso, para completarse, ha pedido a Mikel Landa, maestro de la serenidad, que le acompa?e todo lo que pueda el a?o pr¨®ximo. Y el alav¨¦s acepta encantado el papel. ¡°No se trata de comerse el mundo de un solo bocado, y atragantarse¡±, dice Landa. ¡°Hay que hacerlo poquito a poco¡¡±
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