Cavendish gana al sprint su 35? etapa y supera a Merckx como el ciclista con m¨¢s victorias en la historia del Tour de Francia
El ciclista brit¨¢nico rompe el empate con el hist¨®rico Eddy Merckx, ganador de cinco rondas galas, 16 a?os despu¨¦s de conseguir su primera etapa
El Tour baja de las monta?as a la llanura del R¨®dano y el sprint lo gana Mark Cavendish, que bate un r¨¦cord de Merckx, y tanta fuerza pone en el intento que sus pedaladas hacen que salte la cadena de su bici justo en el momento de cruzar la l¨ªnea. Levanta los brazos y dice: ¡°Ganar es mi oficio¡±.
Generosamente, Tadej Pogacar, de amarillo brillante y bien planchado, y su sonrisa hace juego, deja que los focos alumbren solo al viejo sprinter, y elegantemente, como el nuevo Merckx que es, elogia su gesta. ¡°Es un momento hist¨®rico¡±, dice el esloveno, que recuerda que cuando era un ni?o ¡ªnaci¨® en 1998 y ten¨ªa nueve a?os cuando Cavendish empez¨® a ganar etapas¡ª le ve¨ªa en la tele y le ve¨ªa con tanta clase que era su h¨¦roe. ¡°Y luego he corrido seis a?os con ¨¦l y hasta somos amigos¡ Y en el podio me ha dicho que, por favor, no rompa su r¨¦cord muy pronto¡ No le he podido prometer nada¡±. En cinco Tours, Pogacar ha ganado 12 etapas. Necesitar¨ªa, a esa media, 15 Tours para hacerlo.
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— Tour de France? (@LeTour) July 3, 2024
Media hora antes de echarse a andar, los ciclistas descienden del autob¨²s y entran en trance. Fantasmas, se deslizan sin ruido, sordos y se dir¨ªa que ciegos si no fuera porque se deslizan suaves, ajenos, entre las masas que los acosan cuando se dirigen al podio de firmas como estelares actores al escenario o como condenados al pat¨ªbulo. Todo depende, m¨¢s que del sol que brille o no o de los vientos que les agiten el esp¨ªritu, del perfil de la etapa del d¨ªa, y en Saint Jean de Maurienne, cruce de caminos junto a una muralla de granito de los que brotan el Galibier, el Glandon, la Croix de Fer, el T¨¦l¨¦graphe, asoma tambi¨¦n la boca de un t¨²nel eternamente en construcci¨®n para un tren veloz que unir¨¢ Lyon y Tur¨ªn desde Susa bajo los macizos que ahora se atraviesan subiendo y bajando Sestriere, Montgen¨¨vre, Galibier, las monta?as que atormentaron su sue?o el lunes y agigantaron el martes las figuras de Pogacar, de Ayuso, de Vingegaard, de Carlos Rodr¨ªguez.
Aun necesariamente tan en su burbuja, los ciclistas quiz¨¢s apreciaran la poluci¨®n gru¨ªstica del sitio, y seguramente se dar¨ªan con la mano en la frente fuertes palmadas de qu¨¦ tontos somos, pudiendo haber ido por el t¨²nel, solidarios como las hormigas tan inteligentes que se amputan unas a otras a mordiscos las extremidades heridas para evitar infecciones. Y m¨¢s que ninguno sufri¨® Cavendish, su alergia al calor y a las monta?as, v¨®mitos en los Apeninos, condenado a correr, estrechamente vigilado por c¨¢maras y comisarios, entre coches. La idea, seguramente no habr¨ªa gustado nada a los escaladores, y m¨¢s en la l¨ªnea de salida de uno de los d¨ªas que m¨¢s odian, llanura para gozo de culos gordos, sprinters locos, lluvia, viento, carreteras repletas de trampas, islotes que brotan de la nada para que tropiecen con ellos y se rompan a 60 por hora. Y algunos, como el elegante colombiano Tejada, esclavo en el Astana, condenado a tirar por el llano para que su Mark Cavendish llegue con fuerzas a la central nuclear de Bugey, a un kil¨®metro de la meta, feo pueblo con pol¨ªgono industrial, chimeneas humeantes de los Simpsons, energ¨ªa at¨®mica que parece habitar en el misil de Manx, un proyectil de nuevo, inquieto y h¨¢bil, que sale de su ratonera, tan encerrado estaba a 200 metros de la meta, tras la huella del alem¨¢n Ackerman, y sorprende al favorito Philipsen, descolocado. Ni siquiera necesita que sus lanzadores excelentes, Morkov, Bol, se desmelenen.
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El Tour es una ficci¨®n. Una construcci¨®n cultural que llena de sue?os las siestas de verano. Como siempre, m¨¢s vale la leyenda que la realidad, m¨¢s emociona, m¨¢s toca la fibra. Como cuando gan¨® en 2023 la ¨²ltima etapa de su ¨²ltimo Giro con la ayuda de sus rivales, que le colocaron, le lanzaron y frenaron para no entorpecer su despedida, todos los sprinters en Saint Vulbas actuaron a la perfecci¨®n. Van der Poel, implacable lanzador otras veces, se frena a 500m; en una recta ancha y sin peligro, desaparecen los trenes, Gaviria y algunos otros se empujan y se frenan. Mads Pedersen se cae. Todo funciona, a 70 por hora, como si hubiera sido ensayado miles de veces, engranajes engrasados. Hasta el tiempo, fresco por un d¨ªa, nublado, se al¨ªa para que el ciclista que puso de moda el Tour en el Reino Unido antes de la llegada de los Sky, de Wiggins y de Froome, consiga a los 39 a?os, en su 15? participaci¨®n, la 35? victoria de su carrera en el Tour de Francia (la primera, en 2008, delante de ?scar Freire oto?al), m¨¢s que ninguno en la historia, una m¨¢s que Eddy Merckx, quien siempre ha pensado que nadie le superar¨ªa en nada.
Sprinter implacable y cabreado de joven, emocional y simp¨¢tico de viejo, el amigo favorito de todos los ciclistas j¨®venes, depresi¨®n superada, tristeza, retiradas, Cavendish sube al podio como un padre de familia al que una empresa que le ha explotado toda la vida le homenajea cumplida una edad. Le acompa?an su mujer, Peta Todd y los cuatro hijos que tienen en com¨²n. Falta el quinto, hijo de Todd en una anterior relaci¨®n. En el Tour de 2021 gan¨® cuatro etapas. Empat¨® a 34 con Merckx. Ten¨ªa un curioso contrato con el Deceuninck, que le prestaba el maillot pero el salario se lo pagaba un patrocinador privado, y cuando empez¨® a exigir respeto, el patr¨®n del equipo le priv¨® del Tour del 22 y le despidi¨®. Firm¨® por el Astana, que se entreg¨® en cuerpo y alma a sus deseos. Dos a?os despu¨¦s, cumplido su objetivo, tanta determinaci¨®n, tanta confianza, tanta fuerza puesta en ¨¦l, Cavendish, apocal¨ªptico ya integrado, har¨¢ seguramente una reverencia final y dejar¨¢ tras ¨¦l un pelot¨®n m¨¢s aburrido, m¨¢s previsible. Pero antes, promete, ganar¨¦ otra etapa. ¡°Celebrar¨¦ esta victoria y despu¨¦s volver¨¦¡±, dice. ¡°Adoro el Tour¡±.
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