El eritreo Girmay vuelve a alzar los brazos y gana su segunda etapa en el Tour de Francia

En Montbard, no muy lejos de la salida, la calle principal se llama Michel Servet y uno esperar¨ªa, dado el enorme n¨²mero de sabios fisi¨®logos por metro cuadrado en la caravana del Tour, que todos se hubieran reunido en masa en uno de los inmensos campos de centeno que rodean el apacible pueblecito para rendir homenaje al genio aragon¨¦s que, antes de arder en la hoguera por hereje, les ense?¨® la circulaci¨®n pulmonar de la sangre, tan importante para que un fen¨®meno como Biniam Girmay, una bomba al sprint en cuesta, y la cruz de Lorena del pueblo del general De Gaulle, presidente franc¨¦s en tiempos de descolonizaci¨®n de su continente, le se?al¨® el camino, alimentara sus m¨²sculos en el esfuerzo espl¨¦ndido que le llev¨®, 180 kil¨®metros m¨¢s all¨¢, a ganar su segunda etapa en el Tour.

El eritreo, heraldo del ciclismo africano que quiere tener vida propia, es el primero que en este Tour repite victoria, y va lanzado a por el maillot verde. No encontr¨® en la ¨²ltima recta, cinco kil¨®metros de toboganes y viento de cara, m¨¢s que rivales traicionados por su ansia, como Arnaud de Lie, el Toro de Lescheret, un sprinter compacto de dinamita y favorito de la jornada, que gast¨® toda su energ¨ªa rodando en cabeza por los muchos repechos y al que ni siquiera el fenomenal trabajo de Victor Campenaerts, su chico de confianza, el ciclista con cordones en las zapatillas negras, pudo lanzar m¨¢s all¨¢ de un encontronazo cuando intent¨® pasar entre Philipsen, precipitado al iniciar el sprint, y Girmay, que remontaba.

No hab¨ªa fisi¨®logos en el desierto al mediod¨ªa Montbard bajo el chaparr¨®n pero s¨ª hubo, sorprendentemente, una fuga. M¨¢s bien, un monofugado, el noruego de lunares Jonas Abrahamsen, rey de las cuestas y de la combatividad, a quien el pelot¨®n, feliz de tener un objetivo, mantuvo al ba?o mar¨ªa hasta falta de 14 kil¨®metros. ¡°No hay fugas¡±, explic¨® Girmay, ¡°porque todos los equipos o tienen sprinter o tienen gente para la general, y no pueden derrochar a su gente¡±. Este hecho constatado fastidia al l¨ªder, Tadej Pogacar, a quien le gusta que el pelot¨®n vaya ordenado, cada uno en su sitio, cada uno con su misi¨®n en ¨¦l, y, ayudado tambi¨¦n por la despreocupaci¨®n con la que su UAE maneja las riendas, se encuentra siempre metido en situaciones ca¨®ticas y fuera de sitio, y solo a veces.

En la sala de prensa ¡ªubicada bajo la inmensa cruz lorena (dos brazos horizontales) de granito en el fara¨®nico espacio dedica por su pueblo, Colombey les Deux ?glises, al general De Gaulle, que all¨ª pasaba los veranos y los retiros, y es casi un santuario religioso a mayor gloria del teorizador de la grandeur francesa¡ª Pogacar se calz¨® simb¨®licamente el quepis con las dos estrellas del general y sin necesidad de montarse en el Tibur¨®n Citro?n negro brillante expuesto, dio su visto bueno a la batalla de los caminos blancos del domingo, ¡±un obst¨¢culo m¨¢s¡±, dice. ¡°Como en cualquier otra etapa, pueden pasar muchas cosas y hay que estar preparado, concentrado de principio a fin. No es tan complicado, pero puede complicarse¡±, subray¨®, y record¨® a los j¨®venes Ayuso y Almeida, y sus presuntas tentaciones de organizar un Mayo del 68, qui¨¦n manda en el UAE. ¡°Tenemos un equipo muy fuerte. Tenemos a Jo?o, a Juan y tambi¨¦n a Adam [Yates] muy cerca en la general. Tenemos muy buenas cartas¡±, dijo. ¡°Y por ahora, el ambiente sigue siendo bastante bueno. Pero vamos a ver c¨®mo ser¨¢ el estado de ¨¢nimo en la ¨²ltima semana. Es la primera vez que corro con los dos, Jo?o y Juan, juntos, y nunca corr¨ª mucho con Juan. Creo que todo ir¨¢ bien. Todos sabemos por qu¨¦ estamos aqu¨ª y cu¨¢l es el objetivo principal¡±.

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