?Mallory e Irvine pisaron la cima del Everest en 1924 antes de morir?
Justo un siglo despu¨¦s de su muerte, los analistas defienden que la cordada inglesa tuvo ¨¦xito y perdi¨® la vida durante el descenso
El monta?ismo lleva exactamente un siglo esperando que George Mallory y Andrew Irvine regresen de su ataque a la cima virgen del Everest, que aparezcan en el Collado Norte y cuenten qu¨¦ les pas¨® el 8 o el 9 de junio de 1924. Que digan si alcanzaron o no la cima. Que quede revelado al fin el misterio m¨¢s apasionante de la historia de las conquistas de las cimas. Pero no regresar¨¢n: el cuerpo de Mallory fue hallado en 1999 por el alpinista estadounidense Conrad Anker, si bien el de Irvine sigue sin aparecer. A estas alturas todas las esperanzas de conocer la verdad se centran en la ilusi¨®n de una se?al, una carambola, una revelaci¨®n inimaginable o un milagro. Es decir que alguien encuentre los restos momificados de Sandy Irvine, que rebusque entre sus prendas de seda, lana, tweed y gabardina y que encuentre la c¨¢mara de bolsillo, una Vest Pocket Kodak, con su pel¨ªcula a¨²n aprovechable y que el laboratorio d¨¦ o no con la foto de cima, la prueba de que llegaron a lo m¨¢s alto. Los m¨¢s esc¨¦pticos, los menos so?adores, los cartesianos aseguran que la pareja no era capaz de escalar con los medios y t¨¦cnicas de la ¨¦poca el segundo escal¨®n, el escollo definitivo, un muro de roca de una decena de metros pero a 8.600 de altitud. Puede que ni siquiera les hiciese falta escalarlo.
Sin embargo, existen teor¨ªas que alimentan el optimismo, que ven factible que ambos escalasen hasta la cima y pereciesen durante el descenso. Enfrentadas las especulaciones negativistas y las positivistas, todo parece posible. Conviene, sobre todo, no menospreciar las capacidades de ambos protagonistas. Olvidan los incr¨¦dulos que Mallory estuvo en el equipo que en 1920 encontr¨® la ruta l¨®gica en la cara norte de la monta?a, que en 1922 alcanz¨® sin usar ox¨ªgeno embotellado la cota de los 8.250 metros y que lo hizo sin usar crampones. A lo largo de los a?os, se ha especulado mucho sobre la vestimenta que portaban los ingleses, en apariencia deficiente. Un estudio de 2006 revel¨® que las seis capas superiores y las cuatro inferiores que vest¨ªan les hubieran permitido hacer cima aunque hubieran comprometido su supervivencia en caso de tener que vivaquear. Los buzos de pluma del presente, en cambio, permiten soportar una noche al raso. Muchos olvidan tambi¨¦n que Mallory era un fant¨¢stico alpinista, asiduo del macizo del Mont Blanc donde hab¨ªa llevado a cabo notables ascensiones y valientes intentos. Ambos fueron vistos por ¨²ltima vez justo en las inmediaciones de dicho segundo escal¨®n, pero Noel Odell, el testigo definitivo de sus movimientos, no pudo precisar si acababan o no de superar el reto. Odell muri¨® a los 96 a?os y nadie pudo disuadirle ni de lo que vio aquel d¨ªa ni de que sus dos compa?eros hab¨ªan tenido ¨¦xito. Muchos opinan como ¨¦l y consideran que ambos alpinistas alcanzaron la cumbre, descendieron de noche y sufrieron un accidente despu¨¦s de superar las dificultades m¨¢s severas de la ruta. Falta demostrarlo. Recientes estudios muestran la posibilidad de que la perspectiva de Noel Odell no fuese del segundo escal¨®n sino del tercero, un obst¨¢culo sencillo que abre las puertas de la cima. Es frecuente que incluso libros sobre el Everest confundan entre s¨ª los diferentes escalones que observa la arista.
El segundo escal¨®n fue oficialmente escalado por vez primera en 1960: una expedici¨®n china hizo suyo el grito de cumbre o muerte y logr¨® lo primero, pero sus protagonistas estuvieron bien cerca de lo segundo. Era la primera vez que se escalaba el techo del planeta desde T¨ªbet, por la vertiente norte, la misma que hab¨ªa acogido todos los intentos brit¨¢nicos en una ¨¦poca en la que el reino de Nepal no abr¨ªa sus puertas a los extranjeros. George Mallory fue un fijo en la exploraci¨®n y en los ataques al Everest. Pero no era alguien obsesivo, ni mucho menos un loco cegado por cierta promesa de gloria. Amaba las monta?as. Le fascinaba la m¨¢s alta de todas, no ¡°porque est¨¢ ah¨ª¡±, como dijo una vez para sacudirse de encima a un periodista, sino porque supon¨ªa la m¨¢s alta de las aspiraciones. Aunque era sumamente despistado, sus bi¨®grafos revelan a un Mallory apasionado pero pausado, sin ning¨²n tipo de inclinaci¨®n suicida, dispuesto a asumir una empresa terriblemente ardua pero sin dejarse llevar por lo que hoy conocemos como la fiebre de la cima. De hecho, en sus escritos dej¨® claro que no deseaba atacar la arista norte del Everest porque le parec¨ªa arriesgado tener que escalar secciones dif¨ªciles a semejante altitud, lo que abunda en la posibilidad de que buscase un trazado alternativo rebuscado pero t¨¦cnicamente m¨¢s sencillo.
Si conquistar el Everest en 1924 parec¨ªa una tarea hom¨¦rica, escalar el K 2 en 1939 sonaba a locura. Sin embargo, Fritz Wiessner, un menudo escalador alem¨¢n, escal¨® el espol¨®n de roca (por el que hoy en d¨ªa nadie pasa) a la izquierda del Cuello de Botella y se dio la vuelta, a 8.400 metros, bajo un cielo azul, sin viento ni dificultades hasta la cima, porque el sherpa que lo acompa?aba as¨ª se lo pidi¨®: tem¨ªa los ¡°demonios de la noche¡±. El K 2 cay¨® en 1954. Si Wiessner hizo lo que hizo, empleando una ruta m¨¢s compleja pero menos expuesta a la ca¨ªda de bloques de hielo, ?por qu¨¦ no Mallory e Irvine? El hecho de que hoy en d¨ªa la ruta normal de la cara norte discurra por su arista no significa que no existan caminos alternativos, como flanquear hasta el corredor Norton y ascender las pendientes de nieve o zigzaguear entre las terrazas de las bandas amarillas ubicadas bajo la arista. En este tipo de terreno, las botas claveteadas de los pioneros eran m¨¢s fiables que incluso los crampones. Con esto, varios analistas refutan la idea de que Mallory e Irvine tuviesen siquiera que enfrentarse al segundo escal¨®n: lo habr¨ªan evitado flanque¨¢ndolo por debajo, por su derecha, y cuando Odell les vio a trav¨¦s de su objetivo (a las 12.50 del mediod¨ªa) ambos estaban ya en el tercer escal¨®n.
As¨ª, cada vez m¨¢s voces y analistas consideran posible que Mallory e Irvine alcanzaran la cima. Hasta la fecha parec¨ªa probado que murieron a resultas de una ca¨ªda, puesto que el cuerpo del primero mostraba, cuando lo encontr¨® el alpinista estadounidense Conrad Anker, una cuerda de 5 mm atada a su cintura, pero seccionada a corta distancia. El hallazgo del cuerpo de Mallory con una pierna rota dispar¨® las expectativas, pero entre sus pertenencias no se hall¨® nada que pudiese determinar si alcanzaron o no la cima. Entre los restos de su ropa se hallaron una caja de cerillas, tres cartas, un pa?uelo, una navaja, un alt¨ªmetro roto, un estuche de costura... y un reloj, pero no la foto de su esposa Ruth, ni la carta para ella, que hab¨ªa prometido abandonar en la cima. Tambi¨¦n resulta un peque?o indicio el hecho de que sus gafas de sol estuviesen guardadas en un bolsillo, lo que podr¨ªa indicar que el accidente fue de noche, cuando descend¨ªan de la cima. O quiz¨¢ se las quit¨® porque, tal y como refiri¨® Odell, la nubosidad era notable.
Se sabe tambi¨¦n que ambos prescindieron de sus equipos de ox¨ªgeno artificial, puesto que fueron hallados a?os despu¨¦s abandonados en una repisa: pesaban demasiado para escalar con agilidad (unos 13 kg, por 3 kg en 2024) y funcionaban con dificultad. Pero nadie sabe si fueron abandonados durante el ascenso o a su regreso de cima. Con todo, los usaron para dormir y los acarrearon varias horas el d¨ªa de cima. Mallory, afirman, escogi¨® al joven Irvine como compa?ero de cordada por su destreza a la hora de aligerar y reparar los equipos de ox¨ªgeno. Es un asunto clave: si Irvine pudo asegurar su funcionamiento hasta la cima, no es descabellado que tuviesen ¨¦xito. Pero Mallory siempre consider¨® una ¡°maldita herej¨ªa¡± usarlos y si escogi¨® a Irvine, por encima de otros compa?eros m¨¢s experimentados, fue porque supo leer que el joven remero no le dejar¨ªa tirado, que podr¨ªa contar con ¨¦l hasta el final. Valoraba especialmente la solidez de una cordada. Por otro lado, los estudiosos de la expedici¨®n de 1924 recuerdan que casi el 100% de las muertes en el Everest se dan tras alcanzar la cima. Los que renuncian antes y se dan la vuelta, sobreviven. George Mallory fue Teniente en el Regimiento Real de Artiller¨ªa y participante en la batalla de la Somme que acab¨® en 1916 tras cinco meses y un mill¨®n de muertos. ¡°No tengo problemas con los cad¨¢veres, siempre y cuando sean recientes¡±, escribi¨® a su mujer. La historia tampoco tendr¨ªa problema en encontrar el cuerpo momificado de Irvine y resolver el enigma. Mientras, la cima de Mallory e Irvine se agarra a una cuesti¨®n de fe.
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