Se va Messi, se viene Bellingham
El p¨²blico se puso de pie a aplaudir su octavo bal¨®n de oro y el argentino, con el talante relajado de quien ya no debe nada, hizo un discurso mirando hacia atr¨¢s
¡°Bal¨®n de oro¡± mixto
El Bal¨®n de oro es, cada d¨ªa m¨¢s, la prueba de que el f¨²tbol se est¨¢ desclasando. Polic¨ªas custodiando el trofeo como si fuera una reliquia, jugadores vestidos como actores a punto de recibir un Oscar, intrusos del mundo mercantil¡ El lujo viene a contarnos que el f¨²tbol asciende en la escala social. Sin embargo, existe una anomal¨ªa hist¨®rica: la de haber considerado al f¨²tbol como popular, habi¨¦ndonos olvidado de las mujeres hasta hace muy poco tiempo. Pero ah¨ª estaba Aitana Bonmat¨ª, a¨²n telonera de Messi, pero con la inteligencia, el compromiso, el dominio que autoriza su talento y, como todas las de su generaci¨®n, la condici¨®n de pionera. Y, finalmente, Messi levantando su octavo Bal¨®n. El p¨²blico aplaudiendo de pie, el talante relajado de quien ya no debe nada, el discurso mirando hacia atr¨¢s. En todo estaba impl¨ªcita la palabra ¡°adi¨®s¡±.
El ¡°Golden Boy¡± quiere hacerse mayor
De la misma manera, en la sola presencia de Bellingham en la gala estaba impl¨ªcita la palabra ¡°hola¡±. Dentro de un mes recibir¨¢ el Golden Boy, pero despu¨¦s de coronarse con el Madrid en tiempo r¨¦cord, pide sentarse a la mesa de los mayores. Ven¨ªa del cl¨¢sico, donde Gavi, con esa cara de soldado saliendo de una trinchera dispuesto a todo, lo hab¨ªa sometido a una vigilancia feroz. Bellingham nunca pierde la calma y, como quien asiste a una cita con alguien que se demora, se puso a esperar su momento. Estos tipos no miden las cosas como los dem¨¢s. Necesitan un segundo, un metro, un leve descuido del rival para meter un golazo y convertir el partido en otra cosa. Al final, cuando el marcador parec¨ªa cosa juzgada, volvi¨® al partido como si se hubiera olvidado de algo, se filtr¨® por un espacio que solo vio ¨¦l y marc¨® el segundo gol.
Tiempo de recambio
No puede extra?arnos que este descubridor de espacios vac¨ªos estuviera buscando uno en el escenario de la gala para las pr¨®ximas temporadas. Le llev¨® una sonrisa de ventaja a Mbapp¨¦, que estaba triste. Que el franc¨¦s tenga cuidado, porque este trofeo no se lo dan a los melanc¨®licos. M¨¢s amenazante pareci¨® Haaland, siempre armado con su simpat¨ªa y su ametralladora llena de goles. Los tres fueron protagonistas de la gala, pero todo parece indicar que la pr¨®xima temporada les esperan emociones m¨¢s fuertes. Ya sin Messi en circulaci¨®n estelar, se abre un casting para un nuevo tiempo y al f¨²tbol nunca le faltan talentos con nuevas maneras de sorprender. Los candidatos que vienen son altos y potentes, f¨ªsicos funcionales al f¨²tbol atl¨¦tico y metodol¨®gico que le espera a este juego evolutivo al que, como a todo, le han entrado las prisas.
Cambiar para seguir reinando
Si todo cambia, ?por qu¨¦ no lo va a hacer el f¨²tbol, que siempre ha espejado la sociedad? Es verdad que todo, desde el dinero que ganan los jugadores hasta el precio de las entradas, nos habla de un nuevo estatus del juego. Pero al mismo tiempo, desde que la cultura adopt¨® las emociones dentro de su ¨¢mbito, el f¨²tbol es, cada vez m¨¢s, motivo de reflexiones de corte pol¨ªtico-social por parte de intelectuales que lo hab¨ªan ignorado como campo de razonamiento. Por supuesto, sin que las aficiones abandonen sus b¨²nkeres tribales, donde desatan sus sentimientos. Raz¨®n por la que el f¨²tbol no necesita un pante¨®n cultural, le basta el bar de la esquina, donde se consagra como el primer productor de conversaci¨®n, dando otra muestra de su condici¨®n de cultura popular. Sencillamente, el lugar en el que aquellos que no tienen acceso a la Cultura con may¨²scula encuentran la belleza, lo distinto, lo ¨¦pico.
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