Tener un segundo equipo
El club del alma nunca lo eliges t¨², pero el otro, como los amigos, s¨ª que lo eliges, y puede ser por su historia, su tradici¨®n pol¨ªtica, su camiseta o su himno
Al escritor Roberto Bola?o le preguntaron cu¨¢l era su equipo de f¨²tbol favorito. Era su ¨²ltima entrevista antes de morir: el tiempo para las cosas importantes. ?l respondi¨®: ¡°Ahora ninguno. Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional hasta desaparecer. Los equipos fantasma¡±. Qu¨¦ bello ser de un equipo fantasma.
La an¨¦cdota se la le¨ª a Claudi P¨¦rez, que persiste en la militancia rigorista y espectral del N¨¤stic de Tarragona. Parece contracultural ser hoy de la Cultural Leonesa o gritar gol en Las Gaunas. Se me pone una sonrisa ani?ada cuando oigo a Toni Padilla, enfermo cr¨®nico del Sabadell, narrar sus rom¨¢nticas peripecias por campos cutres, carreteras secundarias y calzoncillos talism¨¢n y recitar de memoria, como la plegaria de una fe inextricable, resultados antiguos del Sabadell. C¨®mo no te voy a querer si te he visto jugar en segunda B, corean esas aficiones. No hay Champions que iguale esa ¨¦pica de cuero y barro forjada en el infraf¨²tbol. Es entonces, desde la aristocracia ins¨ªpida que dan las vitrinas llenas de mi club, cuando pienso en la conveniencia de tener un segundo equipo.
Presiento que el equipo del alma nunca lo eliges t¨². O te lo inculcan de ni?o o flota en el zeitgeist y t¨² solo te subes al tiovivo. Ese fue tu no-m¨¦rito, dejarte arrastrar, asumir una herencia arbitraria. No hay libre albedr¨ªo que valga. Como dir¨ªa Schopenhauer, ¡°un ser humano puede hacer lo que quiera, pero no desear lo que quiere¡±. Al fin y al cabo, ser de un equipo es como ser de una familia: caes donde caes y salirte es desagradable. Puedes hacerlo, pero sabes que no debes; est¨¢ socialmente condenado. No se habla con su madre, se pele¨® con su hermana, deshered¨® a su hijo, renunci¨® a ser del Bar?a por la compra de ¨¢rbitros o el dinero sucio de Qatar: cosas feas que la gente evita mirando hacia otro lado. (Par¨¦ntesis: ser¨ªa un gran debate esclarecer qu¨¦ causas legitiman abandonar, de verdad y para siempre, al club al que animaste toda la vida. Ser¨ªa otro debate interesante preguntarse por qu¨¦ est¨¢ tan mal visto apoyar a una selecci¨®n distinta a la de tu DNI. Deporte, dicen. Ya).
Para compensarlo, creo en el segundo equipo. A ese, como a los amigos, s¨ª que lo eliges t¨². Puede seducirte su historia forjada en la adversidad ¡ªel Torino¡ª, su conciencia identitaria ¡ªAthletic¡ª, su tradici¨®n pol¨ªtica ¡ªel Corinthians¡ª, el magnetismo de su camiseta ¡ªAjax¡ª, la emotividad de su himno ¡ªYou¡¯ll never walk alone, Liverpool; I¡¯m forever blowing bubbles, West Ham¡ª o pueden embaucarte todas esas razones juntas, y en ese caso no puedes m¨¢s que enamorarte del Celtic de Glasgow. Porque un equipo que se trajo el c¨¦sped de un condado irland¨¦s hasta Escocia en 1892 para que resbalaran m¨¢s los rivales sajones merece el respeto de cualquier aficionado.
Ahora, un nuevo libro abre la puerta a sumar segundos equipos de halo rom¨¢ntico, cu?o popular y relato subversivo. En Gol en el descuento (Saig¨®n Editorial), Ulises Ill¨¢n cuenta historias de aficiones y equipos que han desafiado la mercantilizaci¨®n.
El antirracismo del Athl¨¦tico Marseille, el equipo de las colinas del norte de Marsella donde las drogas regatean a la pobreza; las gradas antifascistas del Red Star parisino y su estadio dedicado a un m¨¦dico comunista abatido en esa calle por los nazis; el escudo del M¨¦nilmontant FC 1871, con un barco pirata con dos ca?ones que simbolizan la resistencia de la primera revoluci¨®n proletaria: la Comuna de Par¨ªs de 1871; los cinco mil espectadores que atrae cada jornada el Detroit City, de la cuarta categor¨ªa americana, tras no acatar el statu quo del sistema; la camiseta con los colores de la Segunda Rep¨²blica y el ¡°No pasar¨¢n¡± a la espalda del Clapton brit¨¢nico, propiedad de sus aficionados, como homenaje a las Brigadas Internacionales que defendieron la democracia en Espa?a.
Los v¨ªnculos del SV Babelsberg 03 con los movimientos okupas y sociales de Postdam; el campo del Union Berlin en Nochebuena, cuando no hace falta partido para que se junten 30.000 hinchas a cantar villancicos en el c¨¦sped y las gradas; el Club Deportivo Palestino fundado por emigrantes en el sur de Chile, con los colores y el mapa de la Palestina hist¨®rica en su camiseta; el South Bronx United, en el coraz¨®n pobre de Nueva York, que apoya a un millar de ni?os con becas, tutor¨ªas o servicios legales de inmigraci¨®n; el proyecto contra el acoso escolar y el banco de alimentos del Dragones de Lavapi¨¦s; las 28 naciones diferentes del Donau-Klagenfurt de Austria en su integraci¨®n de la poblaci¨®n migrante; el Tri¨¢ngulo Rosa por apoyar al colectivo LGTB y la distinci¨®n pola defensa de la llingua del Uni¨®n Club Ceares asturiano; la gran lona de diez metros en el campo del Xerez Deportivo FC que reza: ¡°Somos libres¡±; el lema del escudo del Unionistas de Salamanca: Ad astra per aspera. Es decir: Por el sendero m¨¢s dif¨ªcil, hacia las estrellas.
?Es una fuga de la realidad? ?Una romantizaci¨®n del deporte? ?Una profilaxis que protege de la realidad jugonera y chiringuitesca? Homo irrealis. Y qu¨¦.
Subrayo una frase del libro. Es de Borges, otro escritor. ¡°La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no conoce¡±. Qu¨¦ bello ser de un equipo fantasma. Qu¨¦ inspirador olvidar el ruido y acercarse a la dignidad.
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