Vinicius no es Mandela, pero...
Mal empieza cualquier tipo de argumentaci¨®n cuando la falta de condena hacia lo que recurrentemente sufre Vinicius Jr. parte de que el brasile?o no es Martin Luther King
Por alguna raz¨®n que se me escapa, desde Valencia se sigue insistiendo en que lo ocurrido el pasado a?o con Vinicius Jr. en Mestalla poco o nada tuvo que ver con un episodio de racismo. O con un episodio de racismo generalizado, para ser m¨¢s exactos, pues nadie dudar¨¢ a estas alturas de que uno, dos, 30 o 333 aficionados del Valencia haciendo el gesto del mono (hasta la expresi¨®n resulta enfermiza) o insultando a un rival por el color de su piel es racismo del m¨¢s zafio e indiscutible. ¡°No se puede descalificar a toda una afici¨®n por unos pocos¡±, se alega ¡ªy con raz¨®n¡ª desde la ciudad del Turia. A partir de ah¨ª tan solo faltar¨ªa ponerse de acuerdo en cu¨¢ntos racistas nos parecen unos pocos y cu¨¢ntos nos parecen suficientes, ya no diremos muchos.
Es importante recordar de d¨®nde venimos para analizar lo ocurrido este fin de semana. Por un lado, tenemos a una afici¨®n, casi una ciudad, ofendida por tales acusaciones. Tambi¨¦n por considerar que hay algo de artificial u orquestado en toda esta pol¨¦mica. Incluso por sentirse directamente agredidos por un futbolista que deja mucho que desear en su comportamiento sobre un terreno de juego, algo que nada tiene que ver con su condici¨®n de hombre negro, pero que sirve como aliciente para todo tipo de insultos y manifestaciones racistas. Porque ¡ªy esto no se debe ignorar desde Valencia¡ª semejantes actitudes se han repetido en el partido del pasado s¨¢bado, fuesen m¨¢s o menos, nos parezcan muchas o pocas.
Asistimos, por ejemplo, al encontronazo de una madre con otra mujer que grababa al hijo de la primera mientras este llamaba mono a Vinicius Jr., que ya hablaremos en otro momento de la capacidad que tiene el f¨²tbol para desenmascarar a padres y madres objetivamente incapacitados para educar a un ni?o. Pero es que tambi¨¦n comprobamos el cachondeo generalizado que provoc¨® un aficionado disfrazado de pl¨¢tano, que menos mal que no lo arrojaron entre varios al campo cuando el delantero del Madrid pasaba por su lado, aunque seguro que a m¨¢s de uno se le pas¨® por la cabeza. Que el brasile?o se ocupase de encararse con la grada casi por sistema, o que levantase el pu?o en un gesto puramente cinematogr¨¢fico, pensado para adornar un futuro documental sobre su lucha, carece de importancia real, aunque para muchos la tenga. Tampoco es culpa de Vinicius Jr. que Peter Federico recibiese cientos de miles de mensajes con tintes racistas en sus redes sociales, salvo que alguien siga pensando que la culpa del racismo la tenga siempre el hombre negro, sea directamente el insultado o aquel al que se insulta por asociaci¨®n (gui?o, gui?o) como parece ser el caso.
Mal empieza cualquier tipo de argumentaci¨®n cuando la falta de condena hacia lo que recurrentemente sufre Vinicius Jr. en distintos campos de Espa?a, no solo en Mestalla, parte de que el brasile?o no es Martin Luther King, ni siquiera Tommy Smith o John Carlos. Y aunque lo fuese. Nada cambiar¨ªa, pues el racista siempre se siente legitimado para serlo sin pensar en consideraciones ¨¦ticas, morales y mucho menos hist¨®ricas. La ¨²ltima losa en la credibilidad de sus acosadores consiste en reclamar al insultado cierta ejemplaridad: que no se tome d¨ªas libres, que dedique su vida entera a la causa, que no se atreva a denunciar el racismo recibido en carne propia mientras no denuncie el que se ceba en la ajena. Puede que Vinicius Jr. nunca sea Mandela, pero a qui¨¦n le importa: un racista seguir¨¢ siendo un racista.
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