Un cambio en la cultura del Madrid
Es extra?o que el club blanco levante bandera de perseguido en el terreno arbitral
Conoc¨ª un Real Madrid que hac¨ªa gala de no preocuparse por los ¨¢rbitros, a los que miraba a la inglesa. Y hablo del club de una manera integral, incluyendo a los aficionados. Nadie se preocupaba de qui¨¦n iba a arbitrar el partido inminente. Por supuesto, hab¨ªa enfados con las decisiones en contra o se entend¨ªan como tal, con su congruente corte de insultos. Pero se olvidaba, no se archivaba en la mente. El factor ¨¢rbitro era considerado como uno m¨¢s de los elementos azarosos que propone el f¨²tbol. Y se miraba con ir¨®nica conmiseraci¨®n la queja continua de sus dos rivales cl¨¢sicos, el Atl¨¦tico y el Bar?a, en cuya cultura estaba impreso el victimismo arbitral.
Por eso a¨²n se me hace extra?o el radical cambio de la cultura corporativa del Madrid, que levanta bandera de perseguido en este terreno. Y digo cultura corporativa porque no me ha parecido que esto surgiera espont¨¢neamente de la afici¨®n o de la prensa m¨¢s pr¨®xima, sino del propio seno del club. Quiz¨¢ empez¨® con Mourinho, quiz¨¢ con Ferreras, consejero ¨¢ulico de Florentino. El caso es que ha ido a m¨¢s y ya es perceptible una atm¨®sfera turbulenta en el Bernab¨¦u al menor contratiempo con el ¨¢rbitro.
La doctrina la fija RMTV, que incluso en los partidos de infantiles previene al espectador contra el arbitraje. En los partidos de mayores ya ha hecho fama la preparaci¨®n artillera que hace en la previa, emitiendo insistentes repeticiones de errores previos del ¨¢rbitro designado y de su colega del VAR.
Jugadas reales, errores reales, desde luego. Pero con la misma orientaci¨®n selectiva que desde tiempo inmemorial llena las conversaciones entre s¨ª de atl¨¦ticos y barcelonistas: recordar los errores en contra, no los favorables, y refocilarse en ellos.
Un ¨¢rbitro que lleve, pongamos por caso, seis a?os en Primera, habr¨¢ dirigido m¨¢s de veinte veces al Madrid. No ser¨¢ dif¨ªcil encontrarle de cinco a diez decisiones perjudiciales que, todas juntas y repetidas unas cuantas veces, crean un efecto demoledor. Los errores que haya tenido, como es probable, en beneficio del Madrid, no va a ser RMTV quien los muestre. Y aunque este canal no lo ve demasiada gente, tiene mayor alcance a trav¨¦s de las redes y as¨ª se ha ido creando un run-r¨²n que ha hecho fortuna. En el Bernab¨¦u se nota tanto que en la mente del aficionado acaban pesando m¨¢s cuatro tarjetas amarillas por protestas que la evidencia de que Endrick y Vinicius podr¨¢n jugar hoy en el Metropolitano gracias a la indulgencia del equipo arbitral.
Desgraciadamente, existe alimento para tal man¨ªa persecutoria: el caso Negreira. Desgraciadamente, algo pas¨® aqu¨ª. Yo lo not¨¦, habl¨¦ de villarato y no fui muy comprendido. Inocente, pens¨¦ que s¨®lo obedec¨ªa a buenas artes de Laporta con Villar, pero resulta que aquello estuvo engrasado durante 17 a?os por cuatro presidentes del Bar?a, entre ellos el que ahora ha vuelto. Enr¨ªquez Negreira fue en ese tiempo vicepresidente de los ¨¢rbitros y los pagos cesaron justamente cuando dej¨® de serlo.
La impunidad de aquello, que abarca la ¨¦poca en que el Bar?a fue considerado ejemplar y alcanz¨® la m¨¢xima cota de su historia, resulta irritante para el madridismo. Las explicaciones han sido vagas y confusas, el Bar?a finge que no ha pasado nada, la Ley del Deporte es extremadamente benigna con la corrupci¨®n deportiva y el tiempo va depositando sus lodos sobre aquel caso y sobre los tres millones (?d¨®nde ir¨ªan a para los otros cuatro y medio?) que aparecieron en la cuenta de la se?ora de Enr¨ªquez Negreira. Pero como el CTA est¨¢ dirigido por ¨¢rbitros que hicieron su carrera a la sombra de este vicepresidente, al madridista de calle los dedos se le hacen hu¨¦spedes. Si desde el principal medio del club se alimentan las sospechas, para qu¨¦ m¨¢s. Encima, el manoseo del reglamento, con cambios y anticambios, circulares y contracirculares que llueven sin tiempo para la asimilaci¨®n, complica m¨¢s la cosa.
Sirva todo lo cual como explicaci¨®n, no como justificaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.