Vinicius y los reptilianos
Crear una narrativa con chivos expiatorios a los que culpar de una p¨¦rdida ayuda a calmar la angustia existencial
Las teor¨ªas de la conspiraci¨®n est¨¢n hechas para perdedores, en el sentido literal de la palabra. Los que han perdido dinero, influencia, libertad, una idea, una convicci¨®n, a un l¨ªder, a una persona querida, incluso los que han perdido un Bal¨®n de Oro, todos buscan algo o alguien que explique esa p¨¦rdida. Y los culpables pueden ser desde la CIA, una camarilla de lagartos, pasando por los Illuminati, hasta la UEFA. No importa, crear una narrativa con chivos expiatorios a los que culpar de una p¨¦rdida ayuda a calmar la angustia existencial, como un Lexatin sin efectos secundarios.
Dice la escritora Naomi Klein que las conspiraciones son una soluci¨®n pr¨¢ctica a una sensaci¨®n de injusticia. ¡°Los te¨®ricos de la conspiraci¨®n se equivocan con los hechos, pero a menudo aciertan con los sentimientos¡±, escribe la autora en su libro Doppelg?nger: A Trip into the Mirror World. Ese sentimiento que describe es ¡°la sensaci¨®n de que toda miseria humana es el beneficio de alguien m¨¢s¡±. Cuando alguien pierde, normalmente gana otro.
V¨¦ase el caso de Jos¨¦ Mourinho, verdadero especialista en eso de exprimir la sensaci¨®n de injusticia de sus jugadores para unirlos en torno a ella. Lo hace vendi¨¦ndoles siempre un relato imbatible: somos nosotros contra el mundo. Contra todo, contra los ¨¢rbitros (su opci¨®n predilecta; recordemos la lista de los 13 errores que sac¨® en la rueda de prensa posterior al partido frente al Sevilla en 2010), contra el calendario, contra la prensa, contra el c¨¦sped, contra los rivales, contra organismos internacionales. Xavi tambi¨¦n tiene un graduado en conspiracionismo recubierto de excusas. En realidad, todos los damnificados por el f¨²tbol hemos culpado en alg¨²n momento a entidades superiores de nuestras desgracias. Normalmente, culpamos al estamento arbitral, que es lo m¨¢s f¨¢cil, y normalmente lo m¨¢s acertado. Casi imaginamos reuniones secretas entre antorchas encabezadas por un Medina Cantalejo encapuchado, con pruebas de lealtad y un listado de equipos vetados.
En esas anda parte del madridismo estos d¨ªas, teorizando sobre c¨®mo una acci¨®n orquestada por la UEFA, Cefer¨ªn, todo el gremio period¨ªstico, France Football o incluso alguna fuerza de la naturaleza, le ha sisado a Vinicius su merecido galard¨®n dorado. Puede que tengan raz¨®n, puede que castigasen a Vinicius para mortificar al Real Madrid. El f¨²tbol es reh¨¦n de intereses ocultos, por supuesto. O puede simplemente que a los profesionales que votaron el Bal¨®n de Oro les gustase m¨¢s Rodri, al que algunos han dejado a la altura de un futbolista de Sexta Divisi¨®n regional por aupar a Vinicius. Sea como sea, al Real Madrid le gusta verse no ¨²nicamente como un equipo o un gigante comercial, sino como una especie de instituci¨®n arist¨®crata del f¨²tbol, y la ausencia en la gala de cualquier representante fue una rabieta infantil impropia de esa categor¨ªa. A m¨ª me gusta pensar que nadie fue a la ceremonia como labor social, para evitar una pataleta p¨²blica de Vinicius, como cuando le coges el m¨®vil a una amiga borracha para que evite escribirle a su ex.
Las teor¨ªas conspirativas son poderosas por dos motivos: el primero es que desmentirlas es casi contraproducente porque solo vuelve a los conspirativos m¨¢s convencidos de su causa. Lo que dec¨ªa antes: ?El mundo contra nosotros! Y, en segundo lugar, porque salvo que afecten a algo relativo a la salud, como el movimiento antivacunas, suelen ser tan rid¨ªculos que hasta parecen inofensivos (aunque no lo sean). Hablar de una campa?a orquestada para evitar que Vinicius se llevase el Bal¨®n de Oro no le hace da?o a nadie, como mucho produce alguna discusi¨®n en el apartado de comentarios de una columna de opini¨®n. A qui¨¦n no le gusta una buena f¨¢bula, aunque no tenga demasiada moraleja.
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