Javier Aguirre o cuando la cabeza sangra con deportividad
El seleccionador de M¨¦xico reaccion¨® a una agresi¨®n de la que fue v¨ªctima diciendo que era ¡°f¨²tbol¡±
Javier Aguirre, entrenador querido en Espa?a (Osasuna, Atl¨¦tico, Zaragoza, Espanyol, Legan¨¦s, Mallorca), es el seleccionador de M¨¦xico. Esta semana perdi¨® en Honduras 2-0 en la ida de los cuartos de final de la Liga Naciones de la Concacaf. Nada m¨¢s acabar el partido, Aguirre se dirigi¨® al banquillo rival con la mano extendida para saludar a los ganadores. De camino, le tiraron varios objetos, entre ellos una lata de cerveza llena que le abri¨® la cabeza. Sin inmutarse, Aguirre sigui¨® su camino hacia el adversario con una sonrisa y la sangre cay¨¦ndole sobre la cara. All¨ª, sus contrincantes repararon en que estaba sangrando y Aguirre reaccion¨® quit¨¢ndole importancia, sin perder la sonrisa. Al llegar a la rueda de prensa, dijo: ¡°Es f¨²tbol, no pasa nada, el desarrollo del partido fue feroz¡±. Cientos de personas en las redes lo elevaron a la santidad. As¨ª, dec¨ªan, es c¨®mo se reacciona a una agresi¨®n. Sin teatro, sin tirarse por el suelo, sin sobreactuar, sin darle importancia. ?Qu¨¦ entereza! ?Qu¨¦ dignidad! ?l, con la sangre por el rostro (temeridad para el resto, por otro lado) y otros, a los que rozan, se ponen a rodar por el suelo dos meses. F¨²tbol, como dir¨ªa despu¨¦s Aguirre quit¨¢ndole importancia a la agresi¨®n.
No, no es f¨²tbol. Decir eso es querer poco el f¨²tbol. Decir que es f¨²tbol es glorificar la violencia. Ni siquiera de la violencia que a veces hay dentro del terreno de juego entre futbolistas con patadas o cabezazos mediante; violencia de la extrema: de la de tirarte una lata a la cabeza y que se te llene la cara de sangre. Habr¨¢ a quien le duela eso y le afecte, y caiga con el impacto al suelo, y habr¨¢ a quien le parezca un rasgu?o y siga impert¨¦rrito, cosa que siempre da mayor prestancia y suele ganarse el aplauso del p¨²blico, como si de uno dependiese que le duelan o no los golpes, como si de uno dependiese mantenerse ¡°entero¡± o ¡°digno¡± cuando le tiran un objeto a la cabeza y le abren una brecha, o ve sangre por su cara, o simplemente reacciona como no quisiera: reacciona (como tantos) a su pesar. Pero incluso (¡°sobre todo¡±, m¨¢s bien) en el segundo caso, lo irresponsable es restarle gravedad, englobarlo en las cosas del ¡°f¨²tbol¡± y seguir como si nada hubiese pasado: como si cualquier deportista que salga a un campo de f¨²tbol se exponga a que le tiren un objeto pesado a la cabeza, a falta de que alg¨²n d¨ªa un cristal le salte un ojo y salga palpando paredes a la sala de prensa a decir que aqu¨ª no ha pasado nada, que esto es ¡°f¨²tbol¡±. Menos mal que fue el ¨²nico que lo pens¨®, y se est¨¢n tomando las medidas necesarias, las medidas m¨ªnimas exigibles desde la FIFA y la federaci¨®n de Honduras.
Hay algo m¨¢s que ocurre habitualmente, si bien no en este caso. Se trata de los interesados elogios del club de casa a la actitud de una v¨ªctima cuando ¡°no es de quejarse¡± como dijo Aguirre, ni quiere hacer de su agresi¨®n algo noticiable ni d¨¢rselas de protagonista; es entonces cuando la afici¨®n del club que juega en casa suele aplaudir o ensalzar que la agresi¨®n se minusvalore, algo propio de ¡°hombres de f¨²tbol¡±, el hecho supuestamente caballeroso de ¡°dejarlo pasar¡±. Lo cierto es que, afecte como te afecte, si en un estadio te cae un botellazo en la cabeza es lo suficientemente grave como para que, aunque a ti te d¨¦ igual (?tendr¨ªa la misma reacci¨®n Aguirre si en lugar de darle a ¨¦l el latazo se lo dieran a un jugador suyo?), haya una reflexi¨®n no sobre lo conveniente de la violencia, que ese debate a¨²n no ha llegado, sino sobre lo conveniente de que la v¨ªctima tire el suceso fuera del campo como se tiran los mecheros y hacer como si no hubiese existido, animando desde la inconsciencia a quien en la grada crea que tirar latas a las cabezas de los jugadores no es para tanto si las v¨ªctimas se lo toman tan bien, con tanta deportividad.
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