Dressel y Milak, Capilla Sixtina del 100 mariposa
El estadounidense bate el primer r¨¦cord mundial masculino (49,45s) hostigado por el h¨²ngaro hasta el ¨²ltimo metro (49,68s)
Caeleb Dressel viaj¨® m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites conocidos y descubri¨® uno nuevo. Se sit¨²a a cinco cent¨¦simas de segundo del antiguo. Un parpadeo. Una u?a, una cut¨ªcula. Una fracci¨®n de cent¨ªmetro de los 100 metros mariposa que conformaron la final ol¨ªmpica en la que el nadador de Florida baj¨® de 49,50 segundos a 49,45. Fue el primer r¨¦cord mundial individual masculino que se bate en la piscina de Tokio y constituy¨® el tercer oro de Dressel en estos Juegos.
La incertidumbre sobre la identidad del campe¨®n se hab¨ªa disipado en las semifinales del viernes, donde Dressel hab¨ªa vuelto a bajar de 50 segundos. A excepci¨®n de Phelps y Cavic embutidos en monos de goma en el duelo de Roma de 2009, nadie m¨¢s hab¨ªa cubierto la distancia en menos de 50 segundos. Armado de sus shorts de poli¨¦ster reglamentarios, Dressel habitaba un territorio propio.
Kristof Milak era el retador. El h¨²ngaro de 21 a?os ven¨ªa de su propio ecosistema, los 200 mariposa, en los que posee el r¨¦cord mundial a base de estilo, de administraci¨®n de energ¨ªa, y de resistencia al dolor. El suyo es un arte paciente y r¨ªtmico. Poco que ver con los 100 mariposa, un registro que exige explosividad, ardor, audacia. Algo que no se le presum¨ªa en grandes dosis hasta que este viernes nad¨® las semifinales en 50,31s y se convirti¨® en el cuarto hombre m¨¢s r¨¢pido de siempre en la especialidad. As¨ª se cit¨® para el duelo con Dressel el s¨¢bado por la ma?ana.
Si los encuentros de Phelps y Cavic concentraban tensi¨®n varonil, resentimientos at¨¢vicos y prejuicios nacionalistas, la parafernalia del duelo entre los herederos de aquella saga result¨® tierna. El inmutable Milak, de anchos carrillos cer¨²leos y ojillos de anguila, se comport¨® con timidez d¨¢ndole la espalda a su rival de la calle contigua. Igual de inhibido, el bronc¨ªneo Dressel de piel tostada y tatuajes floridos, evit¨® el contacto visual con su vecino. Espalda con espalda, se encaramaron a los poyetes, se encogieron y al sonido de la bocina se estiraron como gomas para zambullirse. Ah¨ª comenzaron a ocurrir cosas inesperadas.
Dressel cambi¨® de plan. Milak, tambi¨¦n. El estadounidense, que fundament¨® sus mejores carreras remat¨¢ndolo todo en el primer 50 y defendiendo la ventaja en el regreso, resolvi¨® frenar ligeramente su partida y reservar una gota m¨¢s de energ¨ªa para los ¨²ltimos metros. Milak, por su parte, plante¨® un arranque demoledor, impropio de un especialista de 200.
Milak reaccion¨® siete cent¨¦simas m¨¢s tarde que su rival, entr¨® al agua y dio una exhibici¨®n de apnea con siete patadas subacu¨¢ticas hasta salir a la superficie. Luego complet¨® 16 brazadas hasta la pared. Contra su costumbre de gran buceador, Dressel replic¨® con un nado submarino m¨¢s fugaz, solo cinco patadas de delf¨ªn, seguidas de 17 brazadas hasta el viraje. El estadounidense lleg¨® a la pared en 23 segundos clavados y se gir¨®. Milak lleg¨® 63 cent¨¦simas despu¨¦s. Algo menos de medio metro que comenz¨® a recuperar por debajo del agua con 10 patadas de delf¨ªn, seguro, como buen fondista, de disponer de combustible para salvar el ¨²ltimo largo a la m¨¢xima potencia.
Dressel mostr¨® m¨¢s prisa de lo habitual en salir a la superficie. Due?o de un poder muscular sensacional, el hombre no necesita dar tantas patadas para ganar un impulso de tibur¨®n cuando sube a dar la primera brazada.
¡°Alg¨²n d¨ªa este t¨ªo me dejar¨¢ sin trabajo¡±
Ante los nadadores se abrieron 35 metros de agua movida. Milak ondulaba cadencioso, firme, clavando cada aleteo con la seguridad de que avanzar¨ªa m¨¢s que el hombre al que persegu¨ªa. Lanzado por su rebote del viraje, Dressel mantuvo el impulso hasta el paso por la mitad de la piscina y aument¨® el deslizamiento a fuerza de palancas, eso que adquiri¨® levantando pesas, neum¨¢ticos, cadenas, cuerdas y piedras, y que le ha proporcionado una apariencia de bulldozer. No fue suficiente para defender su exigua ventaja. Al paso de la marca roja de los ¨²ltimos 15 metros, el ligero Milak se le puso a la par.
Milak mantuvo su estilo. Su gracia. No dej¨® de levantar la cabeza para respirar. Vi¨¦ndose atacado sin remedio, Dressel ech¨® mano del recurso de emergencia que le dio el campeonato en los 100 libre. Baj¨® la cabeza, agudiz¨® el ¨¢ngulo de ataque, redujo la resistencia de su cuerpo al agua, y aplic¨® cinco brazadas sin respirar. A la quinta, sus manos se hundieron en el vac¨ªo. Se qued¨® corto. Es dif¨ªcil determinar si el destino del r¨¦cord mundial, y el oro, se decidi¨® en ese instante en que instintivamente coordin¨® una ¨²ltima patada de mula. La ola que levant¨® tras de s¨ª fue un reflejo de la energ¨ªa que le proyect¨® hacia la pared. Hizo su segundo largo m¨¢s veloz: 26,45 segundos, 22 cent¨¦simas menos que el d¨ªa que bati¨® el r¨¦cord en el Mundial de Gwangjou. En Tokio se mejor¨® a s¨ª mismo con un tiempo de 49,45s, la quinta marca de la historia por debajo de 50s. Milak, con un regreso en 26,03s, hizo 49,68s y se convirti¨® junto con su compa?ero de viaje en el segundo hombre que logra bajar de 50 con un ba?ador textil. Ni Phelps hab¨ªa nadado tan r¨¢pido.
Caeleb Dressel contempl¨® el marcador con sonrisa pueril. A punto de cumplir 25 a?os, debi¨® sentir que daba la ¨²ltima pincelada al Juicio Final de su Capilla Sixtina. Perfectamente consciente de que la obra solo hab¨ªa sido posible gracias a la inspiraci¨®n, o al miedo, que le hab¨ªa infundido su vecino, se volvi¨® hacia el impert¨¦rrito Milak y alz¨® su brazo como si quisiera se?alarle al mundo que en ese instante no hab¨ªa m¨¢s que gloria para los dos, coautores de una forma de magia.
Entonces, solo entonces, la piscina de Tokio asisti¨® al milagro: Milak sonri¨® satisfecho.
¡°Alg¨²n d¨ªa este t¨ªo me dejar¨¢ sin trabajo¡±, brome¨® Dressel, al pasar frente a la c¨¢mara de la NBC. ¡°Yo solo trato de aguantar todo lo que pueda¡±.
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