La condici¨®n posthumana
El escritor argentino Mart¨ªn Caparr¨®s y el mexicano Juan Villoro mantienen una correspondencia durante todo el torneo y constatan que el bal¨®n sabe tambi¨¦n mucho de amistad
Mart¨ªn querido:
Hago un gesto de f¨²tbol del futuro: un clic digital. ?Hemos llegado a un deporte posthumano! El gol con el que Jap¨®n derrot¨® a Espa?a fue un abuso de la tecnolog¨ªa. Quienes solo disponemos de ojos, vimos que el bal¨®n abandonaba la cancha en la jugada previa, pero el sensor oculto en los pl¨¢sticos de Adidas percibi¨® algo que supera al m¨¢s riguroso de los oftalm¨®logos. ?Bienvenidos a la sensibilidad de las m¨¢quinas!
Correspond¨ªa al pa¨ªs de la ultramodernidad y el budismo zen anotar un tanto que dependi¨® de los designios combinados de un chip en la pelota y las plegarias en las gradas.
M¨¢s all¨¢ de este lance, Jap¨®n mereci¨® gritar ¡°?banzai!¡±. Sin apelar a la t¨¦cnica individual, el equipo dirigido por Hajime Moriyasu se desdobla como un veloz origami, ocupando todos los sectores de la cancha.
En su primer partido, Espa?a hab¨ªa ca¨ªdo en pecado de fortaleza. La inclemente goliza a Costa Rica quem¨® demasiada artiller¨ªa. Despu¨¦s del Maracanazo, el insuperable Nelson Rodrigues atribuy¨® la inesperada derrota de Brasil ante Uruguay a la goleada previa: ¡°Perdimos el Mundial porque unos d¨ªas antes goleamos a los espa?oles de una manera casi inmoral¡±. En el mismo tenor, Manuel Jabois escribi¨® hace unos d¨ªas en estas p¨¢ginas: ¡°Los 7-0 de los partidos inaugurales engendran monstruos que se vuelven contra uno, que dejan a los equipos sumidos en un feliz estupor heroin¨®mano¡±. El empate con Alemania no les sirvi¨® de metadona y luego enfrentaron a Jap¨®n, que juega con una din¨¢mica de PlayStation.
Los alardes posthumanos de este Mundial confirman mi tard¨ªa conversi¨®n al cristianismo. Desde su apodo de cyborg, CR7 parec¨ªa vivir para los n¨²meros. Todo en ¨¦l era estad¨ªstica: su fortuna de mil millones de d¨®lares, su capacidad de rematar a 2.63 metros de altura, sus 500 millones de seguidores en Instagram. Nadie puede regatearle m¨¦ritos atl¨¦ticos, pero dif¨ªcilmente lo ve¨ªamos como oficiante de la magia.
Ahora, el coleccionista de r¨¦cords llora con el himno de Portugal, se?ala al cielo al anotar en recuerdo de su hijo muerto, se niega a apoyar a la dictadura de Arabia Saudita, habla sin tapujos de su depresi¨®n y r¨ªe como un ni?o ante la caricatura que le hizo al furibundo Pepe. Justo cuando el deporte se robotiza, Cristiano muestra un surtido de reacciones sorprendentemente humanas.
Paso a un rasgo psicol¨®gico que en tu pa¨ªs se cultiva tanto como la soja: el afecto de los triunfadores. Lamentas, como muchos amigos argentinos, que la albiceleste no haya metido otro gol para ayudar a M¨¦xico. ?Adem¨¢s de ganarnos, quer¨ªan que les di¨¦ramos las gracias por calificar! Messi tuvo ese gol en sus botines, pero lanz¨® el penal como si hubiera metido la zurda en la nevera.
Es humano que la filantrop¨ªa se funde en un sentimiento de superioridad, del mismo modo en que es humano que los mexicanos mandemos al carajo a quienes tratan de mitigar el placer de ser due?os de nuestra derrota. ?Celebremos estos arrebatos antes de que el p¨²blico sea sustituido por aficionados virtuales!
Concluyo con un par de reacciones que nunca mostrar¨¢n las m¨¢quinas. Fernando Santos, veterano entrenador de Portugal, es la perfecta encarnaci¨®n de la saudade. Cuando su equipo anota, se entristece de felicidad. En cambio, la desgracia lo pone furioso. Fue capaz de intuir la fuerza de Corea del Sur y pas¨® de la melancol¨ªa a los gritos de estertor. Su enojo anuncia la derrota y su semblante taciturno, el amargo sabor del triunfo.
Otro veterano, Luis Su¨¢rez, dio un buen partido sin saber que ser¨ªa su ¨²ltimo en los mundiales. Sali¨® del campo cuando Uruguay estaba clasificado. En la banca se enter¨® del ag¨®nico gol de Corea del Sur que cambiaba las cosas. A partir de ese momento protagoniz¨® un psicodrama de alto impacto, demostrando que un crack puede ser el m¨¢s apasionado de los hinchas. Lo vimos llorar, putear al ¨¢rbitro, morder la camiseta, ver a sus compa?eros como si fueran lemmings suicidas al borde del acantilado.
Su¨¢rez pasar¨¢ a la historia por su capacidad sobrenatural de rematar al arco, pero tambi¨¦n por sus contradictorias cualidades humanas. En Sud¨¢frica 2010 salv¨® un gol con la mano, en Brasil 2014 mordi¨® al italiano Chiellini, en Qatar 2022 fue el m¨¢s sufrido aficionado de su selecci¨®n.
Es posible que el porvenir traiga aparatos de los que escurran l¨¢grimas de dise?o. Ese llanto jam¨¢s alcanzar¨¢ la fuerza tr¨¢gica con la que Luis Su¨¢rez se despidi¨® de los mundiales.
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