El Mundial m¨¢s humano
La felicidad, compruebo, son instantes. Como las gambetas de Messi, goleador del campeonato, su c¨¢lculo exacto y su asistencia precisa o la belleza de su gol
Los hombres lloran en c¨¢mara. Las mujeres hacen o¨ªr sus voces. Dos argentinas, Angela Lerena y Lola del Carril, se convirtieron, respectivamente, en la primera comentarista y relatora de un partido en un Mundial (Suiza vs Camer¨²n): ellas tambi¨¦n hacen Historia.
Despu¨¦s de 36 a?os, Argentina sali¨® campe¨®n del mundo. Lionel Messi se convierte en leyenda eterna.
¡°?Nadie le iba a robar su mundial a Leo, al equipo, a la hinchada, a Diego, que desde el cielo alienta. Nadie le iba a robar el mundial a la Scaloneta!¡±, grita entre llantos Lerena desde la TV p¨²blica. Y Sofi Mart¨ªnez, enviada por la misma televisi¨®n, emocion¨® a Messi con sus palabras.
Somos testigos: el Mundial nos une, genera lazos amorosos en redes y en las calles, como nunca antes ocurri¨®. Acaso sea la venganza de la especie por esos a?os de pandemia.
Tambi¨¦n, nos hizo pensar. Abrir lecturas.
Qatar, controvertida sede asi¨¢tica del Mundial de f¨²tbol 2022, es se?alada por no respetar los derechos de las mujeres y personas disidentes. La Polic¨ªa de la Moral del vecino Ir¨¢n ha matado a Mahsa Amini por colocar mal el velo y el futbolista iran¨ª, Amir Nazr-Azadani, es condenado a muerte en su pa¨ªs por defenderla. La FIFA calla. Im¨¢genes prohibidas de marchas por Mahsa se cuelan en las redes. Ecologistas denuncian la contaminaci¨®n de los aires acondicionados instalados en las canchas techadas de Doha. Obreros han muerto en la construcci¨®n de los estadios en pleno desierto catar¨ª. Lejos del fragor mundialista, en Ucrania, hay una guerra entre par¨¦ntesis que sigue cobr¨¢ndose vidas; China amenaza con participar; otros virus amagan con pandemizarse, dizque resultado el maltrato del hombre al resto de los seres vivos. Bienvenides al Planeta Tierra.
Me pregunto: en Estados Unidos, una de las sedes del Mundial 2026, pa¨ªs de las libertades individuales y de comprobada (?) separaci¨®n Iglesia-Estado: ?cancelaremos al Imperio en decadencia que se aferra con garra a sus glorias pasadas, su intervencionismo b¨¦lico, su retroceso en las leyes pro aborto? ?C¨®mo pensamos el avance de las ultraderechas en el mundo ¡°civilizado¡±?
Aqu¨ª, desde la Argentina, celebramos el avance del Sur colonizado sobre el Norte colonizador. Nos hermanamos con otros pa¨ªses asi¨¢ticos como la India y Bangladesh, que nos devuelven al gol de Diego Maradona a Inglaterra en el estadio Azteca, M¨¦xico 86: La Mano de Dios. Ese SuperD10S, vara alta para nuestro Mess¨ªas, hoy maduro y en su plenitud. Todo lo que fue potencia, es acto en Lionel Messi: habla y de su boca salen las palabras inesperadas. Me anim¨¦ a escribirle una carta en la que me pregunto c¨®mo transcribir lo que dijo; medios del mundo intentan traducirlo, comprender el prodigio de su patada generosa, sus gambetas, asistencias, remates, sus goles, que le tapan la boca a los que no le ten¨ªan fe.
¡°Un equipo que no te deja tirado¡±. ¡°Damos todo, lo dejamos todo¡±. ¡°Lo hacemos por 45 millones de argentinos¡±, dicen los jugadores. No solo es Leo, asumido capit¨¢n. Es tambi¨¦n el otro Lionel, Scaloni, el que crey¨® y arm¨® este equipo. Es el Dibu Mart¨ªnez que abraz¨® con tanta fuerza la pelota en cada atajada. Es la revelaci¨®n de ese chico cordob¨¦s de 22 a?os, Juli¨¢n ?lvarez. Es la Scaloneta, ese equipo federal de pibes que se forjaron en canchas y potreros argentinos y que sufren el exilio forzoso de nuestros pa¨ªses. Devienen millonarios, s¨ª, ya que no han nacido en la opulencia, por prepotencia del deporte que m¨¢s plata mueve en el mundo (Argentina acaba de ganar 42 millones de d¨®lares). El Norte rico compra jugadores del Sur pobre.
¡°Tenemos la mejor hinchada del mundo¡±, dijo Scaloni. Una hinchada que agita tribunas o alienta desde el infinito virtual. Que viraliza la canci¨®n compuesta por un hincha de Racing, Fernando Romero, que canta La Mosca, ¡°Muchachos. Ahora nos volvimos a ilusionar¡±, y baja a tierra a Maradona porque lo necesitamos cerca. La letra dice ¡°desde el cielo lo podemos ver¡±, como si estuvi¨¦ramos arriba, y creo que en ese lapsus hay un deseo: Leo como el Diego resurrecto. Y Leo se puso a la altura.
Sufro con el Dibu cada vez que la pelota se acerca al arco, me emociono en cada festejo de gol, me enojo con el ¨¢rbitro, lloro con las l¨¢grimas de Scaloni, me enternezco con la carta que Thiago Messi le escribi¨® a su pap¨¢ y su mam¨¢, Antonella Roccuzzo, subi¨® a redes, con la letra de ¡°Muchachos¡± resignificada. Soy una m¨¢s con el resto y eso me hace sentir bien. Me vuelto chauvinista, nacionalista a fondo, soy la m¨¢s peronista de todas. Comparto c¨¢balas (una amiga rompe todas las c¨¢balas y la disculpo internamente: es acad¨¦mica), apago la tele cuando en TV consultan a astr¨®logas que vaticinan un resultado adverso para mi pa¨ªs; mi hermana, dise?adora gr¨¢fica, me construye un altar virtual con el Diego y la cara de Leo en el cuerpo de nuestro santo popular m¨¢s famoso: el Gauchito Gil. Me sumo a quienes suben fotos a redes con el outfit celeste y blanco en la previa del partido. Soporto el spoiler de los goles de los vecinos que lo gritan un nanomil¨¦simo de segundo antes.
Este es el Mundial de la emotividad. Pero tambi¨¦n descubro una potencialidad incomparable en esos suburbios del pensamiento en los aleda?os del f¨²tbol.
La felicidad, compruebo, son flashazos, instantes. Como las gambetas de Messi, goleador del campeonato, entre las piernas de los jugadores del equipo contrario, su c¨¢lculo exacto y su asistencia precisa o la belleza de su gol.
¡°Vivimos para sufrir¡±, dir¨¢ Rodrigo De Paul despu¨¦s del final feliz.
22.26 minutos del primer tiempo: Messi convierte el primer gol de penal. El Dibu besa el arco, mira al cielo en se?al de agradecimiento. Yo me pregunto si cada vez que los jugadores hacen ese gesto le piden tambi¨¦n al Diego.
35.28 minutos del primer tiempo: ?ngel (nuestro angelito) Di Mar¨ªa convierte el segundo gol de Argentina. Festeja con un coraz¨®n dibujado con los dedos. Llora.
Gritamos. Arde el WhatsApp.
80 minutos del partido: Kylian Mbapp¨¦ (compa?ero de Messi en el PSG) convierte el primer gol de Francia.
Silencio de tumba.
81 minutos: Mbapp¨¦ convierte el segundo gol de Francia.
Sufrimiento extremo. ?Es posible que no ganemos?
¡°Dram¨¢tica final¡±, dice Mat¨ªas Martin, comentarista de la Televisi¨®n P¨²blica argentina. ¡°Hay que empezar de nuevo¡±, alienta Lerena. Hab¨ªamos perdido con Arabia Saudita. Barrimos a Polonia, M¨¦xico, Croacia, Pa¨ªses Bajos,
108 minutos: Messi mete el tercer gol de Argentina.
118 minutos: Mbapp¨¦ mete el tercer gol de Francia por penal.
3 a 3.
Ten¨ªamos que sufrir hasta el final. Ten¨ªamos que definir por penales. Le pedimos todo al Dibu.
Mbapp¨¦ convierte el primer gol de penal.
Todo, entonces, se desencadena en una secuencia imparable. En el relato:
?Messi gooool! ?Tapa el Dibu! ?Lo hizo Dybala! ?Paredes, Montiel!
?Argentina campe¨®n del mundo! Todes lloramos (tambi¨¦n Francia). Te agradecemos, Leo. A vos, a Scaloni. Al Dibu (mejor arquero de la copa). Al Diego. Los hijos entran a la cancha, el momento m¨¢s tierno.
Dos exjugadores legendarios: Neri Pumpido y el Checho Batista, llevan la copa. Entran los poderosos del mundo y eso me da un poco de escalofr¨ªos. Detr¨¢s, dos mujeres: una sostiene las medallas. El escenario es el signo infinito, marca de este Mundial. Entrega de medallas, tambi¨¦n a Mbapp¨¦. Messi besa la copa y es la apoteosis.
Las pitonisas leyeron mal los astros.
La felicidad fue ese instante exacto. Ahora, sigue la vida. Rodrigo, tambi¨¦n vivimos para disfrutar.
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