Repaso a la historia
Conviene repasar la historia. Olvidarla ser¨ªa peligroso; reescribirla, un prop¨®sito mendaz; pasar sobre ella como sobre ascuas, un acto de cinismo. A la historia hay que asumirla con toda su crudeza, con su brutal exactitud.No hay raz¨®n, por ejemplo, para sepultar bajo el polvo de los a?os la posici¨®n de Franco respecto de los partidos. Con aqu¨¦l ?jam¨¢s, jam¨¢s?, pronunciado en un balc¨®n de Sevilla. He ah¨ª una muestra de lo que Franco pensaba. Que eran una ?farsa? (declaraciones a Le Figaro, 1958), que eran una ?ficci¨®n?, ?un engendro? (mensaje de fin de a?o, 1955), algo ?disgregante y envilecedor?, ?suplantaban la voluntad del pueblo en favor de sus particulares intereses? (1963, palabras al Consejo Nacional). Por eso le hab¨ªa dicho a un periodista del New York Times: ?Hemos abolido implacablemente el viejo sistema parlamentario de m¨²ltiples partidos pol¨ªticos con sus males conocidos: sufragio inorg¨¢nico y lucha entre los grupos enemigos.?
Esa es la historia. La historia del pasado, el contrapunto a la historia period¨ªstica del presente.
S¨®lo Franco hizo la ley. Pod¨ªa. El poder legislativo , como todos los dem¨¢s poderes, resid¨ªa en su persona. Y no se limit¨® a promulgarla. Le dio la ¨²nica interpretaci¨®n aut¨¦ntica.
De esta manera, los Principios del Movimiento ser¨ªan un freno inexpugnable contra el cambio, una atadura para el pueblo y para los propios gobernantes. Franco no lo disimul¨®. Aquel mismo a?o 1958, en su mensaje de fin de a?o, pronunci¨® estas palabras: ?Estos principios han de ser aceptados en su integridad, forman un todo org¨¢nico; ninguno de ellos tiene car¨¢cter de provisionalidad. Nadie puede atribuir a alguno una vigencia transitoria ni puede limitar su extensi¨®n y alcance, su acuerdo con interesados deseos y criterios Puramente personales. En virtud de esta Ley Fundamental, el Movimiento tiene rango adecuado dentro de nuestro sistema institucional y de aceptaci¨®n obligatoria para gobernantes y gobernados en el presente y para el futuro. ?
En 1961, en Burgos, Franco a?adi¨®: ?Los principios todos del Movimiento han de ser aceptados, y de modo especial, han de constituir norma y norte para quienes de alg¨²n modo asumen su servicio; pero no por ello ser¨ªa aconsejable concebirlos sin una configuraci¨®n org¨¢nica y una disciplina efectiva entre sus miembros, que han de guardar no s¨®lo fidelidad a la doctrina, sino tambi¨¦n lealtad a la organizacion y a sus jerarqu¨ªas.?
Estos son los Principios Fundamentales que el Consejo Nacional quiere que jure el Rey. No como parte de un sistema legal modificable. Sino como cuerpo de doctrina que comporta un orden otorgado, inamovible, que limita la soberan¨ªa del pueblo y el poder de sus representantes al establecer hipotecas imposibles de levantar. El Consejo Nacional, por consiguiente, no le pide al Rey que jure u?a ley. Le pide que se ate a las palabras del pasado, que acepte que el ma?ana tambi¨¦n est¨¢ escrito en la biblia de la predestinaci¨®n.
Acaso los Reyes deban jurar las normas que el pueblo ha dictado.
Pero resulta dificil de admitir que el pueblo quede encadenado por algo que nunca razon¨® ni conoci¨® del todo, aunque a?os despu¨¦s se le incluyera en el paquete de un refer¨¦ndum. Y aunque el pueblo quisiera atarse, o en el pasado lo hubiera querido, con el mismo acto de soberan¨ªa se podr¨ªa desatar.
El Rey debe jurar la Constituci¨®n. Pero no puede jurar lealtad ?a la organizaci¨®n y a sus jerarqu¨ªas?. Por mucho que ?los 40 de Ayete?, erigidos en albaceas del pasado, lo pretendan. La praxis del poder les ha de demostrar que son muchas las cosas que se despedazar¨¢n en el rompeolas de la historia, igual que se han diluido las condenas a los partidos.
?Los 40 de Ayete? son la ?organizaci¨®n y las jerarqu¨ªas?. Y al defender los Principios, se defienden a s¨ª mismos, defienden sus privilegios, sus cargos vitalicios sin voto popular. ?Es eso lo que el Rey ha de jurar? ?Lo que se ha de considerar por su propia naturaleza permanente e inalterable?
En pol¨ªtica no existe la palabra ?jam¨¢s?.
Se habla ahora mucho de homologaci¨®n, de aproximaci¨®n a Europa. Franco no cre¨ªa en ello. En 1962, en Palencia, dijo: ?No es que nuestra pol¨ªtica difiera de lo que ans¨ªan los pueblos europeos. Nosotros apreciamos a los otros pueblos y sus sentimientos. Lo que est¨¢n ellos es desfasados, ellos est¨¢n como nosotros est¨¢bamos antes del Movimiento. Y nosotros vamos adelantados hacia ellos ... ?
Mi paisano, Joan Estelrich, escribi¨® un libro titulado Las profec¨ªas se cumplen. Ahora tendr¨ªa que matizar.
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