Tras los enfrentamientos del mi¨¦rcoles, 58 personas muertas y 788 heridos
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?Le escribo, se?or, porque me asalt¨® una pesadilla: veo que en cualquier momento mi pais puede convertirse en un ba?o de sangre, a menos que se tome alguna medida dr¨¢stica.?Esas palabras se las dirigi¨® un obispo negro al primer ministro de Sud¨¢frica, John Vorster, s¨®lo unas horas antes de que se produjera la matanza de Soweto.
El obispo es el l¨ªder de la iglesia de Johannesburgo, Desmond Tutu. Era una carta abierta. Vorster se neg¨® a contestarla porque era ?propaganda pol¨ªtica?.
Si Tutu quer¨ªa ?propaganda pol¨ªtica?, su carta obtuvo much¨ªsiina menos que el ba?o de sangre que ¨¦l mismo predijo.
En su carta, Tutu aseguraba que escrib¨ªa por inspiraci¨®n divina. Pero hab¨ªa otras inspiraciones. Hace unas semanas, el embajador sudafricano ante las Naciones Unidas explic¨® que su pa¨ªs abandonaba decididamente la discriminaci¨®n racial. ?Me temo que eso no es verdad. Un¨ªcamente -escrib¨ªa Tutu- hubo alg¨²n cambio superficial que no resuelve nuestros problemas fundamentales. No se nos contenta quitando las se?ales que prohiben nuestro paso por los parques.? Tutu, que es negro, dec¨ªa que las viviendas en las que viven sus compa?eros de raza son inadecuadas, que las condiciones de vida son m¨ªseras, que las escuelas de los suburbios negros son inhabitables... ??Cu¨¢nto tiempo cree usted, se?or, que nuestro pueblo podr¨¢ soportar este punzante sufrimiento??
Soweto est¨¢ a veinte kil¨®metros de Johannesburgo. Es un ¨¢rea dise?ada para albergar a medio mill¨®n de habitantes. Viven casi dos millones. Las casas son de hormig¨®n armado ?mon¨®tono?, como lo calific¨® otro sacerdote, del que hablaremos en seguida. En Soweto vive la fuerza laboral de Johannesburgo. ? Los negros van a trabajar a la capital y luego son expulsados por los blancos, que los segregan y los env¨ªan a dormir, cada noche, a Soweto, con un sueldo miserable en los bolsillos. Esos trabajadores forzados ganan la d¨¦cima parte de lo que gana un blanco por hacer exactamente lo mismo. El blanco puede ascender pelda?os en su escalaf¨¢n laboral. El negro no, porque lo proh¨ªben las leyes del ?apartheid?, a?ade Tutu.
A?os de ira y frustraci¨®n
Despu¨¦s de que se calmara la violencia en Soweto, Desmond Tutu dej¨® el mundo de las profec¨ªas y explic¨® su criterio sobre lo ocurrido: ?Se puso de manifiesto todo lo que producen afl¨®s de ira y frustraci¨®n; se produjo la explosi¨®n de la ira negra. No creo que el Gobierno vaya a hacer concesiones. Ellos piensan que si las hacen en este momento, la gente seguir¨¢ pidiendo y exigiendo cada vez m¨¢s.?El ?afrikaans? sirvi¨® de test. En principio, los manifestantes muertos -y los que quedaron vivos-, protestaban contra la obligatoriedad del uso de esta lengua para el aprendizaje de ciertas disciplinas en las escuelas de la ciudad negra de Soweto. El ?afrikaans?, dice un novelista sudafricano que vive en Londres y cuyos libros, escritos en esa lengua, est¨¢n prohibidos en su pa¨ªs, no debe confundirse con el idioma del poder. ?Da la casualidad de que el grupo que ahora domina en Sud¨¢frica habla 'afrikaans'. Pero esa lengua no debe asociarse con la procedencia pol¨ªtica del grupo que la habla.
El 'afrikaans', por ejemplo, fue la lengua del que fue l¨ªder del Partido Comunista de Sud¨¢frica y la hablan personas que son francamete hostiles al Gobierno. ?l 'afrikaans' puede ser un veh¨ªculo para expresar enormes sentimientos humanos y pol¨ªticos. Ahora es la lengua impuesta por el opresor y los estudiantes se manifestaron para abolirla. Pero pudieron haberse manifestado con cualquier otro motivo. ?
La repercusi¨®n exterior
Cuando Vorster fue nombrado primer ministro de Sud¨¢frica, Harold Wilson escribi¨® en su diario, ?Este nombramiento puede intensificar el apartheid' y "posiblemente, har¨¢ que se expanda el conflicto a otras ¨¢reas del sur africano.? ?sa fue una profec¨ªa. La otra fue la de Desmond Tutu. Todas predecibles. ?Cu¨¢l es la pr¨®xi ma? El encuentro de Kissinger con Vorster, que se produce en un ambiente de gran tensi¨®n internacional con respecto a Sud¨¢frica. La conversaci¨®n que sostengan ambos estadistas en las monta?as de Baviera no ser¨¢ la entente ?molto cordiale? que se pronosticaba. Soweto (?aqu¨ª empez¨® la revoluci¨®n?, dicen los negros) dio el aviso.Un obispo blanco que dirigi¨® la di¨®cesis de Soweto durante muchos a?os y que fue expulsado por el Gobierno Sudafricano y ahora vive en Londres, dijo que rechaza de plano ?las sugerencias que proclaman que la violencia fue provocada por agitadores pol¨ªticos. La violencia fue el resultado del 'apartheid': las leyes inicuas que convirtieron a cada africano, por el simple hecho de ser.negro, en un ciudadano 'ilegal'. ?
Hace quince a?os, en otra ciudad sudafricana, Sharpeville, la polic¨ªa cometi¨® una matanza cuyo balance mortal fue casi exactamente el doble del que. se produjo en Soweto. La situaci¨®n en este momento, coment¨® el sacerdote al que acabamos de referirnos, es completamente distinta. ?Las manifestaciones ya no las podr¨¢ parar nadie. Alrededor de Sud¨¢frica hay ahora cerca de treinta estados que obtuvieron la soberan¨ªa desde entonces y que se oponen totalmente a la pol¨ªtica del 'apartheid', y hasta Estados Unidos manifest¨® su apoyo a los l¨ªderes negros. No se puede predecir qu¨¦ har¨¢ el Gobierno en estas circunstancias. Pueden inventar cualquier cosa. ? Lo que es seguro es que no podr¨¢n inventar Soweto, donde ?la explosi¨®n de la ira negra? dio la respuesta m¨¢s dram¨¢tica a una carta que jam¨¢s fue contestada.
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