Memorias del confidente de Nixon
Haldeman: ?El Presidente debi¨® perdonar a los encartados en el ?Watergate?
Haldeman fue declarado culpable en el asunto ?Watergate? y sentenciado a una pena de dos a?os y medio, y ocho a?os, en prisi¨®n federal. En la actualidad, la sentencia se encuentra en apelaci¨®n ante los tribunales.Haldeman se encuentra, en la actualidad, escribiendo sus memorias, que llevar¨¢n el t¨ªtulo -de esta serie, en, . ingl¨¦s, ?Inside the Nixon White House?. -Hoy comenzamos la publicaci¨®n de un extracto de las mismas.
?He decidido dimitir?, dijo la voz al otro extremo del hilo telef¨®nico, hablando desde Washington. Eran las 8.15 de la ma?ana en Newport Beach, California, el mi¨¦rcoles 7 de agosto de 1974. Me encontraba terminando mi desayuno, cuando el presidente Nixon me llam¨® para darme las malas noticias. El pa¨ªs no las conocer¨ªa hasta la noche.
En aquel momento el presidente estaba tranquilo y se explicaba con correcci¨®n, sin apasionamiento, Me dio las razones por las cuales se decid¨ªa a abandonar voluntariamente la posici¨®n pol¨ªtica m¨¢s importante del mundo.
El presidente barruntaba que, no solamente por la posibilidad de ?impeachement? (procedimiento de destituci¨®n de un presidente regulado en la Constituci¨®n de los Estados Unidos) de la C¨¢mara de Representantes, ¨¦l deb¨ªa dimitir. Tambi¨¦n consider¨® el riesgo de que encontrase pocos votos favorables en el Senado. En definitiva pens¨® que si se le abriese un proceso que calcul¨® durar¨ªa seis meses, elIo tendr¨ªa devastadores efectos sobre los intereses del pa¨ªs y sobre su pol¨ªtica internacional.
-?Est¨¢ usted convencido de esta decisi¨®n, se?or presidente? ?No quiere que la discutamos?, le pregunt¨¦.
-No. La decisi¨®n est¨¢ tomada. Es completamente firme y cre¨® que , es acertada, contest¨® el presidente.
Por supuesto se trat¨® de un momento de mucha emoci¨®n, aunque la conversaci¨®n no se desarroll¨® en un tono emotivo. Yo no dudaba que el presidente estaba causandose la muerte as¨ª mismo.
Entonces le expliqu¨¦ al presidente que, dada la decisi¨®n que hab¨ªa tomado, exist¨ªa una cuesti¨®n que era urgente considerase. Es decir, el perd¨®n completo para todas las personas relacionadas con el esc¨¢ndalo del ?Watergate? y para todos los desertores de Vietnam.
-Si usted va a dejar la presidencia, le dije a Nixon, debe asumir los traumas que crearon ?Watergate? y Vietnam. De este modo, el presidente Ford tendr¨¢ la posibilidad de comenzar de nuevo con una Administraci¨®n limpia, teniendo los horrores a su espalda.
- Ya lo pensar¨¦, replic¨® el presidente. Aprecio mucho su consejo. Bob.
Yo pens¨¦ que dado el estado de conmoci¨®n, en que se encontraba el Presidente, ¨¦ste no har¨ªa caso de mi consejo, y que tampoco tuvo la oportunidad de pensar en el perd¨®n anteriormente. Sab¨ªa que esta cuesti¨®n del perd¨®n ser¨ªa muy discutida si era aprobada, pero que las controversias disminuir¨ªan paulatinamente y que, a la larga, el perd¨®n har¨ªa disminuir la impontancia de los dos puntos negros de la Administraci¨®n Nixon. Finalmente pens¨¦ que, aunque hubiese muchas reacciones, la opini¨®n p¨²blica estar¨ªa, sobre todo, conmocionada por el hecho de la dimisi¨®n del presidente.
Imposible de salvar la situaci¨®n
Habr¨ªa sido mucho mejor que el presidente ?ixon facilitase las cosas para s¨ª mismo y Para su sucesor, antes de que se retirase. Pens¨¦, sin embargo, que la situaci¨®n era ya tan mala para el presidente que nada pod¨ªa empeorarla m¨¢s. M¨¢s tarde, intent¨¦ sin ¨¦xito encontrarme,con el presidente. En su lugar habl¨¦ dos veces con el general Haigr en la Casa Blanca. Haig no me ten¨ªa simpat¨ªa, como a casi nadie, y mis palabras fueron mal recibidas o consideradas como, fuera de lugar.
Le dije a Haig que estaba muy sorprendido porque el presidente me llam¨® dici¨¦ndome que iba a dimiltir. Tambi¨¦n, le habl¨¦ sobre el perd¨®n. Haig dijo qu¨¦ la proposici¨®n de perd¨®n se la diese por escrito, por lo que la dict¨¦ en la oficina de mis abogados en Washington. La proposici¨®n no lleg¨® ala Casa Blanca hasta el d¨ªa siguiente, p¨®co antes de que el Presidente se dirigiese a la naci¨®n por la televisi¨®n.
Cuando el presidente apareci¨® en la pantalla de televisi¨®n, ni el ministro de Justicia ni yo sab¨ªamos si el perd¨®n iba a ser concedido o no. Yo barrunt¨¦ que Nixon no hablar¨ªa de esta cuesti¨®n aquella niache, reserv¨¢ndola para el final, inmediatamente antes de que firmase su dimisi¨®n.
Despu¨¦s del mensaje presidencial, Fred Buzhardt telefone¨®, a John Wilson, mi abogado, para decirle que definitivamente no habr¨ªa perdones. Pese a que sab¨ªa qae mi petici¨®n lleg¨® al presidente y que ¨¦l ten¨ªa que tomar la decisi¨®n final, no creo que la adoptase. En nuestras conversaciones, desde entqnces, Nixon no sac¨® el tema a colaci¨®n y yo procur¨¦ no h¨¢blar de ello.
Pienso que fue una tr¨¢gica equivocaci¨®n, tanto para el bienestar del pa¨ªs, como para m¨ª mismo y para los otros implicados que los completos perdones que yo, recomend¨¦ no fuesen adoptados.
?Una pistola humeante?
No me di cuenta entonces, como, me resisto a darme cuenta ahora, que la grabaci¨®n del 23 de junio de 1972-, la causa pr¨®xima del hundimiento de la Administraci¨®n Nixon, fuese una raz¨®n suficiente para que el presidente dimitiese.
Una semana antes de que la grabaci¨®n fuese depositada con terror, Haig me pregunt¨® inesperadamente si recordaba algo respecto a la reuni¨®n l d¨ªa 23 de junio con el presidente.
-Procure recordar, dijo. ?Se acuerda si aquel d¨ªa hubo problemas con ¨¦l? En absoluto, repliqu¨¦. No pens¨¦ que la grabaci¨®n fuese un problema, sino que su contenido era molesto para el presidente.
Haig me llam¨® unos d¨ªas m¨¢s tarde para preguntarme si estaba .s eguro de lo que le hab¨ªa dicho. Si yo hubiera cre¨ªdo que las grabaciones conten¨ªan informaci¨®n acusatoria para el presidente, hubiera sido el momento de revelarlo en beneficio propio.
La cuesti¨®n es que la grabaci¨®n del 23 de junio lleg¨® a ser la prueba evidente m¨¢s perjudicial, puesto que descubr¨ªa manejos pol¨ªticos, en los cuales aparecieron juntos el FBI y la CIA. Pero no era una obstrucci¨®n a la justicia. Era solamente un problema para no descubrir la fuente de informaci¨®n privada y con ello se salpiesen ciertas donaciones de dinero de car¨¢cter pol¨ªtico. De este modo, result¨® evidente que nosotros utilizamos con fines pol¨ªticos al FBI y a la CIA, pero no para obstruir la labor de la justicia
Dede la Casa. Blanca valoramos y manipulamos con el asunto ?Watergate?. Yo he admitido estos errores y el presidente Nixon tambi¨¦n. Nuestra m¨¢s importante falta fue no, atajar el peligro desde el primer momento, poniendo en evidencia a los culpables y llev¨¢ndolos ante los tribunales. El presidente, yo y John Ehrlichman, nunca tomamos las medidas necesarias, est¨¢bamos aterrorizados de seguir adelante y de vernos implicados en el caso. Este caso que tan negro se puso para Jeb Magruder y John Mitchell, cuando la grabaci¨®n del 14 de abril de 1973 indic¨® que Ehrlichman habl¨® con el presidente.
Ehrlichman se enfrent¨® directa mente con Mitchell sobrela cuesti¨®n, y ¨¦ste ¨²ltimo neg¨® categ¨®ricamente cualquier participaci¨®n en la autorizaci¨®n para asaltar el edificio ?Watergate?. No obstante, un estudio global de la situaci¨®n me hizo muy dif¨ªcil creer que el asalto pudiera haber ocurrido sin ni siquiera una participaci¨®n de Mitchell, por m¨ªnima que ¨¦sta fuese. Sin embargo, es significativo que Mitchel nunca fuese procesado por el asalto al edificio ?Watergate ?.
La naci¨®n perdi¨® mucho
La hora en que el presidente Nixon dimiti¨® se vivi¨® como si fuese una terrible tragedia. Conduciendo mi coche desde los Angeles a la playa, aquel d¨ªa, mientras o¨ªa el mensaje del presidente Ford a la naci¨®n, tenla la obsesi¨®n terrible que la naci¨®n perder¨ªa su liderazgo mundial al mediod¨ªa del 9 de agosto de 1974.
Realmente el pa¨ªs perdi¨® un poderoso,l¨ªder en mayo de 1973, despu¨¦s de que Ehrlichman y yo dimiti¨¦semos. Desde entonces, el presidente no funcionaba bien, estando como estaba constantemente complicado con las investigaciones judiciales dil caso ?Watergate? Hasta tal punto, que en aquella primavera, todas nuestras iniciativas en la politic¨¢ ext¨¦tior se vieron perjudicadas, con excepci¨®n de China.
Es interesante volver la vista atr¨¢s para pensar en las cosas que ocurrieron y que no deb¨ªan haber ocurrido, si ?Watergate? no hubiese puesto a Nixon fuera de juego, ya antes de su dimisi¨®n.
- Vietnam del Sur no hubiese ca¨ªdo. El pa¨ªs no habr¨ªa vivido tan tr¨¢gico final si Nixon no hubiese estado debilitado por la pol¨ªtica interior, lo que a la larga produjo un colapso del cr¨¦dito americano.
-La posici¨®n de los EEUU en el mundo hubiese permanecido en sus posiciones de fortaleza y liderazg¨® mundial. Nixon, al cual Bill Rogers (secretario de Estado desde 1969 a 1973) se refer¨ªa como al m¨¢s joven veterano hombre de Estado, del mundo, hab¨ªa conseguido una formidable posici¨®n en los asuntos mundiales, con lo cual la naci¨®n americana era poco menos que un gendarme mundial, no en t¨¦rminosde violencia, sino en t¨¦rminos de persuasi¨®n.
- Henry Kissinger no habr¨ªa sido secretario de Estado. No habr¨ªa existido la posibilidad de tal siombramiento, aunque en la Secretar¨ªa de Estado se hubiesen ?ritroducido cambios radicales.
- La inoperante y regresiva burocracia federal hubiese sido rees tructurada totalmente, pese a las resistencias subterr¨¢neas por parte de los encarnizados y elitistas enemigos de Nixon, bien atrincherados en sus lujosas Mansiones. Mi opini¨®n personal es que buen¨ªa parte de los bur¨®cratas que sab¨ªan que iban a ser expulsados o cambiados de sus puestos por una orden ejecutiva, jugaron un papel decisivo en la operatci¨®n contra la Administraci¨®n de Nixon. En 1973 y 1974, el Gobierno Federal lleg¨® a ser una ciudadela en estado de sitio dominada por la necesidad de defenderse.
-Los llamados ?Ford Guys? (compadres de Ford), tales como Donald Rumsfeld, el actual secretario de Defensa, y George Bush, el director de la CIA, ser¨ªan conocidos todav¨ªa como Ios ?Nixon Guys?, puesto que a ¨¦l le ped¨ªan importantes puestos en la Administraci¨®n y en cuyo reclutamiento yo desempe?¨¦ un puesto importante. Uno de los aspectos m¨¢s curiosos en el desenlace del asunto ?Watergate? es el hecho de que muchos de los apoyos de Nixon contin¨²an sirviendo, a la naci¨®n, con abnegaci¨®n en la Adminis¨ªraci¨®n de Ford.
- El Partido Republicano hubiese realizado la cam1 pa?a electoral de este, a?o con una fuerza enorme, la misma que ten¨ªa Nixon en 1972 y que le condujo a la victoria, llevando tras de s¨ª la mayor¨ªa del pa¨ªs. Y en este punto hay una buena raz¨®n para creer que nuevos triunfos se hubiesen obtenido en la campa?a del congreso de 1974 y, de nuevo, este a?o.
-La campa?a presidencial republicana de este a?o no consistir¨ªa en una elecci¨®n entre Jerry Ford o Ronald Reagan, el elegido habr¨ªa sido John Connally. Despu¨¦s de la dimisi¨®n del vicepresidente Spiro Aghew, Connally habr¨ªa sido elegido por Nixon como vicepresidente. Pero.su posici¨®n estaba tan debilitada que tuvo que renunciar a esta posibilidad, despu¨¦s de es cuchar la opini¨®n del Senado. El candidato para este a?o no habr¨ªa sido Agnew, aunque no hubiese tenido que dimitir. El presidente habr¨ªa resuelto, de una vez por todas, esta cuesti¨®n, mucho tiempo antes de la Convenci¨®n republicana.
- El presidente Nixon habr¨ªa tenido una influencia mayor en la escena mundial, en los a?os venideros.
-Y, finalmente, el sistema de grabaci¨®nes de la Casa Blanca, habr¨ªa continuado funcionando nadie lo hubiese sabido.
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