Las palabras y los trajes
No hay libro inocente; es decir inocente de su ser libro. No hay tarea menos espont¨¢nea, m¨¢s mediata y rebuscada, m¨¢s anormal (Cioran dixit) que la escritura. Se nos habla de ciertos relatos originarios impensablemente trasvasados de lo oral a lo escrito, en los que pudieran conservarse ciertas fragancias naturales anteriores a la letra: esa edad de oro nos cae tan lejos que m¨¢s vale no detener el razonamiento en ella, ni siquiera comoconce tol¨ªmite.Nosotros encontrarnos ya la escritura como una legalidad y un ¨¢mbito referencia? espec¨ªfico. Se escribe porque ya se ha escrito antes; se escribe sobre lo escrito, en respuesta, comentario o previsi¨®n de lo escrito, entre las l¨ªneas o en los m¨¢rgenes de lo escrito. Se escribe para prolongar los rutinarios placeres de la escritura, para inventa placeres nuevos a los paladares es tragados por lo ya escrito o para fustigar -siempre por escrito- los goces sensuales de quienes se entregan a lo que Barthes llam¨® "el placer del texto". La escritura m¨¢s naturales la que acepta con menos rebozo este car¨¢cter meta-textual de todo lo escrito, la que eleva la conciencia de su artificio a estilo: pese a la ingenua opini¨®n genera lizada, es m¨¢s directo y noble, enga?a menos, Sterne que Richardson, Chordelos de Laclos que los tratados cient¨ªficos de psicolog¨ªa Borges que cualquier rompehuesos del realismo testimonial.
Sartor Resartus,
de T Carlyle. Trad. E. Gonz¨¢lez Blanco. Colecci¨®n Espiral Fundamentos, 1976.
Este car¨¢cter de ex¨¦gesis o corolario que todo libro tiene, alcanza una de sus mis notorias cumbres reflexivas en el Sartor Resartus, de Carlyte, que acaba de ser -?por fin!- editado en castellano. Libro intransitivo por excelencia, a fuerza de simular remitir a otro discurso cuya ¨²nica clave es el texto mismo que se pretende antesala, cumple en una sola obra las obligaciones de la creaci¨®n y del comentario, realiza el planteamiento y la apostilla, formula, extrapola y refuta con un mismo gesto. Obra de s¨¢tira y de m¨ªstica, no es su menor m¨¦rito el despertar sospechas sobre la imprescindibilidad de buena parte de las bibliotecas...
La figura de Thomas Carlyle llen¨® todo el siglo XIX brit¨¢nico: para el p¨²blico victoriaro lleg¨® a ser el paradigma mismo del sabio, profundo, complejo, parad¨®jico y genial. Carlyle se nos presenta, empero, m¨¢s germ¨¢nico que ingl¨¦s. Aport¨® a la literatura brit¨¢nica el desenfrenamiento metaf¨®rico de los m¨¢s exaltados rom¨¢nticos alemanes, su predilecci¨®n por la figura espl¨¦ndida y aislada del gran hombre -del h¨¦roe-, la pasi¨®n por el trascendentalismo absoluto del esp¨ªritu sobre las apariencias emp¨ªricas. Fue un cr¨ªtico despiadadodel capitalismo industrial y su correlativo liberalismo pol¨ªtico, al que opuso el mundo artesanal, comunitario y jer¨¢rquico de una Edad Media m¨¢s o menos idealizada. Su obra interes¨® e irrit¨® juntamente a Marx, a Nietzsche y a William Morris.
S¨®lo una vez se sali¨® del g¨¦nero ensay¨ªstico, abandon¨® el periodismo y la historia en las que destacaba, para intentar una obra de ficci¨®n: fue al comienzo de su carrera. cuando escribi¨® Sartor Resartus, t¨ªtulo latino que podr¨ªamos traducir como El remend¨®n remendado o El zurcidor zurcido.
Pero, ?es realmente una obra de ficci¨®n Sartor Resartus? En este libro, Carlyle acomete el resumen y la cr¨ªtica de una imaginaria obra filos¨®fica alemana, una recargada Filosof¨ªa del Vestido del sabio alem¨¢n Di¨®genes Teufelseir?ckh, perge?ando de paso una biograf¨ªa de este predestinado y m¨ªstico personaje. De alg¨²n modo, es la misma tarea que Baudelaire acometi¨® con De Quincey en sus Para¨ªsos artificiales por esos mismos a?os, solo que en el caso de Carlyle el libro y el autor estudiados no exist¨ªan en el sentido convencional del t¨¦rmino, sino que eran creados por la descripci¨®n que de ellos se brindaba. Aprovechando la met¨¢fora de los trajes. Teufelsdr?ckh y su bi¨®grafo-comentarista-creador divagan, reflexionan y satirizan sobre el fundamental papel de todo lo aparente en el reino de la finitud y sobre la imposibilidad (l¨¦ase indeseabilidad) de abolir tales convencionales revestimientos exteriores, aunque queda claramente establecido por el m¨ªstico alem¨¢n (recordernos que Jakob Boheme fue tambi¨¦n un remend¨®n...) que lo m¨¢s profundamente real es de ¨ªndole espiritual, simple e infinita.
Esto es s¨®lo la apresurada almendra de una obra pr¨®d¨ªga en diversos niveles de lectura, compendio erudito, ir¨®nico y metaf¨ªsico, desigual y farragosa a veces, pero sin el que ser¨ªa dif¨ªcil imaginarse los sofisticados resabios de la literatura del siglo XX.
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