"La versi¨®n sobre su muerte es cada vez m¨¢s confusa"
A las tres horas y treinta minutos de la madrugada del pasado d¨ªa 31, trece d¨ªas despu¨¦s de que un rosario de bombas estallaran en diversos puntos del pa¨ªs, un artefacto hac¨ªa explosi¨®n en los jardines sevillanos de Catalina de Ribera produciendo dos v¨ªctimas. Presuntos portadores de la bomba, que fueron identificados por la polic¨ªa como Fausto Pena, natural de Huelva, y Jos¨¦ L¨®pez Ragel, nacido en Jerez de la Frontera. Si la identidad de Pena no plante¨® problemas debido al estado en que qued¨® el cad¨¢ver, no ocurri¨® lo mismo con la identidad de L¨®pez Ragel al quedar diseminados los restos de ¨¦ste en un radio superior a los 50 metros y aparecer en el lugar un documento de identidad falsificado, a nombre de Luis Sanllorente Villanueva, lo que oblig¨® a enterrar a la segunda de las v¨ªctimas con este nombre ante la falta de pruebas racionales en contra, debido fundamentalmente al estado irreconocible de los restos humanos de esta segunda v¨ªctima.
Mientras el silencio oficial contin¨²a, nuevos datos se han venido a sumar al desconcierto de la opini¨®n p¨²blica: datos sobre la filiaci¨®n familiar de Fausto Pena, los incidentes protagonizados por algunos familiares en el funeral de Pena, que denunciaron a dos periodistas sevillanos que hab¨ªan acudido al templo en misi¨®n informativa, el desconocimiento de la organizaci¨®n pol¨ªtica a la que presuntamente pertenec¨ªan las v¨ªctimas y el posterior desmantelamiento de la misma, lo que no impidi¨® que los actos terroristas se repitieran.Una serie de inc¨®gnitas sin despejar que ha provocado el inter¨¦s de altas Instancias por el total esclarecimiento de los hechos. El corresponsal de EL PAIS mantuvo una larga conversaci¨®n con los padres de Jos¨¦ L¨®pez Ragel, en Jerez de la Frontera.
-Rechazo de plano que mi hijo fuera capaz de colocar bombas. Jos¨¦ era un hombre pac¨ªfico, amable. Puede usted preguntar al vecindario la opini¨®n que tiene de ¨¦l. O bien que investiguen en las empresas donde trabaj¨®, en Madrid o Barcelona. Yo no me creo esa historia de las bombas ni tampoco que mi hijo est¨¦ muerto.
Manuel L¨®pez trabaja en Jerez en una empresa de artes gr¨¢ficas. Sentado a la puerta de su peque?a casa, junto a la esposa, Rosario Ragel, y el hijo menor habido en el matrimonio, Luis, electricista de profesi¨®n y actualmente en paro. Una casa que no conoce la tranquilidad desde el fat¨ªdico 31 de julio. ?Mire, no queremos hablar con nadie. Cualquier ruido nos sobresalta, si se detiene un coche en la puerta, nos alarmamos. No vemos la televisi¨®n y hemos decidido no leer peri¨®dicos para que nuestra confusi¨®n no aumente.
-Su hijo Jos¨¦, ?viv¨ªa aqu¨ª con ustedes?
-No, ¨¦l siempre fue muy independiente, desde peque?o.
?Cu¨¢ndo se march¨® por ¨²ltima vez?
-Har¨¢ unos tres meses, un poco m¨¢s quiz¨¢.
-?Les indic¨® a d¨®nde marchaba. Escribi¨® alguna carta en este tiempo?
-No se?or. El nunca nos dec¨ªa a d¨®nde iba. Desaparec¨ªa durante unos meses, incluso un a?o, y un buen d¨ªa llegaba y se quedaba una temporada, por otra parte, no acostumbraba a escribirnos.
-?Ten¨ªa amigos en Jerez?
-No, ¨¦l no sal¨ªa. Se pasaba el d¨ªa leyendo o escuchando m¨²sica. Le gustaban los buenos libros, la buena literatura.
La casa del matrimonio L¨®pez Ragel se encuentra dentro de un peque?o patio comunal. Los vecinos est¨¢n respetando admirablemente la incertidumbre y el dolor de esta familia, nadie formula preguntas, ni en la calle, ni en la tertulia cotidiana del bar que frecuenta Manuel. La esposa, Rosario Ragel, est¨¢ delicada, deprimida, pero acaricia la esperanza de que su hijo se encuentre con vida en cualquier lugar del pa¨ªs. Cuando se refieren a ¨¦l a veces utilizan el pasado, y otras, el presente. No se guarda luto en la casa.
-Mire, no llevamos luto. Tendr¨¢n que demostrarnos que nuestro hijo est¨¢ muerto.
-?Les ha visitado la polic¨ªa?
-S¨ª, llegaron aquel mismo d¨ªa y registraron la casa. Fue un registro muy breve y nos trataron muy bien. Despu¨¦s nos pidieron a mis hijos y a m¨ª que les acompa?¨¢ramos a la comisar¨ªa para hacernos unas preguntas. All¨ª nos ense?aron la mitad de un carn¨¦ de identidad con una foto de un hombre que se parec¨ªa a mi hijo, pero que no era. El se?or de la foto ten¨ªa m¨¢s pelo que mi hijo, que tiene unas grandes entradas, adem¨¢s, es m¨¢s moreno, parece argelino, mientras Jos¨¦ tiene una piel muy blanca. Desde luego, se parece a ¨¦l, pero no es. Estamos seguros totalmente.
Confusa identidad
El carn¨¦ mostrado por la polic¨ªa a la familia L¨®pez Ragel es el encontrado en los jardines donde se produjo la explosi¨®n y que, est¨¢ expedido a nombre de Luis Sanllorente.-Entonces...
-Mire usted, se?or. Todo esto est¨¢ muy oscuro. Si el muerto fue mi hijo, ?por qu¨¦ le enterraron con otro nombre? Lo ¨²nico que pido es que nos confirmen la muerte de Jos¨¦. Es lo menos que la justicia puede hacer por nosotros. Deben de tener en cuenta que lo peor es esta incertidumbre que no nos deja vivir.
-?Hablaba de pol¨ªtica su hijo en casa?
-Nunca. Jam¨¢s o¨ª hablar de pol¨ªtica. Hemos le¨ªdo que mi hijo pertenec¨ªa a un partido pol¨ªtico; si es as¨ª, ?por qu¨¦ cualquier persona de ese partido no nos ha confirmado la muerte de nuestro hijo?
-Hace unos d¨ªas, detuvieron en Jerez a los muchachos que repart¨ªan propaganda ilegal en la que se mencionaba el nombre de su hijo y el de Fausto Pena. Seg¨²n la informaci¨®n que se facilit¨®, estos muchachos pertenec¨ªan al mismo grupo pol¨ªtico, y en la propaganda que llevabanse calificaba de h¨¦roe del pueblo, tanto a su hijo como a Fausto Pena. ?Conoc¨ªa este suceso?
-Claro que lo conoc¨ªa. Pero le puedo decir que ninguna persona de Jerez ha visto ni un solo papel de ¨¦sos. Nadie sabe nada. Yo me pregunto una cosa, mire usted, ?es l¨®gico que un muchacho que reparte propaganda ilegal vaya armado? Nadie sabe quien dispar¨®, todo es muy confuso. Yo creo que cada vez est¨¢ m¨¢s confuso, pero alguien tiene que aclarar todo este asunto, ?no cree?
-Sin embargo, si su hijo viviera, podr¨ªa haber intentado hac¨¦rselo saber por cualquier procedimiento, ?no le parece l¨®gico?
-Si, pero no sabemos nada. Si est¨¢ vivo, es posible que est¨¦ asustado en cualquier parte.
Manuel L¨®pez estuvo en el frente de la guerra civil treinta y dos meses en el Cuerpo de Infanter¨ªa en la zona nacional. Padre de cuatro hijos, de los cuales, el mayor es Jos¨¦ L¨®pez Ragel, presunta v¨ªctima de la explosi¨®n, del d¨ªa 31.
-Cuando la polic¨ªa lleg¨® a registrar la casa y a comunicarnos lo sucedido, lo primero que ped¨ª fue identificar los restos humanos. Un polic¨ªa me dijo que ¨¦stos se encontraban en un estado irreconocible y que no iba a poder soportarlo. Sin embargo, yo insist¨ª, creo que en caso de que hubiera sido mi hijo, hublese podido captar un detalle de su cuerpo. ?No han escrito ustedes en los peri¨®dicos que los muertos llevaban un malet¨ªn? A m¨ª nadie me ha ense?ado ese malet¨ªn ni lo que conten¨ªa. Nada. ?C¨®mo quieren que me convenza de que mi hijo est¨¢ muerto?
- Adem¨¢s, mire usted -tercia Rosario Ragel-, en alg¨²n lugar ten¨ªa que vivir mi hijo, ?no cree?, ?d¨®nde est¨¢n sus ropas, sus efectos personales?, ?es que nadie sabe nada?
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