Los movimientos de trabajadores organizan la resistencia contra Pinochet
Dentro del esfuerzo general para crear su propia institucionalidad, la Junta Militar se propone regular en 1976 las relaciones laborales de forma estable. Desde finales del pasado a?o someti¨® a discusi¨®n entre ?expertos laborales y dirigentes sindicales? un proyecto de C¨®digo de Trabajo que ser¨ªa definitivamente aprobado a mediados de este a?o. Tal proyecto levant¨® una oleada de cr¨ªticas (se presentaron a las autoridades m¨¢s de 800 enmiendas sustanciales) incluso entre los ?sindicalistas? m¨¢s pr¨®ximos a la Junta, siendo rechazado p¨²blicamente por la Iglesia Cat¨®lica y la Democracia Cristiana, quienes lo consideran esencialmente corporativista.La decisi¨®n de promulgar el C¨®digo por encima de todas esas cr¨ªticas guarda relaci¨®n con el prop¨®sito que la JM tiene de consolidarse ahogando cualquier tipo de oposici¨®n. As¨ª, en los meses pasados una importante cantidad de sindicatos locales que a¨²n conservaban personalidad jur¨ªdica han sido disueltos por ¨®rdenes directas del Gobierno; entre ellos se encuentran sindicatos mineros, fabriles y profesionales (Sindicato Profesional de Manufacturas Sumar, Sindicato de Due?os de Carnicer¨ªa de Antofagasta. etc.).
La burocracia sindical de la Junta
En general, la situaci¨®n sindical de los trabajadores chilenos es bastante compleja. Como es sabido, desde el mismo 11 de septiembre de 1973 la Junta puso fuera de la ley la Central Unica de Trabajadores (CUT). persiguiendo tambi¨¦n a los dirigentes de los sindicatos de rama y locales que eran considerados m¨¢s peligrosos. La direcci¨®n de estos sindicatos de rama fue a continuaci¨®n ocupada, bien por dirigentes democristianos o bien por aquellos hombres que colocara directamente la JM. Estos ?dirigentes? y los correspondientes a los gremios de peque?os propietarios han dado forma a una especie de burocracia sindical, ¨²nica intermediaria entre el Gobierrit de Pinochet y el mundo del trabajo. Sin embargo. es importante seguir la evoluci¨®n reciente de esta ?burocracia?: si en los meses que siguieron al golpe ofrecieron su total apoyo a la Junta (realizando incluso viajes al exterior en ese sentido), desde finales de 1974 comenzaron a enfriarse en tal apoyo, pasando m¨¢s bien a una ?colaboraci¨®n a distancia?, para, ¨²ltimamente -una vez sentidos los efectos del tratamiento econ¨®mico de shock- iniciar, junto a los sectores empresariales afectados, una serie de cr¨ªticas abiertas y p¨²blicas a la pol¨ªtica econ¨®mica de la Junta.
Respecto a la actividad sindical, existir¨ªan entre los trabajadores chilenos hasta mediados del pasado a?o dos actitudes contradictorias, seg¨²n los an¨¢lisis de la izquierda chilena que act¨²a dentro del pa¨ªs. Una de ellas, bastante considerable, afirmada en los sectores de trabajadores seriamente politizados durante el per¨ªodo de gobierno de la Unidad Popular, tender¨ªa a la recuperaci¨®n de la actividad sindical y pol¨ªtica; la otra actitud, de sentido contrario, se manifestar¨ªa entre los amplios sectores de trabajadores dr¨¢sticamente afectados por las condiciones miserables de vida y por el miedo a la represi¨®n, quienes presentar¨ªan indiferencia e incluso rechazo a la
actividad sindical organizada. Siguiendo dichos an¨¢lisis, la actitud cr¨ªtica de la ?burocracia intermediaria? frente al tratamiento econ¨®mico de shock vendr¨ªa a favorecer la reactivaci¨®n reivindicativa general y abrir¨ªa en tal terreno mayores posibilidades de actuaci¨®n a los partidos de izquierda.
Situaci¨®n policial
Ahora bien, la situaci¨®n en que se encuentran tales partidos no es extraordinariamente buena. Paralelamente a la puesta en marcha del tratamiento econ¨®mico de shock, la polic¨ªa pol¨ªtica directamente a las ¨®rdenes de Pinochet, la DINA, ha sido dotada de los mejores medios para incrementar su acci¨®n. Durante el segundo semestre del pasado a?o, las agresiones a las estructuras partidarias de la izquierda se han multiplicado, y una serie de ¨¦stas, la llamada Coordinadora de Regionales (ala izquierda del PS), el MA/ U y la Izquierda Cristiana, han sido severamente desarticuladas. Sin embargo, el Partido Comunista ha sido el que ha recibido, entre junio del 75 y junio del 76, una atenci¨®n especial de parte de la DINA (la que habr¨ªa seguido un determinado plan de represi¨®n, tratando de destruir primero al MIR, despu¨¦s al PS y m¨¢s tarde al PC, entre otras razones porque a su juicio, empezar por la ultra siempre provocar¨ªa menos solidaridad en el conjunto de la izquierda). As¨ª, a mediados del pasado a?o, varios regionales importantes del PC fueron desarticulados, obligando a uno de sus dirigentes principales Jorge Insunza, a buscar refugio temporal en la embajada de Austria. A principios de este a?o, el PC pas¨® a su reorganizaci¨®n, logrando Insunza regresar nuevamente a la actividad clandestina. Recientemente, pocas semanas antes de la reuni¨®n de la OEA, la DINA ha logrado descargar un duro golpe sobre el PC: la nayor¨ªa de su n¨²cleo dirigente (doce miembros) han sido detenidos, muerto uno de ellos. V¨ªctor D¨ªaz, vi¨¦ndose obligado Jorge Insunza a pedir asilo en la embajada de Costa Rica.
El MIR ha seguido una evoluci¨®n particular., dado que hasta mediados del a?o pasado ha sido la organizaci¨®n m¨¢s perseguida. Despu¨¦s de la ca¨ªda de su secretario general, Miguel Enr¨ªquez, en octubre de 1974, la Junta se lanz¨® a la ofensiva final que supuestamente destruir¨ªa totalmente tal organizaci¨®n. Consigui¨® dar una serie de golpes consecutivos que afectaron cuadros medios. regionales y parte de la Comisi¨®n Pol¨ªtica. El MIR pas¨® al repliegue total y a la descentralizaci¨®n, y desde marzo de 1975, a la reorganizaci¨®n. No obstante, en octubre del pasado a?o sufri¨® un nuevo golpe -descubrimiento del alojamiento del nuevo secretario general, Andr¨¦s Pascal Allende, quien se vio obligado a abandonar Chile a trav¨¦s de la embajada de Costa Rica-, que, seg¨²n el propio MIR, no por ser un golpe aislado es menos importante.
La eficacia de la represi¨®n ha atimentado con el progresivo oscurecimiento de la situaci¨®n pol¨ªtica en todo el cono sur de Am¨¦rica Latina, y especialmente con el estrechamiento de las relaciones entre la polic¨ªa chilena y la argentina. En tal sentido, los refugiados chilenos en Argentina han comenzado a sufrir toda suerte de atentados, entre los que destacan los secuestros en masa operados recientemente. Quiz¨¢s sea el caso de Edgardo Enr¨ªquez, hermano del antiguo secretario general del MIR, el que mejor refleje esta situaci¨®n. Detenido el 10 de abril en la ciudad de Buenos Aires, fue interrogado por la polic¨ªa argentina hasta el 25 de ese mismo mes, fecha en la que desapareci¨®, sin que el Gobierno argentino haya reconocido p¨²blicamente su detenci¨®n (aunque el ministro de Relaciones Exteriores habr¨ªa admitido el hecho ante un funcionario de la ONU, a quien habr¨ªa dado garant¨ªas de que Edgardo Enr¨ªquez no ser¨ªa entregado a la polic¨ªa chilena). Posteriomente, el MIR ha denunciado que Enr¨ªquez ha sido entregado a la DINA el 27 de abril y trasladado a uno de sus centros de tortura en Chile, localizado en Monte Maravilla, a cien kil¨®metros de Santiago, en donde se encontrar¨ªa en peligro de perder la vida.
Actividad de la oposici¨®n
A pesar de la intensificaci¨®n de la represi¨®n, seg¨²n la propia prensa chilena, los partidos han continuado desarrollando su actividad. Han aumentado las publicaciones partidarias y la extensi¨®n de la propaganda. Seg¨²n El Mercurio, peri¨®dico conservador hoy defensor de la Junta, ?la noche anterior al s¨¢bado primero de mayo aparecieron volantes con ofensas contra el Gobierno? en amplias zonas de Santiago y casi todas las poblaciones pobres, admitiendo tambi¨¦n que ?por lo menos una vez por semana las canchas de f¨²tbol y las multicanchas de las poblaciones de San Miguel aparecen regadas de peque?os papeles mimeografiados que el viento (sic) se encarga de dispersar por las calles adyacentes?. Recientemente, uno de los principales ?dirigentes? sindicales de las minas de cobre afirmaba en una conferencia de prensa: ?Sabemos que los marxistas est¨¢n ah¨ª, porque los sentimos moverse activamente entre las bases...?
Las posiciones del MIR y del PC
Respecto a c¨®mo desarrollar la resistencia existen diferentes posiciones entre los partidos de izquierda. La discusi¨®n, que est¨¢ siendo protagonizada por el MIR y el PC fundamentalmente, gira en torno a las formas de lucha y a las relaciones con la DC. Seg¨²n el MIR, ?la lucha por el restablecimiento de las libertades democr¨¢ticas y la defensa del nivel de vida de las masas? debe incorporar acciones armadas de progresiva amplitud, aunque recalca que ¨¦stas s¨®lo podr¨¢n llevarse a cabo cuando as¨ª lo decidan los trabajadores que recuperan su actividad sindical y pol¨ªtica. Por otra parte, el MIR se niega a la alianza con la actual direcci¨®n democristiana -Aylwin y Frei-, se?alando su colaboraci¨®n con Pinochet en el derrocamiento de Salvador Allende. El Partido Comunista, por el contrario, rechaza las acciones armadas y est¨¢ dispuesto a llegar a un acuerjo con la DC como partido.
Esta ¨²ltima cuesti¨®n dividi¨® el pasado a?o el Comit¨¦ Unitario que integraba, adem¨¢s del MIR y todos los partidos de la Unidad Popular, los sectores de izquierda de la Democracia Cristiana (encabezados por Leighton y Fuentealba, ambos expulsados de su pa¨ªs). Se produjo una reacci¨®n en cadena: en sus intentos por establecer una alianza los sectores menos pinochetistas del Ej¨¦rcito, la DC encontraba que ¨¦stos le exig¨ªan como condici¨®n ?sine qua non? la ruptura de todo contacto con los comunistas; ello llevaba a la actual direcci¨®n democristiana -apoyada intensamente por la DC alemana- a tratar de dividir la UP, extrayendo de ellas los sectores socialdem¨®cratas, lo cual ?empujaba? al PC a buscar la reconstrucci¨®n de la Unidad Popular como ¨²nico frente de izquierdas, loq que concretamente significaba la exclusi¨®n y el aislamiento del MIR.
Sin embargo, en el interior de Chile la actividad cotidiana parece limar estas diferencias. En primer lugar, porque la prosaica realidad ha obligado al MIR a emplear sus mejores recursos en la actividad sindical y poblacional, no habiendo desarrollado en la pr¨¢ctica ninguna acci¨®n guerrillera cl¨¢sica (las que se le han atribuido, como la del asalto al Banco antes de la muerte de Miguel Enr¨ªquez, han sido desmentidas por el MIR y el resto de la izquierda, incluido el PC). En segundo lugar, porque -dada la imposibilidad de lograr un acuerdo con la direcci¨®n DC- el PC en el interior no encuentra operatividad en tal esperanza y tiene que actuar con quienes est¨¢n dispuestos a hacerlo en contra de la Junta. Por esta raz¨®n, a comienzos de junio parece haberse logrado un nuevo acuerdo unitario entre toda la izquierda y los sectores democristianos m¨¢s radicales. Un primer fruto de este acuerdo ha sido el documento enviado por los presos pol¨ªticos a los delegados de la OEA reunidos en Santiago, firmado por todos los partidos de la izquierda. Merecen destacarse de este documento la amplia documentaci¨®n sobre los distintos lugares utilizados por la DINA como casas de torturas (las principales, situadas en la calle Londres, 38; en Jos¨¦ Domingo Cauas; la ?villa Grimaldi?, en Jos¨¦ Arrieta; ?Cuatro Alamos?, en la avenida Departamental, y la situada en el Monte Maravillas pr¨®ximo a la capital). Sobre la existencia de un centro de experimentaci¨®n de la tortura f¨ªsica y psicol¨®gica, (situado en el camino a las termas del Castillo, cerca de la localidad del Parral, a 400 kil¨®metros al sur de Santiago, en una vieja colonia alemana Dignidad), la denuncia del creciente empleo de camiones cerrados para sacar a los presos m¨¢s deteriorados cuando los organismos internacionales inspeccionan los centros de detenci¨®n, as¨ª como la utilizaci¨®n de viejos y nuevos m¨¦todos de tortura (desde la picana el¨¦ctrica hasta el uso de perros amaestrados en la violaci¨®n y la destruci¨®n de ¨®rganos genitales). Evidentemente, tal documento levant¨® en la prensa chilena aut¨¦nticas expresiones de c¨®lera.
Sobre las perspectivas de la situaci¨®n, muchos observadores en Santiago coinciden en que la actual polarizaci¨®n entre el intento de Pinochet de consolidarse en el poder y el rechazo creciente que ello -o sus efectos- causa en amplios sectores de la poblaci¨®n tender¨¢ a agudizarse en lo que resta del presente a?o. ?Conseguir¨¢ el dictador convertir su victoria del 11 de septiembre en un sistema jur¨ªdico-pol¨ªtico de excepci¨®n a pesar sus actuales dificultades econ¨®micas y pol¨ªticas? Esa es la ensombrecedora pregunta que hoy pesa sobre el pueblo chileno, incluso sobre aquellos sectores que en su d¨ªa favorecieron la llegada de aquel luctuoso 11 de septiembre.
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