El inagotable tema
?Lo est¨¢ usted haciendo muy bien. Es un buen ejemplo?, dijo a Bertolt Brecht, hace treinta a?os, el presidente del famos¨ªsimo ?Comit¨¦ de actividades antiamericanas?, que le interrogaba. Era el mismo a?o en que Galileo Galilei se estrenaba en los Estados Unidos. Meses despu¨¦s estaba Brecht en Berl¨ªn oriental.As¨ª pues, hay un buen reflejo autobiogr¨¢fico en este texto admirable. Brecht actu¨® como Galileo. Primero, frente al comit¨¦ norteamericano. Despu¨¦s, ante el Gobierno de su pa¨ªs natal. Los problemas de Galileo fueron, en cierta medida, los de Brecht y, de alguna manera, los de su obra. La palabra espa?ola ser¨ªa posibilismo. Brecht suscita el problema de la negociaci¨®n t¨¢cita, el disimulo, la ?adaptabilidad?, a fin de continuar la tarea emprendida. Sabe, a la vez, que este comportamiento carece de grandeza. Al explicitar a trav¨¦s de Galileo su propio problema moral, Brecht parece defender el supremo valor de la ciencia por encima, naturalmente, de la propia dignidad. El texto es complejo porque Brecht no nos dice que esta decisi¨®n sea digna de respeto.
Autor: Bertolt Brecht
Versi¨®n espa?ola: Emilio Romero. Director Jos¨¦ Osuna. Decorador: Enrique Alarc¨®n. Vestuario: Javier Arti?ano. M¨²sica: Hans Eisler. Int¨¦rpretes: Luisa Sala, Esperanza Alonso, Ignacio L¨®pez Tarso, Angel Ramos, Miguel Ayones, Manuel Calvo, Ignacio de Paul y Enrique Viv¨®, entre otros. Teatro Barcel¨®.
Pero esa ?debilidad? es la que confiere intemporalidad al tema mayor: las dificultades religiosas, filos¨®ficas o pol¨ªticas que el hombre de ciencia encuentra cuando intenta mover a las gentes bien establecidas. Era el problema de Galileo, confirmando el sistema astron¨®mico copernicano. (Y suscitando, curiosamente, en la cuarta escena, el tema de si se puede o no ?ense?ar? en una lengua vern¨¢cula). Era el problema de todos cuantos han suspirado y suspiran por una ?edad de raz¨®n?. El problema de Oppenheimer. El problema de quienes han luchado -por traer Galileo Galilei a un escenario espa?ol. Ni a Dios le suced¨ªa nada porque se moviese la Tierra ni a nosotros tampoco por o¨ªr a Bertolt Brecht.
La versi¨®n de Emilio Romero es bella, ce?ida, seria y fiel. El espacio esc¨¦nico es pobre e inteligente. La direcci¨®n es fr¨ªa y habil¨ªsima. La interpretaci¨®n es l¨²cida y did¨¢ctica. L¨®pez Tarso es un actor de gran cerebralidad y formidables recursos. Todo queda, sin embargo, tibio, lejano y menor. La explicaci¨®n es sencilla. Se trata del montaje ?econ¨®mico? de un espect¨¢culo ?caro?. Nadie tiene la culpa Brecht, por supuesto, no. Osuna tampoco. Demasiado ha hecho. La prueba de que sus fuerzas no eran muchas es que las ha administrado escrupulosamente y hay much¨ªsima distancia de calidad entre los ahogos esc¨¦nicos de la primera parte y el ?tir¨®n? que se inicia a partir de los primeros grandes temores del protagonista.
Aun con limitaciones y errores este es uno de los textos mayores de Brecht y debe ser visto. La estructura o presentaci¨®n ?¨¦pica?, que aqu¨ª no sale muy bien parada, es s¨®lo una regi¨®n del pensamiento teatral de Brecht a quien, en el fondo, lo que importaba m¨¢s era obtener una nueva relaci¨®n entre el espectador y la historia. Esa relaci¨®n, no hipn¨®tica, la ha salvado Osuna. El car¨¢cter de Galileo est¨¢ perfectamente ?demostrado?. Con eso debe bastarnos para reflexionar sobre una peripecia hist¨®rica que nos concierne m¨¢s all¨¢ de los t¨¦rminos de un problema cient¨ªfico. Y m¨¢s all¨¢, tambi¨¦n, de una denuncia concreta. El tema de la libertad es inagotable. Y ese es el tema ce?ido de Galileo Galilei y de casi todos los cient¨ªficos, artistas o intelectuales que en el mundo han sido y en el mundo est¨¢n.
Babelia
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