Una orquesta vienesa en Madrid
La Orquesta Sinf¨®nica de Viena es un conjunto musical de extraordinaria categor¨ªa. Su calidad ha quedado patente en los dos conciertos de Madrid. En el segundo de ellos, que voy a comentar, la Orquesta Sinf¨®nica de Viena ha jugado en su terreno: la m¨²sica vienesa. La tradici¨®n musical -sin¨®nimo aqu¨ª de una continuada experiencia y sabidur¨ªa, transmitidas de generaci¨®n en generaci¨®n- ha sido patrimonio de la capital austriaca.El concierto se abri¨® con lo mejor de la tarde: las Seis piezas para orquesta Op. 6, de Anton von Webern, que datan del a?o 1909, y de las que el compositor hizo una revisi¨®n en 1928. Maravillosa m¨²sica, de asombrosa concisi¨®n y pureza, como fue norma del maestro vien¨¦s disc¨ªpulo de Sch?nberg. Piezas que, en su breve discurrir temporal, encierran un microcosmos de honda contenida expresividad. He aqu¨ª una m¨²sica de gran oficio, de sabia t¨¦cnica, de admirable articulaci¨®n sonora, pero tambi¨¦n humana, muy humana, por encima de su inventiva t¨ªmbrica, asombrosa para su tiempo.
Orquesta Sinf¨®nica de Viena
Director: Carlo Mar¨ªa Giulini. Solista de piano: Rudolf Buchbinder. Anton von Webern: seis piezas para orquesta Op. 6. Ludwig van Beethoven: Concierto n.? 4 en sol mayor. Op. 58. Franz Schubert: Sinfon¨ªa n.? 9 en do mayor. Teatro Real de Madrid
El p¨²blico madrile?o, quiz¨¢ cansado de tanta m¨²sica grandilocuente, ha sabido gustar de la espl¨¦ndida versi¨®n, exquisita y bien contrastada, que ha ofrecido Giulini, y ha aplaudido con unas ganas desusadas en este tipo de obras.
El Concierto en sol mayor de Beethoven es una obra maestra en el g¨¦nero. Su audici¨®n siempre es bien acogida por los aficionados. La lectura de Giulini y de la Orquesta Sinf¨®nica de Viena fue lo menos brillante de la velada. Solista y orquesta anduvieron a ratos caminos diferentes. Los desajustes se apreciaron, por supuesto, dentro de un nivel muy digno. El solista, Rudolf Buchbinder goza de buena reputaci¨®n europea por los a?os que figur¨® como pianista del Wiener Tr¨ªo. Buchbinder, artista experimentado a pesar de su juventud, dej¨® constancia de la calidad de su sonido, muy bello, pero estuvo desigual, sin ese equilibrio apasionado que pide un Beethoven en v¨ªsperas de la Quinta Sinfon¨ªa. Buchbinder hizo este 4.? Concierto muy a la escuela vienesa, m¨¢s Mozart que Beethoven. Parad¨®jicamente abus¨® del rubato y en algunos pasajes, como la cadencia del primer movimiento, se dispar¨® precipitadamente. No significa esto que no hiciera gala de buena musicalidad y lanzase con frecuencia destellos de su excelente clase.
La Orquesta Sinf¨®nica de Viena se rehizo tras la segunda guerra mundial con Herbert von Karajan al frente. Despu¨¦s, Wolfgang Sawallish la dirigi¨® durante una d¨¦cada. Si el primero hizo de ella un importante conjunto sinf¨®nico, bajo la direcci¨®n de Sawallisch tuvo que hacer muchas veces las sinfon¨ªas de Franz Schuber. Que la Novena Sinfon¨ªa estaba trabajada a conciencia se not¨® nada m¨¢s arrancar el andante inicial.
Hermosa sinfon¨ªa, de colosales dimensiones, de celestial longitud, como una gran novela en cuatro vol¨²menes de Jean Paul, al decir de Schumann. En ella tenemos la medida de la noble ambici¨®n de Schubert y de la cantidad incalculable de fantas¨ªa y cordialidad que derroch¨® a manos llenas. Giulini supo extraer la m¨¢xima belleza a todo ese mundo premahleriano en camino hacia la disoluci¨®n de las formas cl¨¢sicas.
Tengo noticia de que el maestro italiano dirigi¨® de acuerdo al manuscrito original. Su mando fue absoluto y la orquesta expres¨® a las mil maravillas toda la novedad arm¨®nica que encierra la sinfon¨ªa.
?C¨®mo son¨® el bell¨ªsimo tema confiado a los cellos tras el ambiente tenso al final! ?Y con qu¨¦ acertada inmediatez inici¨® Giulini el allegro vivace final para no perder el clima creado por el imponente scherzo, realmente bruckneriano!
El p¨²blico qued¨® entusiasmado y sus ovaciones resultaron premiadas con el vals de Strauss El bello Danubio azul, siempre emotivo en manos vienesas.
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