Una permanente reflexi¨®n sobre el arte
Testigo de los principales conflictos de una ¨¦poca caracterizada a su vez por unas tensiones hist¨®ricas extraordinarias, Malraux es el prototipo del intelectual contempor¨¢neo volcado a la acci¨®n. Por esta voluntad de involucrarse, sin mediaci¨®n alguna, en los acontecimientos, Malraux se hace aventurero y pol¨ªtico, buscando siempre, en un caso, la afirmaci¨®n del hombre ante la acci¨®n individual, en el otro, la afirmaci¨®n colectiva de la humanidad mediante la acci¨®n social revolucionaria, pero en ambos casos se pone en evidencia que s¨®lo por la capacidad de ?intervenir? en el destino por el desaf¨ªo a las leyes que impone la realidad, consigue el hombre su realizaci¨®n m¨¢s alta, porque s¨®lo ton ella y en ella obtiene su raz¨®n de ser. Una vez m¨¢s vemos repetirse el viejo arquetipo occidental del hombre f¨¢ustico, y una vez m¨¢s presenciamos la tragedia de una insatisfacci¨®n. Malraux llega al arte por obra y desencanto de la acci¨®n o, si se quiere con la consciencia de que quiz¨¢ en el arte se halle la acci¨®n absoluta que todo hombre debe afrontar: sustraerse a la muerte.En este sentido, resulta m¨¢s que significativo el que las primeras obras dedicadas por Malraux al tema de la reflexi¨®n sobre el arte, se produzcan en el per¨ªodo en el que sus empresas individuales y colectivas le han llevado a un l¨ªmite de desencanto: aventuras arqueol¨®gicas en el Lejano Oriente, intervenci¨®n militar en la guerra espa?ola, militancia pol¨ªtica revolucionaria..., biogr¨¢ficamente la acci¨®n se complica y se ampl¨ªa hasta llevarle, como a muchos otros intelectuales de su generaci¨®n, a la adhesi¨®n incondicional al marxismo, filosof¨ªa en la que la actividad y la transforci¨®n lleva a Malraux a enfrentarse con la acci¨®n absoluta, aquella acci¨®n verdaderamente universal, fuera del, tiempo, aquella acci¨®n que redime al hombre de la muerte.
?El mayor misterio no es que hayamos sido arrojados azarosamente sobre esta tierra
.. sino que, en esta prisi¨®n podamos extraer de nosotros mismos im¨¢genes tan poderosas que nos permitan negar nuestra nada.?(Andr¨¦ Malraux)
Pero entender este inter¨¦s de Malraux por el arte, como una mera ?evasi¨®n? es casi un error tan grave corno querer precisar con sabidur¨ªa de erudito los fallos de interpretaci¨®n que muchas veces comete con la historia del arte: el espacio que requiere la creaci¨®n es para Malraux el espacio de la mayor rebeld¨ªa, aquel lugar en el que todas las leyes de la realidad se contravienen, en el que las leyes de la existencia pierden, por una vez, su firmeza. Por ello Blanchot puede decir: ?De ah¨ª que la sangre, la angustia, la muerte, sean en Goya el trabajo del arte. De ah¨ª tambi¨¦n que el ni?o, que ignora casi el mundo y el loco, que casi lo ha perdido, sean "naturalmente" artistas.?
Desde que Malraux publicara sus primeras meditaciones est¨¦ticas, Las voces del silencio (1952), ha seguido paciente, incansablemente, una labor de reflexi¨®n sobre el arte, que se jalona en una serie, de ciclos que se han ido titulando de la siguiente manera: El museo imaginario, (1955), y finalmente La metamorfosis de los dioses (1957), obras a las que hay que a?adir El universo de las formas, y sobre todo el importante ensayo Saturno, dedicado al comentario de Goya. Quiz¨¢ para resumir la raz¨®n de ser de un proyecto tan amplio haya que acudir a aquellas palabras que el propio Malraux escribiera como pr¨®logo a sus Voces del silencio y que significativamente volviera ¨¦l mismo a citar en aquel otro pr¨®logo de Lo irreal, uno de los ¨²ltimos vol¨²menes de La metamorfosis de los dioses, publicado en la cercana fecha de 1974: ? He intentado hacer inteligible el mundo, victorioso por primera vez del tiempo, el mundo de las im¨¢genes que la creaci¨®n humana ha opuesto al tiempo. Y el poder, quiz¨¢ tan antiguo como la invenci¨®n del fuego o la de la tumba, al cual debe la existencia. Este libro no tiene por objeto ni una historia del arte, ni una est¨¦tica; sino, sobre todo, la significaci¨®n que se presenta como una eterna respuesta a la interrogaci¨®n que plantea al hombre su parte de eternidad.?
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