Invitaci¨®n a la violencia
Sobre un fondo de violencia, prostituci¨®n, droga y cr¨ªmenes m¨¢s o menos encubiertos. Paul Edwards ha escrito la aventura de una menor americana que, cansada de la vida de provincias, decide como tantas otras, conquistar la ciudad, en este caso Los Angeles.Es una chica como tantas del mundo actual, de una raza especial, trashumante, con los pies a medias en la realidad y a medias en el atractivo especial que desde siempre ejercieron sobre cualquier edad las grandes ciudades en todas las ¨¦pocas. Si el azar pesa sobre sus primeros pasos, el dinero, el af¨¢n de medrar, una vida de lujo a su alcance le har¨¢n pactar m¨¢s adelante, es decir, convertirse en profesional del amor m¨¢s o menos aceptado y ejercido.El hecho de que su ¨²ltimo cliente resulte un s¨¢dico, tambi¨¦n viene a resultar un accidente imprevisto, pues se supone que con algo m¨¢s de fortuna o un poco de inteligencia, su suerte habr¨ªa sido muy distinta y bien hubiera podido llegar a llenar una de esas portadas que su protectora y celestina le ense?a para demostrarle que las mejores modelos de la m¨¢s alta moda comenzaron a su vez vendiendo sus encantos en lechos m¨¢s modestos.
La oculta cara del crimen
Argumento: Ivan Nagy. Gui¨®n: Paul Edwards. Int¨¦rpretes principales: Jim Mitchum, Karen Lamm, Ann Archer, Erik Estrada. Direcci¨®n: Richard T Heffron. Dram¨¢tica. Color. EE.UU. 1975. Locales de estreno: Luchana, Richmond, Torre de Madrid.
La vieja moral seg¨²n la cual nadie da nada por nada y mejor es cobrar el amor que intercambiarlo tiene en las palabras y en la actitud de esta pareja una clara apolog¨ªa que ni siquiera la muerte de ambas es capaz de borrar en los espectadores.Bien es verdad que antes se explica minuciosamente c¨®mo la violencia activa o en potencia se?orea la vida americana c¨®mo la polic¨ªa unas veces por carencia de medios y otras por propio ego¨ªsmo apenas interviene, salvo en casos demasiado evidentes, para de ah¨ª justificar una actitud a¨²n m¨¢s radical, esta vez a cargo del hermano de la protagonista que la busca de barrio en barrio, sin saber que est¨¢ muerta. El hermano que en un principio s¨®lo intenta hallar a la muchacha, acaba por convertirse en ¨¢ngel exterminador capaz de tomarse la justicia por su mano,
El guionista reparte los bajos fondos de Los Angeles equitativamente, los m¨¢s s¨®rdidos para los mejicanos, los m¨¢s refinados para los blancos, entre los que nunca falta alg¨²n que otro negro o mestizo.
Quiere decirse que en lo que a la historia se refiere, es ¨¦ste un filme ambiguo, en el que al parecer se condena la violencia, pero, como en tantos de su estilo, de un modo tan poco eficaz que casi se incita a ella: se advierte contra la prostituci¨®n, pero se explica que en determinadas circunstancias no es tan duro aceptarla y se ensalza la ley del Tali¨®n en el desenlace, en una especie de desaf¨ªo simb¨®lico entre, el bien y el mal, que viene a ser el manido menosprecio de la corte y alabanza de la aldea, encarnados en esta ocasi¨®n por el hombre del campo, s¨®lo una vez m¨¢s frente a las fuerzas del mal en la secuencia final de la pel¨ªcula.
Bien narrada, la pel¨ªcula viene a mostrarnos una ciudad de Los Angeles in¨¦dita y real seguramente, de la que a veces los personajes se despegan por lo endeble de su traza, como en el caso de la asistente social o por las limitaciones de alg¨²n actor principal, como Jim Mitchum, joven robot inexpresivo que si en los puros ejercicios f¨ªsicos evidencia una brillante puesta a punto, desde el punto de vista dram¨¢tico parece seguir el limitado y conocido camino de la estrella a quien debe su apellido.
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