La venta de pornograf¨ªa disminuye en Occidente
El primer problema con el que todos los autores de todos los pa¨ªses se encuentran al abordar este tema, es el de las definiciones. Responder a la pregunta de qu¨¦ es pornograf¨ªa no es sencillo. Quiz¨¢ porque conlleva una serie de implicaciones subjetivas, de reacciones ante lo pornogr¨¢fico que son realmente ajenas a la definici¨®n en s¨ª. Por otra parte el hecho de que el concepto de pornograf¨ªa tenga una base ampliamente cultural, le da al vocablo un valor temporal y una acci¨®n tambi¨¦n temporal (el lector espa?ol recordar¨¢ las primeras revistas francesas que llegaban a nuestro pa¨ªs poco despu¨¦s de la guerra mundial. Los bikinis eran ya considerados pornograf¨ªa de la Europa corrompida. Poco despu¨¦s Lui o Play Boy fueron el s¨ªmbolo de lo prohibido. ?Puede alg¨²n lector espa?ol, hoy, considerar como pornograf¨ªa una publicaci¨®n como Lui? Quiz¨¢ sea esta la clave). La cultura cambia y lo que antes estaba r¨ªgidamente prohibido se ha liberalizado. Por que la prohibici¨®n depende no s¨®lo del hecho a prohibir, sino tambi¨¦n del sujeto que prohibe y, sobre todo del contexto en que se prohibe. Las an¨¦cdotas de las censuras podr¨ªan ser interminables.
Quiz¨¢ la definici¨®n que m¨¢s nos interese, como lectores espa?oles sea la de nuestro Tribunal Supremo: toda descripci¨®n grafica o escrita que, directamente o por representaci¨®n esc¨¦nica, tiende a excitar la Lubricidad de las gentes.
Otras definiciones m¨¢s pr¨¢cticas llegan a decir que pornogr¨¢fico es todo aquello que corrompe al lector. En cualquier caso la pornograf¨ªa empieza a presentarse como un algo que necesita de un lector y que para llegar a definirse, precisa medir sus efectos en su destinatario. Porque, por ejemplo, para el editor de Pornography in colour, pornograf¨ªa es algo muy distinto que para un espa?olito de quince a?os.
Por eso llama doblemente la atenci¨®n el hecho de que nadie se haya ocupado en medir de alguna forma los efectos de la pornograf¨ªa. Maurice Yef¨¦e se ha tomado ese trabajo y ha medido los efectos entre la poblaci¨®n, primero a base de evaluaciones estrictamente cient¨ªficas y despu¨¦s a trav¨¦s de las conversaciones con los propios sujetos. Sometidos a distintos est¨ªmulos pornogr¨¢ficos reaccionaron de distinta forma. Y en este caso se entendi¨® por pornograf¨ªa todo aquello concebido con la finalidad de provocar una fuerte excitaci¨®n sexual.
Es cierto que si la pornograf¨ªa no podemos aislarla de su contexto cultural las cifras y los datos que se obtengan fuera de nuestras fronteras tienen para nosotros un ¨²nico valor aproximativo, nunca real. De todas formas y salvolas mediciones cient¨ªficas con falografias o esponjas vaginales muchos de los datos que aqu¨ª se aportan est¨¢n referidos a Espa?a. Para conocer la realidad aproximada, realizamos una en cuesta en los primeros d¨ªas del mes de enero de 1977. A t¨ªtulo indicativo, las respuestas obtenidas han sido las siguientes, partiendo de la base de que quer¨ªamos conocer los efectos que la poblaci¨®n cree que produce la pornograf¨ªa
La nota m¨¢s sobresaliente de esta miniencuesta es la reacci¨®n posterior a la respuesta. Es evidente que una mayor¨ªa afirma que la pornograf¨ªa produce excitaci¨®n sexual. Sin embargo, nadie o casi nadie ha reconocido esa excitaci¨®n en s¨ª mismo.
En Espa?a est¨¢ comenzando la ola que nos invade cuando los dem¨¢s pa¨ªses est¨¢n en marea baja. En esos otros pa¨ªses, normalizada la situaci¨®n —sin censuras— parece normal frecuentar la pornograf¨ªa. Seg¨²n un informe de la Comisi¨®n para la Obscenidad y la Pornograf¨ªa —creada por el presidente Johnson en 1968— el 84 % de hombres y el 69 % de mujeres de m¨¢s de veinti¨²n a?os hab¨ªan visto o le¨ªdo por lo menos una vez im¨¢genes o textos pornogr¨¢ficos. Entre ellos, el 30% de hombres y el 17 % de mujeres hab¨ªan conocido la porno antes de los quince a?os. Por distintas fuentes se sabe que en Estados Unidos entre el 20 y el 25 % de los adultos ve pornograf¨ªa de forma bastante regular. Despu¨¦s de los distintos estudios un hecho ha quedado constatado: la exhibici¨®n de est¨ªmulos sexuales porno conlleva un aumento de la actividad sexual. En todos los estudios realizados ese aumento se refleja en un per¨ªodo m¨¢ximo de 48 horas.
Los delitos sexuales
Pese a lo que la poblaci¨®n piensa en relaci¨®n a que la porno ?hace obsesos sexuales? y que de alguna manera produce delincuentes sexuales, las cifras demuestran lo contrario. No hay un per¨ªodo amplio estudiado porque en todos los pa¨ªses ha habido un cambio acelerado de conducta respecto a la Iiberaci¨®n del sexo. En Estados Unidos entre 1960 y 1969, estudiando la relaci¨®n entre disponibilidad de material pornogr¨¢fico y aumento de tasa de delincuencia entre adolescentes, se encontr¨® una disminuci¨®n de delitos sexuales del 4 % mientras que otro tipo de delitos se hab¨ªan, por lo menos, duplicado. En Dinamarca, tras la liberaci¨®n de la porno, disminuyeron tambi¨¦n los delitos de tipo sexual.
En cuanto a la relaci¨®n pornograf¨ªa-agresi¨®n-violencia nada pudo establecerse de forma categ¨®rica. En un estricto an¨¢lisis objetivo, la pornograf¨ªa no tiende a la violencia. Hablar de esc¨¢ndalo en un mundo en el que la violencia es norma resulta, cuando menos, parad¨®jico. La mayor parte de las opiniones tienden a mostrar que lo pornogr¨¢fico es, al fin y al cabo natural.
Donde los datos objetivos han sido m¨¢s tajantes es en el r¨¢pido decrecimiento del inter¨¦s por la porno, una vez que es habitualmente asequible.
A un grupo de estudiantes les fue facilitado todo tipo de material pornogr¨¢fico: fotograf¨ªas, novelas, revistas, pel¨ªculas... Se contabiliza, por d¨ªas, la cantidad de tiempo que dedicaban a la observaci¨®n de todo aquel material. Los primeros d¨ªas dedicaron una parte importante de su tiempo a esta observaci¨®n. Pero, por horas, iba vi¨¦ndose su desinter¨¦s. Cuando tras diez d¨ªas, y con uno de intervalo, les fue ofrecido nuevo material, el desinter¨¦s persist¨ªa. Inequ¨ªvocamente, la pornograf¨ªa produce una saturaci¨®n real.
La historia del ministro dan¨¦s
Dinamarca tiene fama de ser el pa¨ªs m¨¢s liberal en cuanto a pornograf¨ªa se refiere. Esta liberalizaci¨®n de la porno se produjo un buen d¨ªa desde el p¨²lpito de la iglesia del barrio de Vesterbroo, en Copenhague. El cura invit¨® al ministro de Justicia, por entonces Knud Thestrup. A la ceremonia, asist¨ªan m¨¢s de trescientas personas, y por lo menos veintitr¨¦s quisoqueros especializados en revistas. El ministro, l¨ªder conservador, dijo: ?La pornograf¨ªa tiene para la juventud el ¨²nico atractivo de lo prohibido. La pornograf¨ªa dice m¨¢s a los de m¨¢s edad y los pocos que quieren comprarla deben poder hacerlo sin que sobre ellos caiga pena alguna. Y es que creo que las autoridades p¨²blicas no deben ejercer censura alguna sobre lo que un mayor de edad quiera ver o leer.?
La experiencia demostr¨® que los negocios editoriales clandestinos se vinieron abajo con la liberaci¨®n. Hoy en Dinamarca, la pornograf¨ªa es casi exclusivamente un est¨ªmulo tur¨ªstico. No hay, en la pr¨¢ctica, consumo interno de este material.
En Espa?a, la pornograf¨ªa es delito penable y punible. Desde la redacci¨®n de nuestro c¨®digo penal se contempla la figura de esc¨¢ndalo p¨²blico. Es decir: siempre que se den el atentado al pudor con hechos de grave esc¨¢ndalo o trascendencia, que eso es en definitiva el esc¨¢ndalo. ?En Espa?a hay pornograf¨ªa? ?Est¨¢ edit¨¢ndose en Espa?a pornograf¨ªa? ?Puede calificarse de pornograf¨ªa lo que muchas publicaciones califican como tal?
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