La Espa?a imaginada por Am¨¦rico Castro
Este libro de Asensio que vamos a analizar es un comentario cr¨ªtica a la interpretaci¨®n del pasado nacional propuesta por Am¨¦rico Castro en La Espa?a en su historia, Cristianos, moros, jud¨ªos (1948), y m¨¢s definitivamente en La realidad hist¨®rica de Espa?a (1954), que ampl¨ªa, rehace y recarga de aparato cient¨ªfico el primitivo ensayo. Logr¨® vasta resonancia y sigue siendo objeto de caliente pol¨¦mica. Para comprender la sorpresa inicial, los aplausos y denigraciones de que ha sido objeto, conviene indicar sucintamente la novedad de sus perspectivas. Parec¨ªan tan innovadoras que ciertos entusiastas las calificaron de revoluci¨®n copernicana. Seg¨²n Castro, la invasi¨®n ¨¢rabe de 711 cambi¨® la ¨®rbita de la vida de Espa?a, que, en adelante, gravitar¨ªa, no hacia la romanidad y el europe¨ªsmo, sino hacia el semitismo, hacia las fuerzas astrales de moros y, jud¨ªos.Y as¨ª concibi¨® la invasi¨®n ¨¢rabe y sus secuelas como un cambio radical de nuestra identidad, como un rompimiento total con el pasado previo. Ni el ibero o celta, ni la colonizaci¨®n, romana, ni el dominio de los godos hab¨ªan impregnado para siempre la estructura vital de Espa?a. La ruptura entre la Hispania latina o g¨®tica y la Espa?a medieval era decisiva, estaban separadas por un abismo. Esta nueva Espa?a hab¨ªa nacido en las agon¨ªas de las invasiones y derrotas; hab¨ªa crecido en la repulsa, compatible con la fascinaci¨®n, de la brillante civilizaci¨®n ¨¢rabe, y hab¨ªa fijado su personalidad definitiva en la convivencia o simbiosis de cristianos, moros y jud¨ªos. La escisi¨®n de las tres castas que integraron la Espa?a medieval fue un tremendo desastre moral y material. Espa?a, geogr¨¢ficamente, pertenec¨ªa a Europa, pero tanto su estilo de vida como su contexto de valores ten¨ªan poco de com¨²n con el Occidente. La cultura, el arte y hasta la religi¨®n estaban saturadas de orientalismo. Los g¨¦neros literarios m¨¢s castizos, a trav¨¦s de los conversos que los crearon, hund¨ªan sus ra¨ªces en el suelo del esp¨ªritu hebreo que los fecundaba.
Eugenio Asensio, La Espa?a imaginada por Am¨¦rico Castro
Editorial ?El AIbir?, Barcelona, 1976.
Muchos lectores poco cr¨ªticos aceptaron esta perspectiva invertida como la ¨²ltima palabra de la historiograf¨ªa. El pesimismo, la exaltaci¨®n de las minor¨ªas perseguidas entonaba con el estado de ¨¢nimo de una generaci¨®n escarmentada. Los profesionales de la historia acogieron con reservas, silencios intencionados y rectificaciones parciales la nueva interpretaci¨®n. La rectificaci¨®n de mayor alcance sali¨® de la pluma del eminente medievalista residente en Buenos Aires Claudio S¨¢nchez Albornoz. Don Claudio, en las 1.500 p¨¢ginas de Espa?a, un enigma hist¨®rico (1956), rebati¨® las bases de la teor¨ªa de Castro. Defendi¨® -y a mi entender prob¨®- no s¨®lo la hispanidad de los visigodos, sino la espa?olidad de los moros de la Pen¨ªnsula, que, en ciertos casos, parecen hispanos disfrazados. Resalt¨® los errores y lagunas de su antiguo colega en el campo de las instituciones y las leves. Por ¨²ltimo, traz¨® y document¨® las l¨ªneas de la continuidad espa?ola.
Condena a los historiadores
Castro reaccion¨® con exasperaci¨®n desde?osa y creciente. En 1965 condenaba globalmente a los historiadores espa?oles, seg¨²n ¨¦l obcecados e inaccesibles a la raz¨®n y la experiencia. La historia de Espa?a -afirmaba- era una mara?a de leyendas y errores. En consecuencia amenazaba con llevar el pleito desde la universidad a la plaza p¨²blica, para que los no profesionales sentenciasen. Asensio procede no de la historia estricta y profesional, sino del campo de los estudios literarios, y se mueve con seguridad en esa zona donde entran en contacto ideas y letras. Es acaso la zona privilegiada y caracter¨ªstica de la actividad de Castro, el cual invade continuamente los dominios de la literatura y la filosof¨ªa. Igual que Spengler, parece pensar que ?toda aut¨¦ntica reflexi¨®n hist¨®rica es aut¨¦ntica filosof¨ªa, o s¨®lo labor de hormigas?. En consecuencia, construye para, aplicarla a la realidad espa?ola una teor¨ªa parcialmente original, con sus tecnicismos: morada vital, vividura, etc¨¦tera. En lo que toca a la literatura, ning¨²n historiador espa?ol le ha pagado tan constante tributo. Buena parte de su obra consiste en un comentario de textos, ingeniosamente interpretados para mostrar, no ya la originalidad de cada autor, sino la impregnaci¨®n oriental de la sensibilidad espa?ola. Asensio, de acuerdo con sus gustos personales, analiza con preferencia esos aspectos: el sistema de filosof¨ªa de la historia, las perspectivas ideol¨®gicas, el arte expositivo, los m¨¦todos de prueba.La terna de ensayos que componen La Espa?a imaginada va precedida de una introducci¨®n en que Asensio anticipa algunas de sus conclusiones. Contempla La realidad hist¨®rica de Espa?a como s¨ªntesis de tres libros: una teor¨ªa de la historia, una reconstrucci¨®n de la Espa?a de las tres castas y una pol¨¦mica permanente con los que, exaltando la unificaci¨®n y la continuidad nacional, ven la apoteosis de la Reconquista en el triunfo de los opresores cristia nos. Para Asensio, Castro, lejos de ser un historiador riguroso, es el arqu . itecto de una construcci¨®n aprior¨ªstica: su obra es funda mentalmente un rito de catarsis o purificaci¨®n nacional, un ataque a los maleficios del casticismo, que ha desviado de su rumbo al pueblo de Espa?a. El primer ensayo empieza estudiando las fuentes, los or¨ªgenes espa?oles de ciertos temas centrales de Castro, para confrontar, luego su sistema historiogr¨¢fico con los sistemas de los tres fil¨®sofos extranjeros que m¨¢s han influido en ¨¦l: Dilthey, Spengler, Toynbee. Se?ala ciertas coincidencias con Men¨¦ndez Pelayo, su adversario electivo, al que combate como campe¨®n de la romanidad, aunque adopte su tesis de la primac¨ªa de lo religioso en la formaci¨®n de Espa?a. Pone de relieve su actitud equ¨ªvoca frente a Ortega y Gasset, al que tanto hab¨ªa admirado. Se pregunta si la idea central de, Castro no est¨¢ en germen en el pr¨®logo que Unamuno puso a El Zohar en la Espa?a musulmana, de Ariel Bensi¨®n, donde celebra La Espa?a eterna, la de los tres pueblos, cristianos, moros y jud¨ªos, unidos en una com¨²n religiosidad. Respec to a la teor¨ªa historiogr¨¢fica, Asensio comprueba la deuda considerable con Dilthey, citado y elogiado por Castro, y con Spengler y Toynbee a los que nunca menciona. Deteng¨¢monos un instante en el caso de Spen gler, al que toma y desarrolla el concepto de seudom¨®rfosis, central en su sistema. Debido a la seudom¨®rfosis, la energ¨ªa vital de Espa?a cristaliza en formas exte riores que no corresponden a su interioridad. Un europe¨ªsmo falaz recubre y enmascara vivencias ajenas a Europa. Aunque s¨®lo use dos veces el vocablo, suplant¨¢ndolo por sin¨®nimos como centauridmo y mudejarismo, aplica el concepto a las instituciones y al arte. La Inquisici¨®n 'hunde sus raices en las aljamas hebraicas, la guerra santa y las Ordenes militares en el Islam. La m¨ªstica y la picaresca son creaciones sem¨ªticas de apariencia cristiana. M¨¢s a¨²n, Espa?a, ?vista a cierta luz, aparece como una seudom¨®rf¨®sis.?.
Castro amalgama historia y literatura. Si de una parte aprovecha la poes¨ªa y la autobiograf¨ªa como el material m¨¢s valioso de la historia, de otra su exposici¨®n aspira a la elegancia formal de, un escrito de arte. Su poder de,asociaci¨®n, su fecundidad imaginativa, su misma afici¨®n al rasgo agudo, a la paradoja, dan a sus p¨¢ginas br¨ªo y movimiento. Pero, frecuentemente, su desmesura pol¨¦mica y su genio hiperb¨®lico le arrastran a la teatralidad, a la ret¨®rica estridente, a la inflaci¨®n de argumentos muy endebles. Posee fuerza dram¨¢tica, aunque carezca de matices y humor.
Los hebreos, protagonistas
La pasi¨®n de Castro tiende a la invectiva o el paneg¨ªrico cuando presenta el problema de los hebreos, a quienes asigna papel de protagonistas en la econom¨ªa y la cultura. Hasta intenta, sin alegar, prueba valedera, convertir a los jud¨ªos que rodean a Alfonso el Sabio en creadores de la prosa castellana. Frente a sus descomunales exageraciones, Asensio pone de manifiesto las ra¨ªces europeas de la civilizaci¨®n medieval de Espa?a, la vitalidad perenne de la tradici¨®n latina, la enorme eficacia del modelo franc¨¦s. Analiza, aportando datos nuevos, ciertos fen¨®menos espa?oles que Castro elige como simb¨®licos y definidores del estilo de vida peninsular radicalmente diferente del estilo europeo: el menosprecio del trabajo, el integralismo personal y art¨ªstico, la construcci¨®n m¨¢gica del mundo que se niega, por ejemplo, a aceptar la creencia occidental en el poder milagroso de los monarcas. Asensio alega que el desd¨¦n por el trabajo manual era compartido por.la nobleza de Francia; queel m¨¢s admirable modelo de integralismo art¨ªstico -incluso la m¨¢s portentosa escena que englobe la figura del creador, el tema de la obra, el momento de la creaci¨®n y las reacciones del p¨²blico- est¨¢ en la Odisea, en la fuente delarte europeo. En cuanto al mito de los reyes taumaturgos, Asensio do~ cumenta, desde Sancho el Bravo hasta entrado el siglo XVII, la pr¨¢ctica en la Edad Media, y en el Siglo de Oro la doctrina, del poder milagroso de los reyes de Espa?a. Espa?a, por tanto, compart¨ªa no s¨®lo la cultura, sino los prejuicios y los mitos del Occidente.
Identificaci¨®n gratuita
Resumir¨¦ los temas salientes de los ¨²ltimos ensayos. El titulado ?La peculiaridad literaria de los conversos? examina la ingenua pretensi¨®n de Castro, que presum¨ªa de identificar a los cristianos nuevos sin necesidad de pesquisa geneal¨®gica. La casta hebrea se revelaba en un complejo de actitudes, t¨®picos y modos expresivos que brotaban de una sensibilidad y mentalidad com¨²n. Asensio ilustra la vanidad del m¨¦todo discutiendo los casos del an¨®nimo autor del Lazarillo de Tormes y del poeta Juan de Mena, los dos incorporados a la casta hebrea por Castro, y su escuela sin base ni motivo suficiente. La supuesta prueba por indicios es una llave ganz¨²a que abre cualquier puerta. Para reducir al absurdo estos postulados adivinatorios, Asensio los aplica ir¨®nicamente a Quevedo, cristiano viejo y rancioso, seg¨²n los archivos. Quevedo, a pesar de ello, re¨²ne ocho s¨ªntomas o indicios de ser hebreo. Asensio muestra que ,el modelo de ?converso? ideado por Castro es inservible para un historiador. Es una noci¨®n confusa que presupone uniformidades de conducta, sentimiento y pensamiento en personas y gru pos cuya situaci¨®n social, jerarqu¨ªa y mestizaje, cuya educaci¨®n, estilo de vida y c¨®digo de comportamiento son polarmente diferentes. Engloba a cuantos tie nen un hilo de raza, desde el re ci¨¦n salido de la juder¨ªa hasta la mayor¨ªa de las aristocracias, has ta los mismos reyes Fernando e Isabel, por cuyas venas corr¨ªan gotas de sangre jud¨ªa.
Limpieza de sangre
El ensayo final polemiza con Sicroff, profesor nor teamericano de la escuela de Castro y autor de una tesis sobre los estatutos de limpieza. Asensio retorna y corrobora con nuevos datos su criterio sobre el desd¨¦n del trabajo y sobre los reyes milagreros. Estudia la situaci¨®n de escritores ?conversos? como Luis de Le¨®n y Mateo Alem¨¢n. Pero la parte m¨¢s nutrida es la que discute la historia y significaci¨®n de los estatutos de limpieza de sangre. Si en su origen este racismo religioso naci¨® de la desconfianza en la sinceridad de las conversiones y sirvi¨® a la movilidad social y la ascensi¨®n de los villanos, acab¨® por transformarse en instrumentos de lucha social y econ¨®mica, en arma clasista esgrimida por la bradores y nobleza pobre. Sus m¨¢s ardientes defensores, los colegiales de San Bartolom¨¦ e imitadores, escalaron, gracias al mito de la limpieza, los puestos de la Iglesia y la Administraci¨®n, neutralizaron a la alta nobleza y dignificaron al villanaje.Asensio admira la monumentalidad de la historia de Castro, aunque condena la arbitrariedad de su m¨¦todo, el apriorismo de su selecci¨®n radical de los hechos. Piensa que es m¨¢s que un mito emocional y derrotista, y que a pesar de sus contradicciones y errores, obligar¨¢ a los futuros historiadores a incluir en su imagen del pasado vastos segmentos de vida orillados o menosprecia dos por los historiadores nacionales.
El libro de Asensio, aporta una seria contribuci¨®n al candente problema de la originalidad y el europe¨ªsmo de nuestro pa¨ªs. Expone su posici¨®n en una prosa tersa y sobria que no carece de dignidad literaria. Muchas de sus observaciones y sugestiones me rec¨ªan ser desarrolladas en mo nograf¨ªa especial. Por ejemplo, documenta c¨®mo Baroja y Urabayen, por boca de personajes imaginativos, hab¨ªan f¨®rmulado anticipaciones de Castro acerca de Cervantes hebreo o la literatura cl¨¢sica espa?ola saturada de semitismo. Yo creo que valdr¨ªa la pena de escribir un libro sobre los precursores de Espa?a en su historia. Se ver¨ªa que su l¨ªnea pol¨¦mica es menos revolucionar¨ªa de lo que se piensa y que est¨¢ conectada no s¨®lo con preocupaciones modernas, sino con una corriente que atraviesa la cultura espa?ola desde el romanticismo.
La ya excesiva extensi¨®n de este art¨ªculo me obliga a resumir en breves l¨ªneas la semblanza de Asensio que hubiera deseado trazar como investigador, destinada al gran p¨²blico.
Por el volumen de su obra, por el rigor de sus m¨¦todos de trabajo y por las novedades apor tadas a la historia de nuestras le tras, pocos estudiosos pueden abordar el estudio de esos dif¨ªciles y trascendentales problemas hist¨®ricos con la autoridad universalmente reconocida de que goza Eugenio Asensio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.