Blanco Amor: "El exilio argentino me hizo como hombre y como escritor"
?Todo emigrante gallego lleva la carga, en hueco, de una orfandad territorial llena de sue?os dormidos y despiertos.? Esto dice Eduardo Blanco-Amor en un par¨¦ntesis del pr¨®logo con que pone en nuestras manos la edici¨®n espa?ola de su primera novela, La catedral y el ni?o, que fuera publicada en Buenos Aires, en su largo exilio y emigraci¨®n argentina. La salida de este libro y las ¨²ltimas tomas de la pel¨ªcula La parranda, basada en su novela y su propio gui¨®n, dirigida por Gonzalo Su¨¢rez, le han sacado a Blanco-Amor de su retiro gallego, y le han tra¨ªdo al barullo, los amigos y las prisas madrile?as. Y sobre estos otros temas concedi¨® a EL PAIS la entrevista que sigue.
Blanco-Amor habla con un lenguaje incontenible, ir¨®nico. ?Cuento todo lo que he ido callando. Por eso hablo tanto.? Y luego. Ver¨¢s: ?Soy un viejo desilusionado, que ni siquiera lleg¨® a obispo. No, cardenal, no, que ¨¦sos son como principiantes de la intriga y la p¨²rpura. Obispo hubiera querido ser, rey y papa de la di¨®cesis.? S¨®lo que Blanco-Amor, que se sepa, nunca intent¨® ser cura. Lo que hizo fue marchar muy joven a Buenos Aires. ?Llegu¨¦ tres a?os antes de la vuelta europea y adolescente de Borges, cuando volvi¨® de educarse en los normandos y los cl¨¢sicos. Tres a?os antes.? Y trabajar en la punta de la cultura argentina que, en aquellos optimistas a?os de las vanguardias, era como trabajar en la mism¨ªsima cabeza de la cultura mundial. ?Yo llev¨¦ a la editorial Emece a Borges mismo, que dirigi¨® aquella serie negra que se debi¨® haber llamado El club de los ladrones, y se llam¨® El s¨¦ptimo c¨ªrculo, que es, al fin, el del hampa y el crimen. La imaginaci¨®n de Borges y un problema de registro y patentes. No, a Adolfo Bioy lo trajo Borges. Bioy era muy joven entonces.??Los argentinos no eran muy buenos con nosotros. La cultura espa?ola, los escritores espa?oles, no ¨¦ramos muy considerados, creo que se pasaban, yendo juntos, en bloque, tras el descubrimiento. de las sucesivas vanguardias. La novela anglosajona, la moda italiana, yo qu¨¦ s¨¦. Me amarg¨®, por ejemplo, el olvido en que se mantuvo a ese hombre grande que fue Ram¨®n G¨®mez de la Serna o el silencio en que se recibi¨® su Automoribundia. El tambi¨¦n ve¨ªa esta injusticia con amargura. Me lo dijo en una carta.?
Fervor de Buenos Aires
?Y escrib¨ª. Art¨ªculos sobre todo, porque a m¨ª se me doblaba bien el lenguaje, pero lo sent¨ªa m¨¢s para el ensayo y el art¨ªculo que para la novela. As¨ª que escrib¨ª ¨¦sta que se publica hoy, a los cincuenta a?os cumplidos. Es raro empezar a novelar tan tarde. En Argentina pas¨® sin demasiada gloria.??Ahora la antecede el art¨ªculo, el pr¨®logo, porque, tiene ya treinta a?os, algo m¨¢s. Y podr¨ªa pareper o una novela trasnochada, o una recherche du tiemps perdu, o las dos cosas. Intento dar en el pr¨®logo el ambiente y el tiempo en que est¨¢ escrita, hasta a niveles est¨¦ticos.?
Y m¨¢s, Eduardo Blanco-Amor ironiza porque el personal, dice, no ha sabido leer esos.tiernos ni?os inici¨¢ticos suyos o esos juegos de carnaval y m¨¢scara. ?Intentan siempre hacer creer al lector que son autobiogr¨¢ficos. Y no, que en La catedral y el ni?o, son tan yo el ni?o como la catedral o cualquiera de los personajes.? Y me dice: ?Tampoco creo en eso del lenguaje literario. Pero tampoco se trata del lenguaje directamente exigible: por ejemplo, esas procacidades y ordinarieces tan... directas que se ven por ah¨ª. Yo he tenido que contar. escenas terribles, y no he tenido que recurrir a palabras soeces.? Y luego: ?Pero no creas: yo, cuando escribo, no pienso en el lector. El lector que se joda. Y tampoco pienso en m¨ª. ?
Total, que en Buenos Aires trabaja de editor -director literario- y de escritor y periodista. ?Como novelista -dice-, mis factores conscientes son la lectura de Freud entre los a?os veinte y treinta; una impregnaci¨®n profunda de Proust, por los mismos a?os; los narradores ingleses -Henry James principalmentey los americanos, incluyendo la lectura frecuentemente resistida de Faulkner. No te olvides que viv¨ª 45 a?os en la Argentina y que tuve de primer amante un tipo de nurriture c¨¦leste, y despu¨¦s, terrestre, de las que estuvieron privados los espa?oles en el que hubiera sido su tiempo exacto. De haberme quedado yo en Espa?a y afrontado la novela, me hubiera quedado en un Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez, en un Mata o un pastiche de Valle Incl¨¢n.
?El verdadero acontecimiento de mi sino, como hombre y como escritor, fue el haberme formado y casi deformado en Buenos Aires, ciudad que fue creciendo en torno a m¨ª, como mi dermoesqueleto.?
?La parranda -pel¨ªcula- responde en realidad al confrontamiento de dos guiones, uno m¨ªo y otro del director. Son dos visiones distintas y una tercera realidad, que es la pel¨ªcula misma, que es tanto m¨¢s pel¨ªcula cuanto m¨¢s deja de ser la novela. Con todos estos filtros, la obra se deslocaliza en la misma medida en que se va universalizando. Quiz¨¢ a los gallegos no les parezca bien, desde el punto de vista de esa cosa equ¨ªvoca y tremenda que es el localismo, que puede llegar a ser distinto y contrario del galleguismo: esta tendencia a una estilizaci¨®n muy consciente, que no es infidelidad, nos viene a los gallegos muy de lejos.?
?Esta novela la escrib¨ª en cas tellano, y las siguientes. Cuando llegu¨¦ aqu¨ª, hace diez a?os, not¨¦ que era preciso rescatar mi idio ma, logrando una integraci¨®n entre sus dos situaciones l¨ªmite: el gallego como lengua de necesidad, popular y cotidiana, y esa otra lengua intelectual, por tanto mi noritaria, clasista, que predo min¨® en los creadores literarios, excepto Castelao y la generaci¨®n nov¨ªsima, que hab¨ªan creado una sublimaci¨®n destinada al disfrute inter pares, o sea de unos escritores por otros. Por eso escrib¨ª en gallego y prob¨¦ la autotraducci¨®n, que deja poco reconocibles los textos, porque busca, adem¨¢s, equivalentes culturales. Creo que ah¨ª est¨¢ la importancia de mis libros en la narrativa actual gallega.?
La literatura de Blanco-Amor est¨¢, pues, llena de gente un poco loca, de palabras -que es lo importante- de ni?os recurrentes que no son Blanco-Amor o que lo son tanto como cualquiera, y de brujas. Dice sobre las brujas: ?Las brujas son para los gallegos una de estas dos cosas: un suministro de materia prima para escritores costumbristas -o sea, malos- o la intuici¨®n existencial de que puede haberlas. No como fen¨®menos objetivos, sino precisamente como partes esenciales del vivir de cada cual.?
?A m¨ª se me han hecho presentes, agresivas o candorosas, a trav¨¦s de sospechas y hechos de mi vida que sin ellas quedar¨ªan sin explicaci¨®n. Y ya se sabe que cuando una cosa no tiene explicaci¨®n es asunto de brujas.? Y como la pol¨ªtica tiene algo de misterio, dice sobre estos momentos de Espa?a: ?Aparte de todos los an¨¢lisis y conjeturas que podr¨ªan hacerse, yo prefiero confiar en que frente a todos los tejemanejes dial¨¦cticos, el intramundo de la brujer¨ªa ser¨¢ el que tenga la ¨²ltima palabra. Quevedo, mente formalista y castellana, intuy¨® esta presencia en La hora de todos. Espero que los espa?oles, como los delirantes quevedescos, encontraremos en este marem¨¢gnum la raz¨®n profunda y esperanzada de tantas sinrazones.?
Babelia
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