Antiguos conocidos
La parodia es un arma de dif¨ªcil manejo, cuyo alcance suele pecar de corto y fallar por error de, punter¨ªa. Cuando su tiro falla, cuando no alcanza el objetivo, queda por lo normal en nada, en un juego vac¨ªo, sin valor.No es ¨¦ste el caso de Un cad¨¢ver a los postres, t¨ªtulo menos eficaz y claro que el de Murder by death: Asesino por muerte, ideado por Neil, Simon para su obra base de este filme. Esta parodia de las de Agatha Christie mantiene las reglas de oro de las comedias polic¨ªacas.
Aqu¨ª, como en tal tipo de relatos, contamos con el inevitable castillo solemne y misterioso, cuyo due?o invita a los cinco mejores detectives del mundo a una cena-desaf¨ªo que debe concluir con el asesinato de uno de ellos. Sin. embargo, los acontecimientos se desarrollan por cauces imprevistos y el desenlace sorprender¨¢ no s¨®lo a los protagonistas sino tambi¨¦n a los espectadores.
Un cad¨¢ver a los postres
Direcci¨®n: Robert. Moore. Gui¨®n de Neil Simon. Int¨¦rpretes: Eilen Brennan, Truman Capote, James Coco, Peter Falk, Alec Guinnes, Elsa Lachester, David Niven, Peter Sellers, Maggie Smith, y Nancy Walker. EEUU.Comedia polic¨ªaca de humor. 1976.
La caracterizaci¨®n de cada uno de aqu¨¦llos con rasgos ya conocidos por manidos, nos ofrece un muestrario de tipos, unas veces lejanos ya en la memoria y otras recientes por sus apariciones en el cine y los seriales de la televisi¨®n.
As¨ª el detective encarnado por Peter Sellers con su ayudante, a la vez siervo y amo: David Niven, investigador al viejo estilo; James Coco y su Maigret venido a menos, y otros estupendos personajes a los que dan vida con su arte habitual Elsa Lachester o Alec Guinnes.
Es verdad que con tales mimbres, con un reparto tal, resulta f¨¢cil sacar adelante cualquier empe?o de tal ¨ªndole, pero tambi¨¦n la historia de este tipo de filmes se halla repleta de ejemplos frustrados. No es ¨¦ste el caso del que firma Robert Moore, que ha sabido llevar a buen fin ¨¦ste muy divertido, entre el terror y lo grotesco, y la colaboraci¨®n inesperada para el espectador de uno de los mejores novelistas norteamericanos, que si no gran actor, al menos como aportaci¨®n curiosa, pasea su figura a lo largo de la trama como un p¨¢jaro ex¨®tico, entre una fauna conocida entre s¨ª y acostumbrada a tales avatares.
Si la parodia, en esta ocasi¨®n, alcanza categor¨ªa superior, se debe, sin duda, no s¨®lo a un eficaz reparto, sino tambi¨¦n a la iron¨ªa con que la historia est¨¢ contada.
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